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NBA | MAVERICKS 124 - LAKERS 115

Doncic amarga la Navidad de LeBron

LeBron fue la única luz en la oscuridad de unos Lakers que naufragaron en un tercer cuarto pírrico. Doncic sale ganador en el homenaje a Nowitzki.

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Doncic amarga la Navidad de LeBron

Casados tradicionalmente con los anillos y la gloria, los Lakers parecen haber cambiado de pareja de baile. Rompiendo el matrimonio habitual y haciendo caso omiso a una historia legendaria, el equipo angelino ha decidido dejar de lado los tiempos dorados y andar de la mano del fracaso manifiesto. De la inoperancia supina. Del ridículo como arma habitual a la que recurrir cada vez que pueden. En su fondo y en su forma, la franquicia falla de forma piramidal, desde una dueña que vive del recuerdo hasta unos jugadores que representan, sin estar acompañados de Anthony Davis, a una de las peores plantilla de la NBA. Jeannie Buss debería manejar unas riendas que hace tiempo se le escurrieron de las manos y ha preferido dejar que sean los caballos los que guíen una carroza que no va a ninguna parte. La renovación a Rob Pelinka, la representación del hombre que no hace nada y espera que las cosas sin solución se solucionen solas, es buena muestra de ello. Y, mientras tanto, lo que ve la gente es a un equipo desmadejado que concatena derrotas mientras muestra una imagen extraordinariamente mala, en una NBA que ha acabado por comerse a la entidad que durante tantos tiempos la conquistó.

Los Lakers mandaban 43-52 al final del segundo cuarto y perdían 94-75 a la conclusión del tercero. Recibieron 51 puntos en el tercer periodo con un 18 de 25 en tiros de campo y 16 tantos de Tim Hardaway. No defendieron una sola jugada, sufrieron cada vez que LeBron James se sentaba y vieron venir lo que todo el mundo sabía que iba a pasar, pero que en lugar de al inicio del choque sucedió al intermedio. Una vergüenza objetiva de un bochorno petulante para unos Lakers que son los reyes del ridículo y la madre de todos los desastres y que están empeñados, así lo muestran los hechos, en hacer naufragar una de las últimas temporadas buenas de un ser celestial como LeBron James: 38 puntos (32 del resto del quinteto inicial angelino), 6 rebotes y 5 asistencias por sólo 2 pérdidas, además de un magnífico esfuerzo en el último periodo, en el que los suyos anotaron 40 tantos, que no tuvo suerte porque los Lakers ni funcionan cuando van por delante ni son capaces de remontar cuando van por detrás. Como Makaulay Cukin en Solo En Casa. Totalmente solo.

Darvin Ham, que al principio parecía un entrenador con ideas, ya solo puede recurrir a su principal estrella (será así mientras Davis siga lesionado) para poder hacer algo en pista. Los Lakers empezaron bien en defensa, en las dobles defensas a Luka Doncic y en dejar que los Mavericks fallaran una mansalva de triples, pero no hubo capacidad de reacción cuando los mismos empezaron a entrar: 18 de 44 al final para los texanos, 6 de 14 de un Hardaway que finalizó con 26 puntos tras una primera mitad sumamente pobre. Y LeBron fue el único que dio la cara: al descanso, era un +19 con él en pista en 19 minutos y un -5 sin él. Al final, +2 y -11 del resto del equipo, una dificultad manifiesta para un Ham que no sabe qué hacer y que llegó a alinear al mismo tiempo en pista a Westbrook, Schröder, Reaves, Walker y Beverley. Sin pívots, con solo un generador, apenas tiro exterior y una imposibilidad para jugar en la zona. A la desesperación, sin más motivo del porque sí, eso que nunca ha funcionado en un mundo en el que no hacer nada para cambiar las cosas suele carecer de sentido porque si las cosas van mal es, en última instancia, porque no se hace nada.

Luka Doncic se salió en el homenaje a Dirk Nowtizki, que ya tiene su estatua en el exterior del American Airlines Center. 33 puntos para superar al alemán en el récord que tenía el día de Navidad, una actuación que redondeó con 9 rebotes y 9 asistencias y que contó con la inestimable colaboración de un Christian Wood que, por mucho que se empeñe Jason Kidd, sigue siendo el mejor aliado del esloveno: 30 tantos, 8 rebotes y 7 asistencias con 12 de 17 en tiros de campo. Reggie Bullock, con 34:35 en pista, fue el titular que menos jugó para unos Mavericks cuyo entrenador ha decidido que explotar al equipo titular es su siguiente gran táctica mientras Maxi Klebber continúe en el dique seco; y que mejor jugar al ataque que a la defensa porque por insistencia y sin cambiar el estilo acabaran saliendo las cosas: 51 puntos en el tercer periodo, 43 en toda la primera parte; haciendo lo mismo. Lanzando mucho de tres (hasta 44 veces). De 5 de 22 en los dos primeros cuartos, a 9 de 13 en el tercero. Sin más, sin hacer nada novedoso, sin florituras. Haciendo lo que desde la gerencia se ha potenciado y Kidd ha querido, y que ahora solo cambia con el pick and roll de Wood (que puede optar desde hoy a un contrato de 77 millones de dólares en 4 años) con Doncic y los rebotes ofensivos del pívot. El resto del tiempo, viva a los Rockets de James Harden: un jugador estelar, tiradores alrededor y un uso casi vergonzoso de un triple que se ha convertido, ya de forma definitiva, en el arma por antonomasia de la NBA actual.

Eso es todo. LeBron superó a Kobe Bryant en participaciones en el día de Navidad (17 a 16) e igualó a Robert Parish y a Dirk Nowitzki (otra vez) como el jugador que más veces ha jugado el mismo día. El pívot lo hizo en 17 ocasiones el 30 de diciembre y el ala-pívot, en las mismas el 26. Además, se convierte en el jugador más veterano de la historia en superar la treintena de puntos en 7 partidos consecutivos (Kobe, con 34 años, lo hizo en 10 ocasiones seguidas). Y sigue acercándose al récord de puntos de Kareem Abdul-Jabbar. Eso es lo que le queda a LeBron, un ser imperecedero condenado a la peor de todas las jubilaciones. La de ser la estrella de un equipo a la deriva (Russell Westbrook, por cierto, acabó con 17+5+4 y un -30), de una franquicia que ha renunciado a su historia, de una gerencia que no quiere aprovechar su espectacular nivel. Una pena de recta final de carrera para un hombre casado con la historia, pero que se encuentra en una entidad que quiere divorciarse de la misma. Una temporada amarga de la que no parece que vaya a haber recuperación (13-20 ya), por mucho que la Conferencia Oeste se haya empeñado en tener un nivel misérrimo si la comparamos con lo que ha sido de forma tradicional. Dicho de otra forma: un desastre. No hay, por desgracia, otra forma de definir algo así.