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El verso libre de la gran dinastía

Klay Thompson se pasó 941 días sin jugar. Llegó a desesperarse y a no ver salida. Pero regresó y fue capaz de ser importante en el cuarto anillo de un equipo del que es parte esencial.

El verso libre de la gran dinastía
Nathaniel S. ButlerGetty

En una época en la que de todo se hacen memes, Klay Thompson actúa con tal naturalidad, está tan convencido a estas alturas (32 años) de quién es y cómo quiere vivir, que desactiva la amenaza viral aunque haga cosas genuinamente particulares, algunas francamente cómicas. Ya sea celebrar el anillo de campeón al grito de “holy cannoli”, compartir sus experiencias con Rocco, su bulldog, o airear el amor por los barcos y el océano. Después del cuarto partido de las Finales, cuando los Warriors salvaron el pellejo en el Garden y pusieron el 2-2, rumbo imparable ya hacia el 4-2 definitivo, Klay posteó una imagen suya sumergido en las aguas de la Bahía. Su terapia: “El océano tiene propiedades curativas. Cuando estás en el agua y miras al cielo de la Bahía, te sientes más cerca de Dios. Soy un acuario, así que siempre he amado el agua. Son los lugares en los que soy feliz, el mar y la cancha de baloncesto”.

Ese toque excéntrico, un carácter cada vez más especial, le ayudó en su día a ser la definición ideal de estrella obrera. A sacrificar muchas veces más que nadie por el bien de su equipo. A ponerse a las órdenes de Stephen Curry, Kevin Durant y hasta Draymond Green. Su aportación a la cultura de la Bahía, a la química del campeón, es esencial. Hablamos, no hay que olvidarlo, de un jugador que era capaz de anotar casi a su antojo. Que metió 14 triples en un partido, récord histórico. Y que es también el único con 37 puntos en un solo cuarto (13/13 en tiros, contra los Kings en enero de 2015) o con 60 puntos en 29 minutos y después de botar solo 11 veces y tener la bola en las manos 19 segundos. Por algo es el segundo mejor tirador de la historia y el eterno compañero del primero, Stephen Curry: la leyenda de los Splash Brothers.

Sería quedarse muy corto decir que este, el cuarto ya, ha sido un anillo especial para Klay. En lo en realidad anecdótico, porque se ha enfrentado a sus odiados Celtics. Nacido en Los Ángeles, creció animando a los Lakers porque su padre, Mychal Thompson, fue dos veces campeón con los californianos en los años 80. Nacido en Bahamas, había sido también (1978) el primer número 1 de draft no estadounidense. Pero hay más, claro. Esta vez, mucho más. Klay se pasó más de dos años fuera de las pistas, un tramo de 941 días de pesadilla entre el 13 de junio de 2019 y el 11 de enero de 2022. En el sexto partido de las Finales contra los Raptors, cuando dirigía un intento de remontada furiosa de los Warriors, se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Y después, en plena fase de recuperación, se rompió también el tendón de Aquiles. Hasta él, eternamente optimista, acaba de reconocer que el trance fue casi insoportable: “La primera lesión fue más fácil de aceptar. Nunca había tenido ninguna muy grave y esas cinco Finales seguidas se habían cobrado un precio en todos nosotros. Pero la segunda... ahí fue cuando pensé ‘pero qué coño está pasando aquí, tío’. Día tras días, haciendo ejercicios de rehabilitación en el agua, sin tocar siquiera una pelota de baloncesto...”.

Curry, Green, Iguodala... y Kerr, el núcleo duro de la Bahía

Klay no oculta que, seguramente, no hubiera tenido la actitud correcta, el aguante, sin sus eternos compañeros de viaje: el entrenador Steve Kerr y, claro, Curry, Green y Andre Iguodala. Con ellos tres, forma el primer grupo de cuatro jugadores con cuatro anillos juntos (2015, 17, 18 y 22) desde que lo hicieron con aquellos Lakers de los años 80 (el equipo que luego también fue de su padre) Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar, Michael Cooper y Kurt Rambis. Curry, Green y él son el trío con más victorias en las Finales (21) desde Magic, Kareem y Cooper (22). Y los tres jugadores con el mejor porcentaje de triunfos en playoffs: 70,3% él y Green, 69,4% Curry.

El 11 de enero, después de esos horribles 941 días, Klay regresó e hizo sonreír a toda la NBA, de punta a punta de la Liga. Anotó 17 puntos en casi 20 minutos, contra los Cavaliers. Después, el paso fundamental, demostró que podía volver a ser un jugador importante. 32 partidos de regular season (20,4 puntos y 38,5% en triples) y pleno en playoffs (19 puntos, 38,5%), donde ha sido el jugador de los Warriors con más minutos (792). En las Finales, recuperó en algunos momentos su mejor versión defensiva y sumó cinco triples en dos partidos, su mejor actuación (25 puntos) en ese cuarto en el que la vida de su equipo pendía de un hilo. Antes, cuando la cosa empezó torcida, había tranquilizado a todo el mundo al recordar que tenía “las vibraciones de 2015″. Entonces, los Warriors perdían 1-2 antes de jugar el cuarto partido contra los Cavs, a domicilio. Ganaron ese, los dos siguientes y el anillo. La misma hoja de ruta que han seguido ahora, en 2022.

Un futuro ligado a este proyecto de los Warriors

Curry y Klay llevan 1.012 triples en playoffs, ambos por encima del 40% (561 el base, 451 el escolta). La siguiente pareja de compañeros con más es Derek Fisher y Kobe Bryant (Lakers) con… 511. Cuando las cosas se pusieron duras de verdad, la unión de Curry, Klay y Green sacó a flote a un equipo único, legendario. Los tres, el verdadero big three de la Bahía (más allá del paso triunfal pero fugaz de Kevin Durant) solo habían jugado, entre lesiones de unos y otros, once minutos juntos en la regular season. Pero se trata, en este caso, de una cuestión de memoria genética. De cultura.

Klay dijo tras ganar su cuarto anillo (también ha sido cinco veces all star y oro olímpico) que empareja su camino al de su entrenador, Steve Kerr. Y recordó a lo que Michael Jordan afirmó con respecto a Phil Jackson: “Me pongo en modo Michael Jordan total (full Michael Jordan). Alineo mi carrera con la de Steve Kerr, no jugaré a las órdenes de ningún otro entrenador”. Lo tiene claro, ya con 32 años (número 11 del draft en 2011) y después de uno de los trances más terribles que puede vivir un jugador profesional, uno que ha puesto a prueba los límites del avance de la medicina deportiva moderna.

Klay volvió, jugó y fue importante. Y campeón, otra vez. Su lugar, con el océano de la Bahía y Curry y Green a su lado, es obvio: cobrará 40,6 millones la próxima temporada y 43,2 en la 2023-24, la última que los Warriors le aseguraron cuando, nada más romperse la rodilla, le dieron un contrato máximo: cinco años, 190 millones. Sin condiciones ni asteriscos. Eso también es cultura Warriors. La de un equipo único, la gran dinastía de nuestro tiempo, y un jugador maravilloso que es uno de los pocos de los que se puede afirmar que no hay nadie, absolutamente nadie, que no le tenga cariño. Que no le admire y no se alegre de sus buenas noticias, que le guarde el más mínimo rencor. Algo difícil en estos tiempos de memes virales. Será porque es acuario y por el agua de la Bahía. Y por Rocco, claro.