El anotador más grande de la historia del baloncesto
Oscar Schmidt tiene su nombre escrito en letras de oro en el deporte de la canasta; sus 49.737 puntos le convierten en el máximo anotador de siempre.
“Tengo que agradecer a la FIBA, la entidad en la que ge jugado toda mi vida. Agradezco a Dios que me haya dado un físico para jugar hasta los 45 años y jugando bien hasta los 45 años. Tengo que decir que mi vida fue muy linda”. Son palabras de Oscar Schmidt (Natal, 1958), una leyenda del baloncesto en Sevilla. Leyenda como pocas que también ha entrado, con todo merecimiento, en el Hall of Fame del baloncesto español. Un reconocimiento que lo eleva como el segundo representante del baloncesto internacional en nuestro Salón de la Fama, tomando el relevo del gigante Sabonis.
Mano Santa estuvo dos temporadas en Valladolid (28,3 puntos de media), ostenta el honor de ser el jugador que más ha anotado a lo largo de su carrera deportiva (49.737), una cifra que le pone incluso por delante del inalcanzable para todos los demás Kareem Abdul-Jabbar. Además, durante años tuvo el récord de más triples en un partido ACB (11 de 19 intentados). Una auténtica metralleta que se muestra sinceramente agradecida con el honor de pertenecer a tan selecto grupo como es el Hall of Fame de la FEB: “Tengo que agradecer a la FEB. Es un honor increíble. Pertenecer a un Hall of Fame es una cosa tremenda”.
Las viejas batallas en las canchas de Europa, como aquella mítica final de la Recopa en 1989 ante el Real Madrid de Drazen Petrovic (”Nunca había visto, creo, a nadie hacer más de 40 puntos en un partido y él metió 63″), y, por supuesto, su compromiso con la selección brasileña, con la que dejó algunos de sus momentos más inolvidables, componen la imagen panorámica de la tremenda historia de un jugador irrepetible que se hizo a sí mismo a través de su constancia en los entrenamientos, tirando unas 1.000 veces cada día hasta pulir uno de los lanzamientos más letales que se hayan visto en una cancha de baloncesto: “Mi padre murió hace unos años. Mi madre sí vive. Y a ellos se lo agradezco y también a la familia que yo he hecho”.
Pudo jugar en la NBA, los Nets le tentaron tres veces, pero ir allí le habría impedido seguir defendiendo los colores de Brasil, “lo más grande que hice en mi vida” asegura. Se retiró con 45 años, tras haber disputado cinco Juegos Olímpicos (sus 55 puntos ante España en Seúl siguen siendo la mejor marca olímpica de siempre) y haberse colgado la medalla de bronce en el Mundial de Filipinas en 1978. Y después de haber iluminado este deporte con más puntos que nadie.