El Partizán de Fuenlabrada y su increíble historia
El club serbio regresa a la élite con Zeljko Obradovic en el banquillo 30 años después de ganar una Euroliga en la que jugó en la ciudad madrileña como local.
El 16 de abril de 1992 un triple de un Djordjevic todavía con pelo tras una alucinante suspensión en carrera girándose en el aire frente al base del Joventut Tomás Jofresa le daba, a tres segundos de la bocina de la final, la Copa de Europa al Partizán de Belgrado. La gran conquista de los enterradores, como se conoce a los aficionados del club que viste de negro, que les convierte en uno de los 11 de la actual Euroliga que ha ganado el torneo. Un triunfo del que se cumplen 30 años. Tres décadas del Partizán de Fuenlabrada, así se le llamó porque jugó la fase previa en el municipio de la Comunidad de Madrid por la guerra de Yugoslavia creando un gran vínculo, que sigue vivo, entre la ciudad y el club.
Aquella temporada, la más dura en lo emocional (“La cancha fue nuestra salvación”, diría Djordjevic), fue también la más triunfal de los de Belgrado, que volvieron a la Final Four en 2010 para alejarse luego de la élite. No participaban en la Euroliga desde 2014 y ahora regresan con Zeljko Obradovic, de 62 años, en el banquillo, como en aquel curso en el que el técnico serbio pasaba en el verano de 1991 en cuestión de horas de prepararse como jugador con Yugoslavia para el Eurobasket a colgar la botas y aceptar el puesto de primer entrenador del Partizán. La leyenda Dragan Kicanovic, entonces en los despachos, apostó por él, y el maestro de entrenadores yugoslavos, Asa Nikolic, ejerció de consejero durante la campaña.
Obradovic tenía solo 31 años y meses después, al frente de un equipo con una media de edad de 21, se proclamaba campeón de Europa. Lo hacía con Djordjevic y un jovencísimo Danilovic de referentes, pero también con Kropivica padre (el hijo está ahora a sus órdenes) e Ivo Nakic, un croata en un Partizán serbio en plena guerra y que no abandonó el grupo pese a sufrir enormes presiones en su país. Y un imberbe Rebraca. Y Nikola Loncar, que ya es también español: “Sin saber bien qué pasaba nos vimos jugando en Fuenlabrada, en un pabellón (el Fernando Martín) que era fenomenal en aquel momento (inaugurado en septiembre de ese mismo 1991). Hasta el final de nuestras vidas estaremos agradecidos porque pasamos el mejor año que recuerdo como deportista”.
José Quintana, actual presidente del Fuenlabrada y entonces alcalde, desempeñó un papel importante para que el Partizán jugara en España: “Lo elegimos porque era un equipo joven, como la ciudad, y se convirtió en el nuestro”, y así fue incluso ante rivales españoles como el Estudiantes y el Joventut.
Hoy, aquel jovencísimo técnico es leyenda viva del baloncesto, el más laureado de siempre, ganador de nueve Copas de Europa con cinco escuadras diferentes (Partizán, Joventut, Real Madrid, Panathinaikos y Fenerbahçe). Zeljko ha vuelto a casa para cerrar el círculo con un Partizán que apuesta por los jóvenes pero que es ambicioso, en la pelea por una plaza de playoff con jugadores importantes como Exum, Punter, Nunnally, Papapetrou, LeDay y Lessort, y también con algún problema de lesiones (Avramovic, Smailagic y Koprivica). El presupuesto, un tercio que el del Madrid o el del Barça (puede rondar los 14 millones), es inferior a la ilusión que genera un proyecto, en el que Zoran Savic es el director deportivo, capaz de vender 11.500 abonos y congregar a casi 17.000 aficionados de media en los cinco primeros partidos como local en el Stark Arena (19.011 en el último ante el Maccabi).
Ese Partizán, que fue de Fuenlabrada hace 30 años, está de vuelta. No jugaba en Madrid en la Euroliga desde febrero de 2014. Le aguarda un Real que le ha ganado 18 veces en 20 encuentros y que encadena cuatro triunfos e iguala en la segunda plaza (balance de 6-3) con el Olympiacos, el Barça y el AS Mónaco. Un Madrid con Musa (más talento balcánico) que viene de anotarle 28 puntos al Valencia Basket en La Fonteta.
“Es un equipo atlético y con mucha energía, que juega con buen ritmo y tiene gran capacidad al poste bajo y en el uno contra uno, y cuenta con un grandísimo entrenador”, dice Chus Mateo del Partizán. Un Mateo que en aquel lejano 1991, con solo 22 años, asomaba ya la cabeza en las categorías de base del Real Madrid. Y que estaba en el club cuando Obradovic era el primer entrenador merengue (1994-97) y que coincidió, ambos como ayudantes de Javier Imbroda en la 2002-03, con Josep María Izquierdo, segundo de Zeljko en el Joventut, el Fenerbahçe y ahora de nuevo en el Partizán. Aquí hay historia.
Sasha Djordjevic: “Supimos conectar con la gente, que se volvió loca con nosotros”
“Fuenlabrada no era un centro de baloncesto y fue idea del alcalde (José Quintana), que quiso tener un equipo de nivel. Los tres equipos de la ex-Yugoslavia jugaron en España: la Jugoplastika en A Coruña, la Cibona en Puerto Real (Cádiz) y nosotros en Fuenlabrada. Fueron los días más difíciles de nuestra vida y de la historia del país: no había ni gasolineras, ni vuelos… Embargo total. Poco a poco la relación con la gente en Fuenlabrada creció. Nosotros, los serbios, cuando jugamos al baloncesto lo hacemos para dar emociones a los que nos vienen a ver. A lo mejor supimos conectar con esa gente, que se volvió loca poco a poco con nosotros. El pabellón siempre estaba lleno, sobre todo, cuando vinieron el Estudiantes y el Joventut. Fue un grupo muy, muy bueno. Algunas veces estábamos dos o tres semanas en Madrid, viviendo en un hotel, empapándonos de vuestro idioma, de vuestra cultura… No quisimos viajar siempre. Por eso poco a poco creció esa relación, que fue más que una amistad. Y nos dio tiempo a aprender algo de español... ¡Bingo!”.
Predrag Danilovic: “Una de las experiencias más bonitas de mi vida”
“No sabíamos dónde estaba Fuenlabrada, pero rápidamente tuvimos una bonita conexión con esta ciudad. Creo que es una de las experiencias más bonitas de mi vida. No nos hicieron sentir como extranjeros, sino que nos sentimos como en casa. La gente de Fuenlabrada nos facilitó mucho las cosas. Recuerdo que en el último entrenamiento que tuvimos aquí me regalaron un tarta. Era mi cumpleaños y me hizo mucha ilusión. Luego llegaría el triple de Djordjevic en la final, yo fui el MVP... Recuerdo que nunca tiramos la toalla; ni con la canasta de Tomás Jofresa. Cuando metió el triple Sasha estaba ¡tan feliz!”.