ENTREVISTA
Djordjevic: “Me gustaría entrenar al Madrid, pero no ahora”
El seleccionador serbio visitó AS para hablar de la Euroliga, su país, el Madrid y los rumores que le colocaban como sustituto de LasoReal Madrid - Brose Bamberg: Euroliga 2018
—¿Quiénes son sus favoritos para estar en la Final Four?
CSKA, Barça, Madrid y Olympiacos. Dije Panathinaikos antes de que empezara la temporada y ahora lo cambió por Olympiacos. Fenerbahçe puede ser la sorpresa, aunque no sería tan sorpresa. La semana pasada Obradovic hizo unas declaraciones fuertes y, a lo mejor, el profesor ve algo que nosotros no vemos.
—¿Y para ganarla?
—Espero por mi capitán, por Milos Teodosic, que gane el CSKA. Además, ahora con Kirilenko creo que son un equipazo. Ya no se espera al Kirilenko de antes, pero es un tío muy inteligente. Para mí va a entender su rol en un equipo que marchaba muy bien.
—En 2012 y 2013 parecía que el CSKA iba a ganar sí o sí. ¿Qué falló?
—Hace 23 años pasó lo mismo, cuando aquellos niños de la Serbia en guerra ganaron a ese equipazo que era el Joventut. Y lo hicieron con un último tiro en el último segundo. A ellos les pasó lo mismo con la canasta de Printezis. La Final Four es bella por eso. Nosotros que creemos entender este deporte, hablamos y ponemos teorías sobre la mesa… Pero viene uno con su tirito y ‘ciao’.
—La semana pasada aquellos jugadores que pudieron con el Joventut se juntaron para echar una pachanga a favor del Partizán.
—Le aseguro que lo pagué. La única parte de mi cuerpo que no me dolía era mi cabello (Risa). Fue un acto organizado por la afición del Partizán porque el equipo tiene problemas económicos. Invitaría a todo el mundo a que fuera a Belgrado para vivir ese ambiente.
—¿Cuántas veces le han pedido repetir ese triple?
—Un par de veces. En el partido del décimo aniversario de aquel título tuve que repetirlo.
—¿Cómo fue aquella canasta?
—Antes no podías pedir tiempo muerte después del tiro libre. Danilovic estaba fuera por cinco faltas. Yo siempre dije que la canasta más importante fue el triple anterior que nos permitió empatar a 50 segundos del final.
—Durante la guerra, les tocó jugar en Fuenlabrada, ¿cómo fue?
—Fuenlabrada no era un centro de baloncesto y fue idea del alcalde, que quiso tener un equipo de nivel. Los tres equipos de la exYugoslavia jugaron en España: la Jugoplastika en A Coruña, el Cibona en Puerto Real (Cádiz) y nosotros en Fuenlabrada. Fueron los días más difíciles de nuestra vida y de la historia del país: no había ni gasolineras, ni vuelos… Embargo total. Poco a poco la relación con la gente creció. Nosotros, los serbios, cuando jugamos al baloncesto lo hacemos para dar emociones a los que nos vienen a ver. A lo mejor supimos conectar con esa gente, que se volvió loca poco a poco con nosotros. El pabellón siempre estaba lleno, sobre todo, cuando vinieron el Estudiantes y el Joventut. Fue un grupo muy muy bueno. Algunas veces estábamos dos o tres semanas en Madrid, viviendo en un hotel, empapándonos de vuestro idioma, de vuestra cultura… No quisimos viajar siempre. Por eso poco a poco creció esa relación, que fue más que una amistad.
—¿Le dio tiempo a aprender español?
—Sí, sí… ¡Bingo! Poco a poco fuimos aprendiendo.
—Su carrera se repartió entre Serbia, Italia, España… ¿dónde fue más feliz?
—Yo viví la época dorada de Bolonia. La llamaban Basket City. Fue una rivalidad increíble entre el Virtus de Danilovic y mi Fortitudo. Mi equipo, con el dinero de la familia Seragnoli, quiso ganar. En pocos años pasaron de la Segunda División a jugar la primera final de su historia. Para un deportista era la ciudad perfecta, porque la vivías cada día. Todo el mundo sabe ahí de baloncesto y había mucha relación con los aficionados. Incluso nos íbamos con los seguidores a tomar algo. Se creó esa relación enorme. Cuando se jugaba ese derbi, todo el movimiento basket sentía esa grandeza. Jugué allí mi mejor baloncesto a nivel personal; muy maduro, muy seguro…
—Coincidió además, con el oro que ganó Yugoslavia en el Europeo de Grecia.
—Nosotros tuvimos un embargo en el 92. Tres días antes de entrar en Barcelona para los Juegos Olímpicos nos echaron a todos los deportistas de Yugoslavia. Nos dijeron: “Vosotros no podéis entrar”. Los tres mejores años de toda nuestra generación los pasamos sin competir. El de 1995 fue el primer campeonato europeo en el que nos dejaron jugar como Yugoslavia. Lo ganamos en Atenas con un partidos histórico entre Yugoslavia y Lituania: Sabonis, Kurtinaitis, Marciulionis contra Divac, Danilovic, Paspalj, Savic… Fue una final increíble y ahí floreció de nuevo ese interés por el baloncesto.
—En aquella final metió 9 triples (acabó con 41 puntos).
—Me costó muchísimo (Risas). Acabé cansado…
—Si tuviera que elegir sus tres mejores partidos…
—Estaría ése. Tras ese encuentro llegó ese momento de liberación, de ser los mejores de Europa después de haber estado sin electricidad, sin comida… Fue una fiesta nacional.
—Después jugó en el Madrid y el Barcelona, ¿de qué equipo guarda un mejor recuerdo?
—Como jugador y como persona soy responsable y exigente conmigo mismo. Fui un muy buen profesional: sentí los colores en ambos equipos e intenté exprimirme al máximo. Una de mis hijas nació en Madrid y la otra en Barcelona. Estoy muy orgulloso de ambas etapas.
—Cuando ganó con el Madrid la Liga en el Palau, Nacho Rodríguez le sacó a empujones de la pista. ¿Volvió a hablar con él?
—Lo vi una vez. Con Nacho jugué, ganamos juntos una Liga y la Korac. Es un chico estupendo, un deportista ejemplar, pero para mí él cometió un error enorme. Él no estaba en el Barcelona cuando ganamos el quinto partido en Madrid; el mismo jugador salió con el mismo gesto y nadie del Madrid me hizo lo que hizo él. Para mí el juego limpio es lo primero y luego viene todo lo demás.
—Sale del Madrid en 2002, justo cuando acaba de conseguir la nacionalidad española.
—Recuerdo una comida con Sergio (Scariolo) en la que le dije que no me sentía con ganas de seguir. Pasaron muchas cosas. No había dinero. Soy una persona responsable y no me sentía bien. Ese año tuve una oferta de Obradovic para jugar en el Panathinaikos y le dije que no, que odiaba el baloncesto, que no me divertía. Hubiera sido un hipócrita si hubiera ido a coger mi dinerito y ya está, aunque podría haberme devuelto el amor por el baloncesto. Estaba desilusionado. Me quedé aquí en Madrid y me tomé un año sabático para limpiar mi cabeza y recuperar mi amor por el baloncesto.
—¿Se hubiera divertido más en el Madrid actual?
—Juegan de maravilla. Alberto Herreros tiene mucho mérito. Conoce el juego y sabe cómo se gana; ve el baloncesto de una manera acertada. El juego que ha desarrollado el Madrid en los últimos dos años es espectacular, el mejor de Europa. Lo digo como un aficionado más. Mi enhorabuena a los directivos y a Laso, que están haciendo un gran baloncesto, que engancha y gusta.
—Pero sigue viendo al CSKA como el favorito.
—A mí siempre me gustó jugar para el que, sobre el papel, fuera menos favorito. Tuve opciones de firmar por el Cibona de Petrovic, pero yo quería jugar contra él; ganarle. También pude ir a la Jugoplastika con Kukoc y Radja, pero tampoco, quería ganarles.
—¿Qué pasó con Petrovic? ¿Es cierto que le vetó para jugar con Yugoslavia?
—Sí. Fue un enfrentamiento después de una eliminatoria. Ganaron tras dos prórrogas en Zagreb y cuando les estábamos dando la enhorabuena, vino en chándal y me dijo: “No volverás a jugar con la selección”. Fue el mejor de todos los tiempos. El Europeo se disputó en Zagreb en 1989 y tres días antes de que eligiera a los 16 jugadores que iban a ir al campeonato, Ivkovic hizo una declaración. “Djordjevic es el mejor base de Yugoslavia con una temporada excepcional”. Ganamos la Korac, ganamos la Copa de Yugoslavia… Pero ni me dio la oportunidad de luchar. Ahora cuando lo veo como entrenador, creo que esa decisión fue muy acertada. Petrovic metía los puntos que quería, pero en defensa.... Si tú metes a otro jugador muy ofensivo, eso no funciona. Giannakis y Gallis, ¿por qué funcionaban? Porque uno hacia al otro mejor. Ivkovic metió a Radovic y Zdovc, un defensor increíble. Ivkovic pensó: ¿para qué tener dos con el balón cuando tengo uno que mete 40? Jugamos en su ciudad… Esté no me sirve.
—Pero entonces, no se lo tomó igual de bien, ¿no?
—Qué va… Como ahora le pasa a los jugadores. Ahora te enfadas porque cometen los mismos errores que cometías tú antes.
—Le tocó a usted en el Mundial. ¿Qué pasó con Micov?
—Fue su gesto de indisciplina. Yo no inventé las reglas de la selección, de cualquier selección. Si un jugador te responde mal, se acabó. Además, lo eché del vestuario tres minutos antes del descanso y cuando entramos en el vestuario, ya no estaba ahí. Había cogido sus cositas y se había marchado a casa. Su carrera en la selección se ha acabado.
—¿Cree que hay un problema de disciplina?
—La cosa es compleja. Antes los jugadores salían siendo estrellas en el país. Ahora muchos se marchan con 20-21 años sin estar formados, no sólo como jugadores sino también como personas. Basta con hacer diez buenos partidos para salir. Se van al Turow, a Ucrania… Nuestro baloncesto no saca provecho de sus propios jugadores. Aunque yo no soy quién para decirles lo que tienen que hacer. Pero sí que es cierto que nos falta esa ambición que existía antes de volver con la medalla. Sólo así crece nuestro baloncesto. Después de este verano, con la plata del Mundial, nuestro ambiente ha crecido: el valor de los jugadores, el deseo de estos por vestir la camiseta de la selección... Hace un año, por ejemplo, Micov no quiso jugar. Ahora el tren es bonito y todos quieren subirse.
—¿Ése era el reto que tenía?
—En la primera reunión con todos los jugadores se lo dije: “Os pido que restauréis el credo en el baloncesto, que devolváis al baloncesto al puesto en el que debe estar en nuestro país”. Durante años hubo muchos enfrentamientos entre Estrella Roja, Partizán… Y en la prensa sólo aparecía el lado malo del baloncesto. Para mí eso era inconcebible. Esa fue mi intención: reconstruir la credibilidad en el baloncesto.
—Laso suele decir que el Laso jugador no hubiera tenido sitio ahora en el Madrid. ¿El Sasha entrenador y el jugador se hubieran entendido bien?
—No lo sé… Me gustaba mucho el Djordjevic jugador. No sólo aportaba en la pista, aportaba también en el vestuario. Ése es mi principal objetivo al trabajar con Teodosic: enseñarle la complejidad del rol de líder. Yo tenía mucho peso en mis equipos y estoy orgulloso de mis relaciones personales con mis antiguos excompañeros y con mis rivales.
—¿Qué retos se marca como entrenador?
—Ahora tengo una responsabilidad con mi familia: con mis hijas, que tienen 15 y 11 años, y con mi mujer, que me siguió siempre. Yo acabé mi carrera de jugador y tengo que adaptarme a la vida de mi familia y decir a veces que no. Ser padre para mí es muy importante. En este momento soy seleccionador y rechacé algunas oportunidades para entrenar a clubes después del Mundial. Pienso que mi reto es Serbia y quiero hacerlo de lo mejor posible. No me interesa el dinero. Nada. Mi reto profesional es llevar a Serbia por primera vez a los Juegos en Río.
—¿Tuvo ofertas de España?
— Me voy a acoger a la quinta enmienda (risas). No, sí las tuve, pero en realidad eran más que nada intenciones de empezar a hablar, pero yo los rumores corte de raíz desde el principio. Tenía clara mi responsabilidad con la selección de Serbia, con la idea de seguir haciéndolo lo mejor que pueda. Tenemos un Europeo por delante que va a ser muy difícil. España saldrá a por todas para demostrar que son los mejores, y para mí lo son, aunque haya alguno que no juegue. Francia va a ir a por todas porque la fase final es en Lille. Alemania, con Nowitzki, Italia, que para en mi opinión es una clarísima candidata para las medallas... Y Turquía que, dentro de poco, va a ser una potencia por jugadores y por ambiente de baloncesto.
—Preguntábamos por esas ofertas, porque cuando el Madrid encadenó una racha de malos resultados en diciembre salió su nombre como posible sustituto de Laso. ¿Hubo algo?
—No, corté toda posibilidad enseguida. Ya sabemos cómo funcionan estas cosas. Salen los rumores en la prensa, se ve si hay alguna reacción y se empuja un poco después si hay posibilidades. Pero para tranquilidad de todos y por seriedad profesional, corté esos rumores, no sólo ese, sino otros que tenían más fuerza, como los de Olympiacos y un par de equipos de Rusia. La selección es mi prioridad. También fue un mensaje claro para los jugadores que quieran estar con Serbia.
—Pero, ¿en un futuro sí que le gustaría entrenar al equipo blanco?
—Por supuesto, como no. Cualquier entrenador querría. Nadie trabaja en esto para entrenar equipos inferiores o júniors. Todos queremos ese tipo de oportunidades. Podría ser dentro de un par de años o en los próximos 30.
—Porque si se ve muchos años como entrenador…
—De momento es un hobby muy guapo. Es broma. Claro que me veo mucho tiempo en esto. Estar en las canchas es mi pasión.
—Cuando estaba en activo como jugador, ya era un poco entrenador, ¿no es así?
—A mí ya me gustaba pensar en tácticas, transmitir ideas y sensaciones en la pista. Y tenía buena relación con los entrenadores, aunque reconozco que yo no era fácil de llevar.
—¿Cómo está viendo a Marjanovic, el MVP de la Euroliga?
—Hace cuatro años, cuando jugó en el CSKA, ya se vio su proyección, y antes ganó un Mundial júnior. Es el tipo de jugador que madura con los años. Está en el mejor momento de su carrera, porque ya entiende dónde está su ventaja en la cancha. En el Estrella Roja defiende a veces en zona, que le viene bien. En otros equipos se adaptaban a sus condiciones.
—Francia estará preparando la posible final del Eurobasket un poco mejor que España el año pasado. ¿Usted tuvo la sensación de que a España le podía pasar lo que le ocurrió en el Mundial?
—Pues la verdad es que sí. A España se le puede ganar en octavos y en cuartos. Si llegan a semifinales no es posible, porque ya han logrado su objetivo, estar en la lucha por las medallas. En Granada jugaron un baloncesto excepcional, increíble, pero parecía que tenían prisa por jugar la final y quitarse esos partidos de encima cuanto antes. En campeonatos anteriores, España perdió algún encuentro en la primera fase y luego creció y reaccionó. Eso le vino bien. Por mi experiencia, es mejor ir de menos a más para saber reaccionar cuando de verdad las cosas no van bien.
—Después de que España jugara contra Serbia, Orenga dijo que el respeto había que ganárselo en la pista, por aquella expulsión suya.
—Dije lo que dije. Yo tengo un patrocinador que me paga por hacerle publicidad. Si Orenga quiere publicidad, que me pague y a lo mejor se la hago.