El enigma de Kawhi
Con ausencias inexplicables y números muy flojos cuando juega, Kawhi vuelve a ser una incógnita que no cuenta nada y genera muchas dudas. Nadie sabe nada.
Steve Buscemi interpretaba a Míter Shhh en Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto. Era, dentro de una película de culto de los 90, un personaje callado y silencioso que realizaba su trabajo con una eficacia extraordinaria. Sólo decía lo necesario, y sólo cuando era absolutamente necesario. Unido todo esto a su extraordinaria ética profesional, es posible ver en Kawhi Leonard rasgos de Míster Shhh. Al menos, del Kawhi de sus primeros años como profesional: callado, discreto, pero intachable en una pista de baloncesto, capaz de superar al que fuera que se le pusiera por delante y de ser incluso el heredero de una dinastía histórica. Ese Kawhi ganó un anillo, un MVP de las Finales y dos premios a Mejor Defensor, además de sumar un liderato en robos y dos selecciones para el All Star. Fue una época gloriosa para un jugador que tenía capacidad para ser el mejor de la NBA. Pero...
Kawhi no se parece en nada al jugador que prometía llegar a ser. Ni tiene un carácter a la altura de las circunstancias. Llegó a los Clippers en 2019 tras conquistar un anillo extraordinario en los Raptors con promedios de leyenda (más de 30 puntos y 9 rebotes en playoffs) y un tiro ganador ante los Sixers en el séptimo partido de las finales de Conferencia que quedó para la posteridad. Tan solo ahí se pareció a uno de los mejores de siempre y se le concedió el talento que muchos pensaban que tenía. Pero no hubo continuidad: en las tres siguientes temporadas, disputó 109 de 226 partidos posibles (menos del 50%), se pasó en blanco toda la temporada pasada y en la presente, con todo el mundo hablando de unos Clippers que entraban en las quinielas para el título, promedia 10 puntos con un 13% en triples... y 14 ausencias en 19 encuentros. Sus problemas en el tren inferior, esos que marcaron su distancia y posterior salida de los Spurs y que nadie sabe exactamente qué son, han vuelto a aparecer, pero en los Clippers no tienen muy claro qué le pasa a su jugador, algo inédito en una NBA en la que todo el mundo está dispuesto a dar explicaciones menos cuándo se trata de Kawhi, un jugador al que nadie conoce y que nunca cuenta nada.
Los Clippers, al contrario que Kawhi, no van del todo mal: 11-8 de récord, cuartos de la Conferencia Oeste, bien entrenados por un injustamente infravalorado, pero campeón del anillo (en 2016, que a nadie se le olvide), Tyronn Lue; y compitiendo ante todo el mundo. Antes de caer ante los Warriors (sin Paul George ni... Kawhi), llegaron a tres victorias consecutivas y cuentan con más de 23 puntos por noche de Paul George, buen papel de Marcus Morris o Normal Powell, minutos muy dignos desde el banquillo de John Wall... Los angelinos se mueven en las trincheras, se hacen fuertes en el barro: son el peor ataque de la NBA, pero la segunda mejor defensa. Nadie lanza menos tiros por partido que ellos, pero seleccionan bien sus lanzamientos (tienen el octavo mejor porcentaje en tiros de campo). Y suman victorias sin destacar en ninguna estadística de la Liga a nivel global: son el octavo pero equipo en rebotes, el quinto que menos asistencias reparte, el séptimo que menos robos consigue, el undécimo que menos tapona, misma posición que ocupan en triples intentados. Pero suman; con un juego lento (la novena franquicia con el ritmo más pausado según el pace), llegan vivos siempre a los últimos cuartos, en los que resuelven a la perfección tomando las decisiones acertadas. Han logrado, de hecho, 8 de sus 11 victorias por 10 puntos o menos, una diferencia en la que sólo han sido derrotados en tres ocasiones. Casi nada.
Entonces, ¿qué hacemos con Kawhi?
Los problemas de Kawhi, que con 31 años, en una teórica edad para disfrutar de tu prime, tiene más molestias físicas que muchos de los veteranos de la Liga, afectan estructuralmente a los Clippers y generan muchas dudas de cara a la fase final: sus ausencias ya no son un condicionante, ya son un hecho que se ha convertido en tal a base de insistente y desgraciada repetición. Y la posibilidad de que no esté cuando el equipo más lo necesita genera dudas y afecta a Tyronn Lue a nivel deportivo. Hay que preparar un esquema de juego con o sin Kawhi, adaptarlo a los compañeros, decidir si le da o no el balón en los finales apretados e incluso si le introduce en la rotación, de titular o no (suma un par de suplencias desde su retorno), cuándo le hace salir a pista y cómo jugará el resto de una plantilla que no puede estar pendiente, ya a estas alturas, de si una de sus dos teóricas estrellas va a estar disponible cuando llegue el momento de la verdad.
De momento, Lue está gestionando bien, siempre lo ha hecho, los minutos de Kawhi en su retorno y esa eterna duda de cuánto tiempo esté en pista y, sobre todo, cuándo darle paso. Kawhi ha disputado 24, 22 y 23 minutos en las tres victorias inmediatamente posteriores a su retorno, y ha disputado 7, 4 y 6 minutos en los últimos cuartos, entrando y saliendo según cómo vaya el tanteo. No ha intentado más de 11 lanzamientos en ninguna de las tres noches (intentó casi 20 en su primera temporada en Los Ángeles), pero su incidencia ha tenido su importancia: tres victorias consecutivas, dos en finales ajustados en los que ha participado parcialmente, con un papel en la defensa que ha sido casi siempre el correcto. Sin involucrarse demasiado en el ataque, ha sabido dejar que sus compañeros tomen la iniciativa y dedicarse a ganar confianza y ser importante para los suyos. Ha aceptado el rol de suplente cuando le ha tocado. Pero no deja de ser un jugador sobredimensionado en estos momentos: cobrará 42 millones esta temporada, con 45 y 48 las dos siguientes. Demasiado dinero para una estrella que hace ya mucho tiempo que ha perdido su luz... y que no parece, al menos a corto plazo, que vaya a recuperarla.
La virtud del silencio... o no
Más allá de su nivel deportivo, muy alejado tanto del que se presuponía que tenía como del que llegó a tener, el problema de Kawhi gira siempre alrededor de su falta de comunicación. En una competición como la NBA, en la que la comunicación entre periodistas y jugadores es fluida y constante, Kawhi no deja de ser un elemento extraño que ha ido de estrella absoluta a la que se le perdona todo, a producto tóxico que acaba perjudicando incluso a la franquicia a la que pueda pertenecer. Muchas veces no está con sus compañeros cuando se encuentra fuera de juego y ni siquiera se le ve en la grada, no estuvo al nivel en los playoffs de la burbuja y volvió a caer lesionado al año siguiente, en 2021, cuando los Clippers pisaron las finales de Conferencia por primera vez en la historia. No es fiable desde el extraordinario nivel mostrado con los Raptors y las últimas veces que se han producido habladurías sobre un retorno a las pistas por todo lo alto, acaba decepcionando, un sentimiento que depende directamente, recordemos, de las expectativas.
Nadie sabe nada. Ni Tyronn Lue (o su entrenador de turno), ni la franquicia, ni los compañeros. Saltarse un back to back se ha convertido en una práctica habitual sin que se sepa por qué, contando muchas veces con un beneplácito de los médicos que no cuadra con sus deseos, algo que se convirtió en un denominador común desde que tuvo esos problemas con los Spurs que provocaron un terremoto que acabó con su estancia en San Antonio, con su ascenso para ocupar el trono de Tim Duncan y con los planes de una franquicia que fue sobrepasada por la situación y que acabó perdiendo esa buena fama de gestión y buen trato con los jugadores, una regla que solo se ha incumplido con un Kawhi imposible, muchas veces, de contentar. Allí fue donde su famoso entorno, una palabra muy utilizada desde esos tumultuosos meses, se mostró disconforme con el equipo médico de los Spurs, algo que provocó que el alero se fuera a tratar a Nueva York, donde pidió una segunda opinión sin que el equipo texano fuera consciente ni, claro, estuviera de acuerdo.
La historia de Kawhi sigue su curso, por mucho que difiera mucho de la que podría llegar haber llegado a ser. Siempre hay tiempo para la redención y la asunción de culpas, y la mejora de su relación con Gregg Popovich, con el que se abrazó y tuvo una conversación en la victoria de los Clippers contra los Spurs, es un ejemplo de ello. Pero la cantidad de dinero que tiene pendiente y su errático comportamiento, a veces inexplicable y otras moralmente reprobable, provocan que haya muchas dudas con un hombre que es todo un enigma. Y el silencio, que puede ser una virtud, se ha convertido en el rasgo que más molesta en Kawhi, que dentro de su discreción fue un profesional envidiable durante la primera parte de su carrera (llegó a disputar un máximo de 74 partidos en la 2016-17, y no supera los 60 desde su salida de los Spurs)... igual que Míster Shhh en Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto. Pero ojo, que el personaje de Steve Buscemi no acaba precisamente bien en esa película (perdón por los spoilers). En ese momento de relajación es cuando le acaban cazando. Aunque consigue una cosa inequívoca: morir matando. Ya veremos qué pasa con Kawhi. De momento, sigue en silencio. Para variar.