Clark ya es un terremoto
Indiana Fever, la franquicia de una base que maravilla tras el parón olímpico, se ha convertido en el epicentro del crecimiento de la WNBA.
¿Cómo de buena va a ser Caitlin Clark? Esa era la pregunta antes de que comenzara esta temporada, que se puede considerar crucial en la historia de la WNBA precisamente por la llegada de la base de Des Moines (1,83, 22 años), esa revolución en movimiento (la Pete Maravich con coleta, la llamaban ya en sus años de instituto) que transformó el baloncesto universitario y puso el último torneo nacional femenino por delante, en atención y audiencias, del masculino. Pero ¿cómo se trasladaría su juego al nivel profesional? ¿Cómo se adaptaría a esa WNBA donde las veteranas la esperaban, a ella y a la descomunal maquinaria mediática que la acompaña, con una mezcla de fascinación y recelo? ¿Sería capaz la liga de aprovechar su tirón atómico para dar el salto exponencial que permitiera hablar de la WNBA antes de Caitlin Clark y la WNBA después de Caitlin Clark?
Pues, con la regular season en su tramo final, las respuestas a todas esas preguntas son positivas. Y una leyenda (y pionera) como Nancy Lieberman lo tiene claro: “Es la que va a hacer que muchas otras jugadoras sean multimillonarias. Como lograron en su día en sus competiciones Michael Jordan o Tiger Woods. No deberíamos criticarla, ni limitarnos a tolerarla. Deberíamos celebrar su éxito”. Las críticas a las que refiere, un murmullo permanente en redes sociales, han venido desde varios frentes, de exjugadoras históricas como Sheryl Swoopes a las voces dentro del gran público que siempre acompañan, parece que no se puede tener lo bueno sin lo malo, a fenómenos mediáticos de tanta magnitud: Clark es una de las figuras más seguidas y analizadas de la historia del deporte femenino estadounidense. Una máquina de convertir en oro todo lo que toca que cambió las reglas del juego en sus cuatro años en la universidad de Iowa, el equipo de su tierra, y está arrasando también en su primera temporada de la WNBA. Puede que no haya logro mayor, de hecho, que estar a la altura de las (a veces desquiciadas) expectativas que se fijaron para ella cuando fua la cantadísima número 1 del pasado draft, un gordo de la lotería histórico para Indiana Fever.
“¡Hola, haters!”, se burlaba LeBron James en sus redes mientras Clark se exhibía en pista, jugando a toda velocidad para unas Fever que han ganado seis partidos de siete desde que la WNBA regresó de su mes de parón olímpico. Que acaban de enlazar dos noches de más de 100 puntos por primera vez en su historia y que han convertido un terrible 1-8 inicial (entonces se hablaba de demasiadas pérdidas y estadísticas huecas de Clark) en un 17-16 que las pone en positivo por primera vez desde junio de 2019, en ruta hacia su primer billete para playoffs desde 2016. La franquicia llevaba 189 partidos seguidos, un récord para el bochorno en la competición, sin superar el 50% de victorias.
Hacia el premio de Mejor Rookie... y mucho más
Desde ese parón durante el que se debatió hasta la náusea si Clark tenía que haber estado con el Team USA en París, aunque fuera solo para recoger los frutos del foco mediático que siempre persigue a la espectacular base, sus números impresionan: 24,6 puntos, 5 rebotes y 9 asistencias. Ya cerca del 40% en triples con una distancia media en sus tiros de 8,4 metros, mayor que la más lejana promediada en una temporada por Stephen Curry, que tiene el récord de la NBA con sus 8,2 metros de los 2020-21. Si en la recta final de temporada promedia 18,3 puntos y 5,9 asistencias, y parece una apuesta muy sencilla confiar en que lo hará, batirá el récord de puntos de una temporada rookie (ya tiene los de triples y asistencias) y el de asistencias totales, de cualquier jugadora. Ya repartió 19 en un partido y dejó atrás una marca (16) que sobrevivía en la WNBA desde 1998.
Clark ganará el premio a la Rookie del Año. Empieza a tener una ventaja notable, por narrativa y sensaciones, con respecto a Angel Reese, la ala-pívot de Chicago Sky que ha batido el récord de rebotes en una temporada de la WNBA y que ha sido azuzada como némesis de Clark (cuestiones de raza incluidas) desde los años de universidad. Pero Clark, que va a más de forma estruendosa, promedia ya, amortizado su inicio más discreto, 18,7 puntos y 8,4 asistencias. Genera entre puntos y pases el 37,3% de los puntos de su equipo, lo que sería la mejor marca de la historia, si la mantiene, en una temporada WNBA completa (ahora el récord es el 36,8 de Courtney Vandersloot con las Sky en 2020: temporada abrevidada por la pandemia).
Ya ha batido el récord de partidos con al menos 20 puntos y 10 asistencias en una temporada y está novena en la primera categoría, en toda la liga, y primera en la segunda. Ni en la WNBA ni en la NBA ha habido nadie capaz de ser el mejor en una temporada en triples y asistencias (Curry ha sido primero y tercero, James Harden tercero y primero), algo que está muy cerca de conseguir una Clark que, además, se genera como nadie sus propios puntos: es la que menos asistencias recibe para sus canastas, hasta un 64,4% creadas por acciones individuales. Y nadie, claro, tiene nada ni remotamente parecido al efecto mediático que ella, un imán, está generando para sí misma, para las Fever, y para toda la WNBA. El reciente partido contra Seattle Storm, por ejemplo, superó los 2,3 millones de audiencia televisiva, algo que solo lograron cinco de toda la temporada regular 2023-24 de la NBA. Hasta 18 de los 20 partidos más vistos del curso (con subidas en promedio de audiencias que van más allá del 300%) la han tenido a ella como protagonista.
Televisión, entradas, camisetas...
Porque en lo mediático, un asunto crucial en esta temporada 2024 para la WNBA, la era Caitlin Clark también está siendo un éxito sin precedentes. Las cifras económicas y de impacto televisivo y en redes sociales alcanza o incluso superan todos los vaticinios. En Indianápolis pueden alardear de ser el equipo con mejor asistencia de toda la WNBA tras un aumento del 264% en la venta de entradas para el Gainbridge Fieldhouse desde que comenzó la temporada el pasado 15 de mayo. La locura por este equipo se ha trasladado también a otras ciudades en las que el equipo juega como visitante y en las que se suelen ver numerosas camisetas de la estrella de las Fever en las gradas. En Atlanta, el State Farm Arena llenó sus casi 17.000 asientos, mientras que en Las Vegas, las Aces se decantaron por cambiar el pabellón de juego y disputar el encuentro en el T-Mobile Arena al que acudieron 20.000 personas.
Según Indiana, más de 230.000 aficionados han asistido a ver los partidos que el equipo ha disputado fuera de casa, lo que supone una media de más de 15.000 personas por choque. En casa, la cifra supera los 200.000 aficionados con un 100% de entradas vendidas. El impacto de Caitlin Clark es indiscutible, pero tanto desde la WNBA como desde el propio equipo se intenta despersonalizar (en la medida de lo posible) el crecimiento. La directora general de Pacers Sports & Entertainment, Mel Raines, comentó en un comunicado que “durante años se ha construido un equipo joven y con talento al que la gente desea apoyar”. Aunque Clark es la obvia punta de lanza del proyecto, también son importantes la veterana tiradora Kelsey Mitchell y la pívot Aliyah Boston, otro gran proyecto de estrella (22 años) y y número 1 del draft un año antes que Clark, en 2023.
Los elevados números de asistencia se traducen también en un boom en la tienda del Gainbridge Fieldhouse, que mejora sus números un 1.000%, al igual que también lo hace la venta de camisetas, que ha crecido en un 1.193%. Y entre otros datos curiosos que se han producido en el pabellón de Indianápolis, la franquicia ha compartido el dato de que la venta de cerveza ha crecido un 740% con respecto del curso anterior.
Además, en un periodo de descanso para otras grandes competiciones estadounidenses, Indiana Fever se alzó como el equipo con más interacciones de redes sociales en el país durante el periodo abril-junio. En total, se han registrado 800 millones de visualizaciones a vídeos de redes sociales, han ganado 1,3 millones de seguidores y han multiplicado por diez las interacciones en la aplicación y en la página web.
Indy 2025, a por el mejor All-Star de la historia
La WNBA confirmó también que el All-Star del próximo año se jugará en el Gainbridge Fieldhouse tras el éxito de la pasada edición celebrada en Phoenix en la que se superaron los 16.000 espectadores y se alcanzó una audiencia de 3,3 millones de espectadores. Será la primera vez en la historia que Indiana acoja esta gran cita, que tendrá lugar el 19 de julio de 2025.
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