¿Cuánto Doncic es demasiado?
El inicio de temporada muestra a unos Mavs con problemas similares a la pasada y que acusan la ausencia de Brunson al lado del base esloveno.
Los Maverick quizá no fueran uno de los cuatro mejores equipos de la NBA la pasada temporada, pero fueron uno de los cuatro que llegaron a las finales de Conferencia. Sortearon la primera ronda de playoffs por primera vez desde 2011, cuando ganaron su único anillo. Y demostraron que su modelo podía medrar en playoffs. Incluso sin Luka Doncic durante media serie y contra un equipo con talento pero descosido (Utah Jazz). E incluso contra el mejor equipo de la fase regular, unos Suns a los que remontaron un 2-0 y un 3-2 y a los que aniquilaron en el séptimo partido, en Arizona. Eso, contra un seed 1 y con un 27-57 al descanso no es normal, no lo hace cualquiera y no define a un equipo que pasa por allí, a ver qué cae.
Así que Dallas Mavericks manejaba este verano estatus de finalista del Oeste (los Warriors ya habían metido marchas muy altas cuando se cruzaron en su camino) y esa ingente fuente de energía que es disponer de un talento generacional, un Luka Doncic que está jugando su quinta temporada NBA. Que hace mucho que no es un recién llegado y que ha entrado en la fase en la que empezará a decepcionarle no ser MVP y empezará a inquietarle que su equipo no compita cada vez en un peldaño más elevado. El problema, y es algo que hemos visto repetidas veces, es que si se salta en un año de primera ronda a quedarse (4-1) a tres victorias de las Finales de la NBA, sostenerse en ese escalón ya debería ser un objetivo suficientemente grande en sí mismo. Pero puede que no lo vea así tu masa social. Y, sobre todo, puede que no lo vea así tu jugador franquicia. Eso genera presión. Bendita presión, si se quiere, pero presión.
Así que la temporada 2022-23 comenzaba con dos preguntas en Dallas: ¿cómo de buenos son de verdad estos Mavericks? Buenos, sabemos que son. Y, sobre todo, ¿cuánto Doncic empieza a ser demasiado Doncic? Mucho ya sabemos que es una garantía. Pero en la graduación de ese buenos y de ese mucho es donde están las verdaderas respuestas, la hoja de ruta de este equipo.
Un equipo muy parecido al de la temporada pasada
Por ahora, no hay claridad. Dieciséis partidos después, los Mavericks están 9-7, que es exactamente el balance que tenían en el mismo punto de la temporada pasada. Las métricas han cambiado poco, y hasta algunos debates se mantienen con una tozudez que, en realidad, airea problemas estructurales: ¿por qué los Mavs pierden tantos partidos contra rivales menores o en circunstancias desfavorables? Un equipo con una estructura y un estilo como el que ya ha definido Jason Kidd, para bien o para mal, es una máquina de generar ciertas conversaciones. Se refuerza un día y se llena de dudas al siguiente. A veces se completa el proceso en el mismo partido: remontadas tras inicios funestos, hundimientos tras minutos positivos.
En las derrotas de los Mavs esta temporada ha pasado esto: en reencuentro con los Suns perdieron una ventaja de 17 puntos al descanso. Contra los Pelicans no estaban Brandon Ingram, Zion Williamson y Herb Jones. Los Thunder les remontaron 16 puntos en 4 minutos sin Josh Giddey. En back to back, derrota contra los Magic sin Paolo Banchero y contra los Wizards sin Bradley Beal y Kristaps Porzingis. Sin Doncic, el peor equipo con la peor defensa, Houston Rockets, ganó y dejó a los Mavs en 92 puntos. Y los Nuggets, finalmente, derrotaron a los texanos sin el MVP y, en total, tres de sus cuatro mejores jugadores: Nikola Jokic, Jamal Murray y Aaron Gordon.
Doncic solo se ha perdido un partido, el citado de los Rockets. Ha jugado quince por los trece que llevaba la temporada pasada en el mismo tramo. Esta vez, ha empezado con todos los cilindros en marcha: 33,5 puntos, 9,1 rebotes y 8,1 asistencias. Y casi dos robos, por cierto. Con 37 minutos por noche en pista y un usage (porcentaje de acciones en las que interviene cuando está en pista, básicamente) que ronda el 40%, (casi) imposible de sostener. No sin debates, sin flaquezas en finales apretados, sin errores por agotamiento en últimos cuartos y sin un feo recuerdo a temporadas heroicas en lo individual pero cuestionables en lo colectivo: las de James Harden antes de la llegada de Chris Paul a Houston, la de Russell Westbrook cuando se fue Kevin Durant de los Thunder. Hasta Jason Kidd ha dicho ya que, si siguen así, Doncic no llega entero a Navidad. Pero todo eso, con el esloveno con la lengua fuera permanentemente y en la carrera por el MVP (esta vez sí) desde el pistoletazo de salida, solo vale para un 9-7 en un Oeste de nivel muy, muy, muy discreto.
Los Mavs son casi iguales a la temporada pasada, pero al mismo tiempo son lo suficientemente distintos. Después de no llegar a un acuerdo con él cuando parecía en bandeja, Jalen Brunson ya había decidido irse (con las maquinaciones de los Knicks allanando el camino) cuando los Mavs quisieron retener a un jugador clave en la idea de baloncesto que cuajó la temporada pasada. Uno que llegó con Doncic (fue pick 33 en el draft de 2018) y evolucionó de suplente a compañero de backcourt del esloveno. De recurso a importante, de cara B a esencial generador secundario. Un lujo si faltaba Doncic pero, y esto es crucial y se tiende a pasar por alto, un compañero imprevisto pero ideal para él, una válvula de escape en su obligación constante de generar: una trampa cuando las defensas se cebaban con la megaestrella. Sin él, Spencer Dinwiddie pasa de tercero (otro lujo) en esa rotación de backcourt a tener que hacer de segundo, el puesto que era de Brunson. Eso deja un lugar sin rellenar, el del bastón para el quinteto si falta uno de los otros-suplente de lujo si juegan los titulares. Dinwiddie, que era estupendo en ese rol, puede anotar mucho, pero no tiene la eficiencia del actual Brunson y, sobre todo, no tiene la capacidad de generar y conectar al equipo cuando la bola está en sus manos y no en las de Doncic.
Los Knicks, con tampering muy poco disimulado (el fin justifica los medios) le dieron finalmente más de 100 millones por cuatro años al menudo pero brillante Brunson (1,88, 26 años), que creció en el área de Nueva Jersey y tiene a su padre trabajando en la franquicia neoyorquina, donde por ahora están encantados con su nuevo playmaker: 20,8 puntos, 6,7 asistencias y menos de dos pérdidas por partido.
Christian Wood, la wildcard de los ‘nuevos’ Mavs
Los Mavs tienen ahora a un JaVale McGee al que, aunque todavía puede ser útil en tramos cortos en pista, le han pasado ya los mejores días. Están reintegrando a un Tim Hardaway Jr recuperado de la lesión que le apartó la temporada pasada, y con el alero (y su contratazo hasta 2025) también regresa el debate sobre cómo de mejores o peores son los Mavs con sus puntos (mejores) y sus lagunas en defensa y selección de tiro (mucho peores). Y tienen a Christian Wood, el verdadero factor X del posible crecimiento del equipo. Un pívot con mucho talento y, hasta ahora en su carrera (trotamundos por algo), pocas ganas de defender y poca capacidad para lidiar con los malos tiempos.
En verano, Wood era la wildcard, la apuesta, un jugador que por lo demás chocaba contra la base (en esa tensión estaba la oportunidad... y el riesgo) que construyó Kidd el año pasado: más finura que sacrificio, más puntos que intangibles. Algo que necesita Doncic para no pelearse solo contra el mundo, pero también algo que puede inquietar a un entrenador cuya inercia en los últimos minutos es defender a fuego y que Doncic haga todo en ataque rodeado de tiradores abiertos. El spread pick and roll que se usa de forma masiva en la NBA pero que algunos llevan a sus últimas consecuencias: aquel Harden de los Rockets, este Doncic de los Mavs.
Wood es (o podría ser, o debería ser) muy bueno, quiere ser all star y quiere (tiene 27 años) un gran contrato en verano porque será agente libre. Está jugando 24,6 minutos de media, su mínimo en el último trienio. Mete 16,6 puntos y coge 7,5 rebotes, también por debajo de su última estancia en Houston Rockets (19,1+9,9). Y lo peor es que ya ha aireado su disgusto por jugar poco... sobre todo en los últimos cuartos. Por ahora (y a la espera de tiempos mejores) al menos sin salidas de tono, a pesar de que los números y las sensaciones refuerzan la idea de que seguramente debería jugar más en un equipo que sufre mucho para anotar, cuando Doncic empieza a estar visiblemente cansado o cuando las defensas tienen descifrado un plan de ataque que es más previsible sin Brunson. Kidd, imaginamos, sigue sin fiarse de la capacidad defensiva del pívot y vive con la sensación de que si consigue que no les metan, Doncic sí cazará las suficientes. Es difícil sacar a la mayoría de entrenadores de ciertas zonas de seguridad, más si el modelo tuvo éxito hace solo unos meses.
Sin el engranaje Doncic-Brunson, los Mavs han pasado de 23,4 asistencias de media a 20,5. No hay nadie que pueda poner la bola en el suelo y mover al equipo más allá del esloveno y Dinwiddie. Y, para rebajar más la eficacia del sistema, están tirando peor Dorian Finney-Smith (de rondar el 40% en triples a estar por debajo del 34) y sobre todo un Reggie Bullock que ha empezado a un nivel horrible la temporada (justo por encima del 30% en tiros totales, por debajo en triples). La capacidad de ambos para defender en nivel elite y anotar los triples liberados cuando había que meterlos fue una de las claves del éxito de los Mavs 2021-22. La cuestión ahora es sin mejorarán lo suficiente (algo deberían, aunque solo sea por pura corrección estadística) y si lo que vimos el pasado curso fue o no excepcional. Si es así, los Mavs tienen otro problema muy serio.
Con la peor cifra de asistencias y el ritmo de juego también más bajo de toda la NBA, los Mavs se abocan a la emboscada de los últimos cuartos. Lo fían todo a que Doncic no falle y, sobre todo, a que Doncic no se canse. Y eso es un condicional demasiado grande. No para partidos concretos sino como modelo sostenible, especialmente si se piensa en los playoffs. No para batallas: para guerras. Y estos Mavs, sea justo o no, ya van a ser medidos en las guerras.
Más allá de ese citado usage que ronda el 40% y que supone una cifra ilógica para Doncic (incluso con sus 23 años), Second Spectrucm (una fuente esencial de la información detrás de la información) sitúa en un 45% el peso total de Doncic en las posesiones de los Mavs. Le siguen, ya por debajo del 40% Tyrese Haliburton (39) y Ja Morant (36). Los Mavs necesitan todavía más de Doncic que la temporada pasada en un modelo más centrado en su estrella y menos diversificado. Hasta el extremo si Kidd no empieza a confiar en Christian Wood en los últimos cuartos, como finalizador. Es difícil medir a los Mavs. A veces pierdes la fe y enlazan un tramo de partidos excelentes. Y cuando la has recuperado, llenan el manuscrito de borrones. Pero a largo plazo y con la vista en playoffs y en ser mejores que la temporada pasada (listón tal vez irreal, pero en todo caso muy alto), no parecen un equipo cuyo inicio de temporada haya traído buenas noticias. Queda mucho, así que ya veremos.