Del “asterisco” a los 10 anillos en 16 años: la rivalidad post Jordan que cambió la NBA
Lakers y Spurs, Kobe Bryant y Tim Duncan, Gregg Popovich y Phil Jackson. Tras Jordan, dos dinastías con batallas épicas dominaron la NBA.
El 13 de mayo de 2003, una historia que pudo ser muy distinta acabó siendo la que hoy es. A 14,7 segundos para el final del quinto partido de las semifinales de la Conferencia Oeste, los Lakers tenían en su mano ganar el partido. Parecía mentira, tras casi 48 minutos de auténtico bochorno angelino, una actuación desastrosa en la que llegaron a ir 20 puntos abajo, sin más argumentos que un Kobe Bryant que finalizó con 36 puntos, 7 rebotes y 6 asistencias, pero que parecía estar solo contra el mundo. Nadie daba crédito a que los Lakers pudieran vencer a los Spurs tras empezar perdiendo 2-0 la eliminatoria. La empataron en el Staples, pero el quinto asalto había sido neta y completamente de los Spurs. Sin embargo, los fantasmas del pasado llegaron y, como no podía ser de otra manera, el equipo angelino, tocado por una varita mágica, se sostuvo en torno a los 15 puntos de desventaja gracias a (atención) gente como Stanislas Medvedenko y Janneri Pargo, con Shaquille O’Neal sentado los primeros 5 minutos del último cuarto en el banquillo. Cuando el inabarcable pívot entró, el resultado era de 87-61. A poco más de 2 minutos, de 92-86. Con 95-91, un 2+1 tras rebote ofensivo de Shaq, que atrapó un caprichoso tiro de Robert Horry, dejó el partido 95-94. Y tras ello, la locura. Vivir para ver.
Los Lakers habían sido peores, pero también tenían ese aura de inmortalidada que envuelve a los grandes campeones. Los exámenes que aprobaron estudiando el último día dieron muchas victorias mágicas y extrañas en esa NBA poliédrica, cambiante, evolucionista. Ganar nunca es fácil, pero los Lakers se empeñaron en demostrar lo contrario. Stephen Jackson anotó solo uno de sus dos tiros libres y Phil Jackson pidió tiempo muertopara preparar jugada. La tranquilidad era absoluta en los jugadores. Derek Fisher estiraba en el banquillo, por si tocaba un sobreesfuerzo. Kobe se fue a la esquina y, como en la acción anterior, habilitó a Horry, dando una nueva muestra de su capacidad para el pase, de cómo sacar partido de las dobles defensas. Y Horry, curtido en mil batallas, corrigió el lanzamiento como los grandes tiradores, desde el mismo sitio desde el que había fallado el anterior, el que recogió un Shaq que no recibió un solo balón al poste en el último cuarto. Pero la canasta escupió el balón: el alero,también ala-pívot, se cuadró a la perfección, la parábola fue perfecta. Jamás un silencio fue tan ensordecedor, el AT&T Center observaba caer el balón imaginando el peso que iba a caer sobre ellos. “Otra vez, no”, parecía ser el lema. Ese se salió de dentro, físicamente imposible, nunca pareció tan literal. Y el alivio recorrió la espina dorsal de una pista acostumbrada a grandes batallas, pero también a las derrotas de los años anteriores. Una sensación que, por una vez, fue distinta a la de los dos años anteriores. Por una vez, los Lakers no parecían inmortales.
Los Spurs ganaron en el sexto y, por fin, acabaron con los Lakers. Olvidaron así el 4-0 de 2001 y el 4-1 de 2002, dos derrotas incontestables tras la renovación de Tim Duncan, que amenazó justo antes con irse a los Magic junto a Grant Hill y Tracy McGrady. El ala-pívot se quedó, pero acababa contrato en 2003 y una nueva derrota ante los Lakers podría haber dificultado su renovación. El 4-2 final supuso muchas cosas: la primera derrota de los Lakers en una serie de playoffs desde 1999, la primera de Phil Jackson en el banquillo desde 1995, tras 25 eliminatorias ganadas de forma consecutiva, un ser imperecedero, una deidad personificada, un entrenador legendario que llevaba ya 9 anillos en sus bolsillos. Ese triple de Robert Horry pudo dar ventaja a los Lakers cuando ello parecía imposible. Unos Lakers desmadejados, en los que Kobe ya usurpaba sin disimulo el puesto de un Shaq que era una estrella que empezaba a perder luz. Unos Lakers que iban 13-19 en diciembre y acabaron 50-32, quintos del Oeste, con 30 puntos, 7 rebotes, 6 asistencias y 2 robos de un Kobe que hizo 9 partidos consecutivos de más de 40 puntos, 13 de más de 35, 12 triples en un partido... pero fue ignorado para un MVP que se llevó un Tim Duncan que prevaleció en esa serie, se relajó del consuelo, ganó su segundo anillo y estrechó lazos, esta vez para siempre, con los Spurs.
Kobe, Duncan y el asterisco post Jordan
Establecer una verdadera rivalidad entre Lakers y Spurs es harto improbable. Los angelinos han estado indivisiblemente unidos a los Celtics en la lucha por el trono de la NBA, desde tiempos remotos en Minneapolis hasta las últimas batallas, ya escasas en el siglo XXI; entre medias, los anillos de Bills Russell, el sufrimiento constante de un Jerry West incapaz de superar a su inquebrantable rival, y unos 80 plagados de títulos y dinastías, con los cinco anillos de los Lakers de Magic Johnson y los tres de los Celtics de Larry Bird. Por ahí, por cierto, ya andaban los Spurs, que abandonaron la ABA en 1976, un paso adelante de una NBA que se encontraba en una pugna eterna con sus molestos competidores por los contratos televisivos para revitalizar una Liga en horas bajas, y los intentos de resucitar un baloncesto que no terminó de enamorar al aficionado hasta la llegada de David Stern al puesto de comisionado y la inestimable ayuda de un Jerry Buss que ayudó a cambiar las tornas con la compra de los Lakers a Jack Kent Cooke en 1979 y su constante idea trasladada a la realidad, un sueño posible que consistió, primero en el viejo Forum y luego en el Staples Center, en coleccionar estrellas en pista a base de acumularlas en las gradas.
Los Spurs se enfrentaron a los Lakers hasta 4 veces en los 80: en las finales de Conferencia del 82 y del 83, y en la primera ronda del 86 y del 88. En total, un 14-2 de parcial con solo dos victorias en el 83, unos resultados que demostraban la diferencia sideral que había entonces entre Lakers y Spurs. Unos, casados con la gloria; los otros, intentando emerger en un mercado más pequeño, con Artis Gilmore y George Gervin como referencias y en constante contraste entre lo glamuroso de Los Angeles y lo desértico de la ciudad de Texas. Tras la retirada de Magic en 1991, tras caer en sus novenas Finales, los Lakers entraron en una espiral de malos resultados que Jerry West compensó con su magia habitual: el fichaje de Shaquille O’Neal y la selección en el draft de Kobe Bryant en 1996. En los Spurs, Larry Brown dio victorias y Bob Hill unas finales de Conferencia, pero la salida del problemático Dennis Rodman y la lesión de Tim Duncan provocaron que Gregg Popovich se autonombrara entrenador, despidiera a Hill, buscara el número 1 del draft y seleccionara con él a Tim Duncan. Fue, claro, en 1997. Un día clave en la historia de los Spurs.
Eso sí, la situación no explotó hasta 1999. Los Spurs ganron el primer anillo de su dinastía tras el primer lockout que acortó la temporada de la NBA: sólo 50 partidos. Los texanos ganaron a los Knicks (octavos del Este) en las Finales (4-1), en un curso sin All Star que empezó en enero, desarrollado por tanto como año natural. Hay quién pensó que era difícil así valorar realmente las fuerzas de los equipos, con tan pocos partidos y un juego verdaderamente aburrido, directamente posterior a la retirada de un Michael Jordan que anunció de forma oficial su retirada cuando la competición se renovó, en enero. El argumento es, como poco, discutible: si acortásemos las temporadas de 2006 a 2011 al medio centenar de encuentros, de los 80 equipos que llegaron a la fase final en un curso normal, 73 hubieran mantenido su billete a las eliminatorias. Es decir, el margen de error, comparado con estos 5 cursos, es del 9%. Eso sí, a la 1998-99 se le juntaron más cosas: fue la menos anotación conjunta desde que se instauró el reloj de posesión (183,2 puntos), una cifra que bajó a 175 en playoffs. El lento juego, soso y conservador se desarrolló al máximo. Tampoco se alcanzaron las 100 posesiones de promedio cada 48 minutos (91,6) y solo se anotaban 99,2 puntos en esos ataques. Pero seguro que Phil Jackson no necesitó mirar ninguno de esos datos para hacer gala de su consabida verborrea y definir ese campeonato de los Spurs como el anillo del asterisco. Gregg Popovich jamás se lo perdonó. Empezaba la primera rivalidad post Michael Jordan. Y ya nadie lo pudo parar.
Los datos
De 1999 a 2014, Lakers y Spurs ganaron cinco anillos cada uno, 10 en total. Se enfrentaron en playoffs en 1999, 2001, 2002, 2003, 2004, 2008 y 2013. Solo en los cinco choques del medio estaban Gregg Popvich y Phil Jackson. En los otros dos, el resultado fue el mismo: 4-0 para los Spurs. En 1999, el entrenador era Kurt Rambis, que puso fin a Del Harris en el banquillo, sus buenas ideas en ataque pero su incapacidad para encontrar soluciones en la fase final ni de contener el ego de Shaq y Kobe. Harris, por cierto, jamás volvió a tener un puesto de entrenador principal en la NBA. En 2013, Mike D’Antoni era el técnico, pero los angelinos estaban entonces sin un Kobe Bryant que puso fin a su carrera de forma anticipada (por mucho que disputara tres temporadas más) tras el sobreesfuerzo de llevar a los Lakers a playoffs, algo que le costó el tendón de Aquiles y, a la postre, la pérdida de su mejor nivel.
De 1999 a 2014, Lakers y Spurs disputaron 58 duelos en regular season, con un récord de 34-24 favorable a los texanos. También hubo 34 enfrentamientos en playoffs repartidos en 7 series: 18-16 en total para los Lakers, que ganaron 4 de las 7 series. En total, 4-3 de récord; con Phil Jackson, 4-1, perdiendo solo la de 2003, que ha abierto estas líneas. Entre 2001 y 2002, los Lakers endosaron a sus rivales un parcial de 8-1 en 9 partidos totales, con 4 victorias consecutivas en ambos años, algo que repitieron en 2004, tras ir 2-0 abajo y gracias al famoso tiro de Derek Fisher a 4 décimas del final, precddido por otro lanzamiento impresionante de Tim Duncan y otro más, justo antes y a 11 segundos de la conclusión, de Kobe Bryant. Un final increíble para un partido lento, solo y feo, que sin embargo es indivisible a la historia de la NBA. En 2012, Popovich volvió a perder 4 partidos consecutivos, esta vez ante los Thunder, en finales de Conferencia. Antes, en 2010, los Suns apabullaron a los Spurs (4-0). En 2017, el sweep fue ante los Warriors. En total, 5 series de playoffs cayendo en 4 partidos consecutivos, un bagaje quizá demasiado grande para un entrenador de tal categoría.
El casi adiós de Tim Duncan
En la 1999-00, Tim Duncan no disputó la primera ronda de los playoffs ante los Suns por lesión, y los Spurs fueron eliminados. Tras ello, un Duncan joven (acaba de cumplir 24 años) se dejó agasajar por unos Magic que contaban con Tracy McGrady y Grant Hill, un Doc Rivers que acababa de ser elegido Entrenador del Año y un equipo prometedor, llamado a dominar la Conferencia Este. Los Magic se llevaron a Duncan a Florida y le ofrecieron todo tipo de lujos, le trataron como a un rey y le dieron acceso a todos los lugares posibles e imaginables... pero lo que parecía un sí rotundo, acabó siendo un no demasiado doloroso. Los rumores no se aclarar: la negativa tajante de Doc River a permitir que los familiares viajaran con los jugadores pudo ser uno de los motivos. El otro, un menú que no fue muy del gusto de Duncan o, lo que es peor, que el equipo de Florida permitiera al ala-pívot volver a Texas sin haber todavía firmado el contrato.
De una forma u otra, Duncan, con la decisión prácticamente tomada pero por cortesía, reservó una última entrevista para los Spurs. A ella asistieron Gregg Popovich y David Robinson, que interrumpió sus vacaciones en Hawai para encargarse personalmente de un problema de tal magnitud. Ahí fue donde le convencieron de que continuara, algo que Doc Rivers nunca se llegó a explicar y que dejó a los Magic con 43 victorias al año siguiente, un pobre bagaje motivado también, claro está, por las lesiones de un Grant Hill que pasó de ser el siguiente Michael Jordan en Detroit (un tema muy recurrente por aquel entonces), a disputaaar 4, 14 y 29 partidos en las siguientes tres temporadas. Dicen las malas lenguas que Duncan quiso bromear con Popovich cuando tomó su decisión y le dijo inicialmente que se iba a los Magic (algo que estaba permanentemente en la cabeza del entrenador). Pop palideció ostensiblemente hasta que Duncan reveló el chiste, que a su mentor no le hizo demasiada gracia. Las derrotas en 2001 (4-0) y en 2002 (4-1) ante los Lakers en las finales y semifinales del Oeste de los dos años siguientes provocaron que mucha gente se preguntara si Duncan había tomado la decisión correcta. El debate se acabó con cuatro nuevos anillos para el ala-pívot, el último de ellos en 2014. Poco más que añadir.
Kobe, Duncan, Lakers y Spurs
Las leyendas se escriben a base de exhibiciones, de grandes actuaciones, de decisiones correctas en momentos trascendentales, de misiones imposibles en escenarios ideales. Los Lakers, en su historia más reciente, no se pueden entender sin Kobe Bryant; los Spurs, en toda su inmensidad, jamás podrían haber sido lo que son sin la omnipresente figura de Tim Duncan. Ambos ganaron 10 anillos en 16 años, 5 por cabeza. Un récord extraordinario, una cifra enormérrima que les sitúa en la lista de los más grandes. Bryant disputó 7 Finales, una más que Duncan, que solo perdió en 2013, cuando vio desde el banquillo como Chris Bosh atrapaba un rebote que él, por obra y gracia de Gregg Popovich, no estaba para cerrar. El ala-pívot se fue a 2 MVP de la temporada, uno más que Kobe; y a 3 de las Finales, solo por detrás de Michael Jordan. También uno más que Kobe, que logró los mismo anillos que el otro gran jugador de su generación a pesar de que los Lakers vivieron momentos muy difíciles en ese periodo de tiempo: el divorcio con Shaq, su amago de huida en 2007, la ausencia de playoffs a partir de 2014...
Fue el mejor momento de la historia de los Spurs, que en 2020 se quedaron sin playoffs por primera vez desde desde 1997. Dejaron su marca en 22 años seguidos, los mismo que los Nationals/76ers entre 1950 y 1971. No han podido ser el primer equipo con 23 viajes seguidos a las eliminatorias, no quedaban más milagros en los bolsillos de un equipo de leyenda. Uno que en ese tramo sumó han sumado más victorias que nadie en playoffs (170) y regular season (1.228). Popovich, por cierto, es el entrenador que más ha conseguido a título individual, superando el pasado mes de maro las 1.335 de Don Nelson. En esa lista, pero algo más abajo (puesto séptimo), está Phil Jackson, con 1.155. Ambos suman 16 anillos en total como entrenadores, 11 de un Maestro Zen delicado de salud y dedicado a sus quehaceres (con alguna que otra opinión cuestionable sobre los actuales Lakers) y 5 de un Popovich que seguirá un año más, cobra más de 11 millones al año y tiene un plan de jubilación algo pobre para un currículum tan inabarcable. Liderar los primeros pasos de un nuevo proyecto siempre es complicado y Pop parece fuera de lugar en la ecuación. Con 73 años, vive de la nostalgia (la de Duncan, la de Parker, la de Ginóbili y también la de su mujer Erin, fallecida durante los playoffs de 2018) y no consiguió dar continuidad a la inentendible cabeza de Kawhi Leonard, el sucesor natural de Duncan en el trono de los Spurs. Uno que nunca llegó a ocupar por mucho que el MVP de las Finales de 2014 brille en sus vitrinas.
Duncan y Kobe se han enfrentado un total de 82 veces (los mismo partidos que tiene una temporada regular, vaya), con un récord favorable al ala-pívot de 43-39. 21 puntos y más de 12 rebotes de promedio para él en esos choques, a los que suma 3,6 asistencias. Kobe, que pierde 31-21 en los encuentros de regular season pero se impone 18-12 en playoffs, se va a 25,5+5,6+4,6. El primer duelo entre ambos fue el 5 de diciembre de 1997 (98-88 para los Lakers), con 18 puntos del escolta y 17 del ala-pívot. El último, el 19 de febrero de 2016, con 25 de Bryant y 112, con 13 rebotes, de Duncan. Ambos se fundieron en un abrazo al final a sabiendas de que era el último: Kobe, que ya había anunciado su retirada, disfrutaba de su farewell tour (gira de despedida) particular. Duncan se lo pensó un poco más, pero dio por finalizada su carrera tras caer ante los Thunder en semifinales de Conferencia (4-2 en la serie). Ambos dijeron adiós de forma muy acorde a sus respectivas formas de ser: la estrella de los Spurs, desde la discreción, con timidez, sin grandes alardes. Se fue a 19 puntos en ese sexto partido (su mejor anotación de esos playoffs) y anunció su retirada en un breve comunicado. Kobe, casado con la parafernalia y la farándula de Los Angeles, lo hizo con 60 puntos, en un Staples abarrotado y lanzando 50 veces a canasta.
Al final, del contraste también salen las leyendas, de la retroalimentación, de una competencia que nunca buscaron. Jamás se les comparó durante sus carreras ni ellos buscaron la comparación. El respeto mutuo era evidente. La capacidad para superarse también. Pero nunca (o casi nunca) se ha debatido sobre quién está por encima de quién por la única razón de la dificultad que supone comparar dos posiciones tan distintas en pista. Ambos eran estrellas inconmensurables, históricamente buenas en defensa y en ataque, casadas con la épica y la epopeya. Auténticos campeones. Y líderes de las dos dinastías que sustituyeron a Michael Jordan y sus Bulls, las dos primeras que tuvo el siglo XXI antes de nuevas batallas para los anales: Lakers-Celtics, Spurs-Heat y Warriors-Cavs. Las dos últimas óperas primas. El poder de los Warriors y la férrera resiliencia del eterno LeBron James. Pero, antes de todo eso, el monopolio de la mejor Liga del mundo estuvo en Gregg Popovich y Phil Jackson. En Spurs y Lakers. En Tim Duncan y Kobe Bryant. Una rivalidad que bien podría haber sido distinta... si Robert Horry hubiera metido ese triple, claro.