El día a día de Rudy Fernández
Rudy Fernández comentaba hace una semana a Rafa Nadal, durante la Gala de AS, que a su edad, los 37 años, un deportista va “día a día”, no mira más allá. Nadal, por cierto, sólo tiene un año menos. Sabe de lo que habla su paisano mallorquín. Por eso, cuando Susana Guasch preguntó a Rudy, tras la entrega de su Premio AS del Deporte, que si su objetivo era llegar a París para disputar sus sextos Juegos en 2024, el capitán de la Selección acotó rápido los tiempos: “De momento, el próximo año me veo en el Mundial, luego ya veremos…”. En su 20ª temporada profesional, y 12ª en el Real Madrid, Rudy saborea el baloncesto gracias a su inmensa capacidad de reinvención. Hace tiempo que perdió la explosividad de sus orígenes, aquella que le llevó a machacar en la cara de Dwight Howard en una final olímpica o a participar en el Concurso de Mates de la NBA. Ya no le vemos apenas penetrar a canasta, pero conserva un tiro exterior espléndido y se ha convertido en uno de los grandes defensores de Europa.
El último curso, además, añadió una cualidad a su colección de talentos: el liderazgo de grupo. Durante el Eurobasket comprobamos cómo Rodolfo Fernández daba ejemplo de sacrificio dentro de la cancha y de experiencia fuera de ella. Si un joven ve a un veterano rodar por los suelos en busca de un balón, no le queda más remedio que imitar a su mayor. Y si luego ese veterano lanza una bronca en un descanso por la actitud colectiva, tampoco queda otra que asumir la colleja y reaccionar. A ese Rudy le vimos con España. Y le seguiremos viendo con el Madrid. El pasado jueves, dos días después de la Gala, reapareció con el equipo blanco, tres meses después de su lesión. Las dos últimas imágenes que recordábamos de él eran con el trofeo de la Supercopa y con el oro del Europeo. Este martes vuelve a jugar, en la Liga ACB. Sigue su día a día. Para moldear su leyenda.