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NBA | CELTICS 130 - LAKERS 108

Un clásico completamente verde

El regreso de LeBron James no cambió nada para unos Lakers a la deriva, sin estilo ni personalidad. Sin Jaylen Brown, los Celtics acabaron paseándose ante un rival rendido.

Maddie MalhotraAFP

Si seguimos creyendo en las liturgias del deporte, y más vale que lo hagamos porque si no, no sé qué pintamos aquí, este no es un solo partido. Los Celtics-Lakers dieron identidad a la NBA en su prehistoria, lanzaron a la Liga a la estratosfera en los años 80 y son, tras décadas de colisiones atronadoras, uno de los ejes que definen el deporte estadounidense. Un clásico, la batalla de los 34 anillos (17 por cabeza). Está bien que lo recordemos ahora que ninguno de los dos equipos está para tirar cohetes, ni mucho menos cerca de sus versiones más temibles (y estoy siendo muy generoso, claro). Y estuvo bien que al menos los Celtics (que ganaron con la gorra: 130-108) lo tuvieran en cuenta antes de salir a jugar. Que quisieran ganar. La tierra es para el que la trabaja.

Al menos el Garden, que necesita alegrías, cantó el ‘beat L.A.’. Y animó con sorna para que Russell Westbrook lanzara cada vez que la defensa de los Celtics le imploraba que lo hiciera. El Garden se lo pasó bien: por muy mal que estén, por mucha parodia de sí mismos que sean ahora mismo, son los Lakers. O llevan, al menos, la camiseta de los Lakers. Y eso bien merece una noche de caza mayor, una buena alegría en un partido que, curiosamente, saca a los Lakers del 50% (8-9, cuatro derrotas en cinco partidos) y coloca ahí a los verdes (8-8). Estos han reaccionado, como buenamente han podido, tras un pésimo inicio de temporada. En su formato actual, cuesta verlos mano a mano con los mejores del Este, pero ya compiten. Los Lakers, en cambio, son una broma pesada. Un equipo sin cohesión, energía ni plan. Y si hacía falta algo que definiera la diferencia que hay ahora mismo entre ambos, nos lo dio el parte médico: los Celtics sin Jaylen Brown (y sin Rob Williams), los Lakers con LeBron James de vuelta.

Quien quisiera en Los Ángeles agarrarse a la vuelta de LeBron como sanación de todos los males, básicamente pensamiento mágico, seguramente se frotó las manos con el excelente despliegue inicial de los Lakers: ventajas de más de diez puntos en un primer cuarto cerrado en 30-38. Para el resto de la noche, 100-70 local. En la segunda parte, 70-47. Más de treinta puntos en todos los cuartos para unos Celtics que se han reconfigurado en defensa pero sufren en ataque… cuando los rivales pueden, al menos, ponerse delante de ellos y aguantar mínimamente la posición. No era el caso: Jayson Tatum (37 puntos y 11 rebotes) buscó el aro con una facilidad que no encuentra otras noches, cuando se limita a tirar desde media y larga distancia. El enemigo era el ideal para intentarlo. Marcus Smart (tremendo: 22+8+6) remarcó su crecimiento de las últimas semanas con un partido sensacional, en su salsa cuando él y Dennis Schröder (un golpe de venganza: 21+6+6) descubrieron que podían penetrar hacia canasta sin oposición. La inteligencia de Al Horford (18+4+4) contrastaba visiblemente con la ausencia de ella de Russell Westbrook, si se quieren comparar fichajes del verano. Aunque no venga muy al caso.

Los Celtics, una cantinela constante en los partidos de su rival, arrasaron en el rebote (51-33) y en puntos en la zona (56-36). Después de siete pérdidas en el primer cuarto solo acumularon siete más. En cuanto cogieron cierta separación al inicio de la segunda parte, tenían el triunfo en el bolsillo porque los Lakers solo aspiran a, en el mejor caso, intercambiar canastas. Su defensa no da para otra cosa. En cuanto quisieron dar el golpe de gracia, lo hicieron. Enfrente no había nada, espantapájaros con camisetas de baloncesto. El truco funcionó unos minutos. Después, la bandada verde pilló el truco y se puso las botas contra un rival que es un buffet libre. Que pase el siguiente.

Frank Vogel, que se acerca a la cuerda floja, no se hace ningún favor con las rotaciones pero le han dado un equipo sin ningún defensor exterior, sin altura (el regreso de Ariza ni se atisba) en las alas y sin aquellas capacidad que tenía el campeón en 2020 de jugar small ball con tipos grandes (una paradoja que valió un anillo). Es probable que el entrenador salga, pero cuesta creer que eso vaya a propiciar una revolución dramática. LeBron volvió, y no cambió nada, aunque estuvo bien, sobre todo al principio: 23 puntos, 6 rebotes. Tiene un mal panorama por delante, pero debería recordar (o así se vendió y desde luego costaría creer lo contrario) que su mano está por todas partes en la confección de este equipo. Básicamente, en la llegada de Westbrook. Anthony Davis sumó 31 puntos pero no dominó el partido, vendido en defensa con la obligación de hacerlo todo en un equipo que no controla a nadie en el exterior y no intimida cerca del aro. Westbrook (12+4+6) no jugó a nada y su presencia pareció chirriar con LeBron y desestabilizar, en ese nuevo quinteto, a Horton-Tucker. Los Lakers, en fin, fueron la pantomima que han sido casi todas las noches de esta temporada. Antes sin LeBron, ahora con él. Con muchas bajas, una constante, pero sin nivel. Nada mejor para tenerlo bien claro que el paso por el Garden. Donde tantas batallas ganaron y tantas perdieron... pero dejándose la piel, algo que no va con este equipo que, con toda justicia, cayó con estrépito contra el único que quiso recordar que esto es, o debería ser, más que un partido. Un pellizco de orgullo verde fue suficiente.