NBA | BUCKS 125 - HAWKS 91 (1-1)
Un monstruo enfurecido: festín de los Bucks y pesadilla para Trae
Milwaukee arrolla a los Hawks en un partido perfecto y pone el 1-1 en la serie, que viaja a Atlanta. Antetokounmpo, insaciable, lidera una apisonadora sin piedad.
Después del susto, llegó el truco. Por ambos lados. En el caso de los Hawks, uno de desaparición; en el de los Bucks, uno de escapismo, pero con trampa. El voluntario, esa persona que siempre se ofrece desde el público para ser testigo directo de la magia, era Atlanta y Milwaukee, por su parte, se convertía en un mago maléfico. La jaula no tenía puerta de salida, era un matadero, un degolladero, un... el sitio más cruel que se les pase por la cabeza. Era tal el apetito de sangre que, a 6,8 segundos de finalizar el tercer cuarto, y 40 puntos arriba, Mike Budenholzer pedía un Challenge. Al final del partido, 125 a 91: baño, paliza y, lo más importante, 1-1 en la serie, que viaja a Atlanta. El último cuarto, de forma íntegra, se disputó con jugadores suplentes y Giannis Antetokounmpo y Trae Young, las estrellas, no llegaron a la media hora en su contador. Antes, caminos totalmente opuestos: en conjunto, una tragicomedia, y no es necesario desglosar el término por jugadores. 25 puntos, 9 rebotes y 6 asistencias para el griego y, para el base, 15+2+3 con récord histórico de pérdidas en la fase final y hecatombe en los porcentajes: 37,5% en tiros de campo y 12,5% desde el triple. Desastre en lo individual y en lo colectivo. Clase magistral, sin derecho, ni siquiera, a preguntas.
Milwaukee salió con todo, negándose a recibir un diagnóstico de gravedad, y Atlanta, de la mano del de siempre, que empezaba como siempre (y terminaba como casi nunca): con una bombita que, aunque albergue grandes nombres de la historia del baloncesto, cada vez es un poco más de Young. Seguramente, el guion esperado para la serie, una que, eso sí, se enmarca en una travesía de lo imprevisible. Nuevamente. Antetokounmpo, con un finger roll tras reverso, espléndido, dejaba la plasticidad y Khris Middleton (15+7+8), con un triple para espantar al desacierto (falló 17 de 23 intentos en el duelo de inauguración), la practicidad: con él, cerraba un parcial de 12-3 para empezar. De alguna forma, hablaba por todos: los Bucks venían de fallar 28 triples; hoy, el primer error llegaba tras cuatro aciertos seguidos y a 3:41 minutos de finalizar el primer cuarto. Si, en dicho encuentro, los de Wisconsin anotaban, en total, ocho veces desde la larga distancia; hoy, eran siete solamente en el primer cuarto. Cantos de tormenta. Pese a todo, los Hawks aún se agarraban como lapa (34-28) y Trae, incluso, ya había balanceado sus hombros, intentando convertir el choque en una continuación del anterior.
Misión imposible... y ningún baile más. Lejos de ser el camino hacia la resurrección, lo fue hacia el matadero. Esperaban con los cuchillos afilados y, en un ejercicio huérfano de piedad, los Bucks se regocijaron en su uso. Al descanso, se llegaba con una diferencia prácticamente insalvable (77-45), pero, aún más importante, con la sensación de que, para los Hawks, no era el día: Jrue Holiday, totalmente solo (en una transición, con pase de pista a pista, más concurrida de lo habitual), anotaba a placer y Young, tras anotar su primer, y único, triple del partido (con 8 intentos), no conseguía transformar una falta técnica pitada sobre Bobby Portis, que ha vuelto a la rotación para la serie y se marchaba a los vestuarios con el público coreando su nombre. Era el suyo, pero podía ser el de cualquiera. Ante su imposibilidad, el Fiserv Forum se decantaba por cantos, principalmente, para su gran estrella y por una fiesta generalizada. Habían visto a su equipo con 40 puntos de ventaja al cerrar el tercer cuarto (103-63) y con una anotación por encima de los 100 puntos, nadie les puede culpar.
Trae Young se pierde
Muchas razones y varios nombres. Por encima de todos, uno, que quería recoger el testigo del brillo: Giannis sabe jugar al baloncesto y hay que insistir en ello. No sólo es una máquina casi perfecta físicamente y un martillo pilón en la pintura: es un baloncestista, de la b a la a, con una versatilidad casi inverosímil para su tamaño. Reverso tras reverso, a veces para finalizar, otras para asistir, insistía en ello; y acción a acción del griego, incluso acertado en los tiros libres (3 de 4), los de Georgia se hundían más y más. Si se acercaban en el marcador (38-32), se condenaban al enfado de un monstruo que no estaba para jugar en el alambre: un parcial de 21-0, definitivo, llevaba a un 71-40 y a convertir la desventaja de seis puntos en una de treinta y uno, más allá de los veintiséis que, frente a los Sixers, los Hawks habían demostrado que pueden remontar. Mérito de los de Budenholzer, pero también demérito suyo. Trece pérdidas y un sinfín de desajustes defensivos explicaban el festín y anticipaban el fin, que tuvo su sino en una derrota inmaculada: 19 pérdidas y caída en todos los apartados estadísticos. 52,1% en tiros de campo por 41,5%, 62 puntos en la pintura por 30, 24 en segundas oportunidades por 11, 29 asistencias por 13... y así hasta mañana, veremos si hasta el próximo asalto.
Los 32 puntos al finalizar el segundo cuarto significaban la segunda mayor diferencia en unas Finales de Conferencia. Más: en las mismas, nadie había conseguido voltearla y los Hawks sumaban más pérdidas que posesiones con anotación (7). No era el día, desde luego. Al final del partido, los balones extraviados por Trae Young superaron el mayor registro histórico en playoffs (nueve, por delante de James Harden y Chauncey Billups, hombre de actualidad) y el base no estaba para gestos vacilones. Holiday le estaba secando (2 de 8 en tiros y 6 de las pérdidas ante él) y el ejército de protección del aro dejaba a Clint Capela prácticamente huérfano de rebotes. Algo muy parecido a la perfección, seguramente. La rozaron Holiday (22+2+7 con 64,3% y 65%) y Brook López (16+1 con 75% y 60%) y, de alguna manera, la alcanzó Pat Connaughton (9 puntos con 100% en ambos apartados). Ni la conocieron Kevin Huerter (8), John Collins (11+8), Capela (2+8) o Bogdan Bogdanovic (8), visiblemente dolorido de su rodilla. Truco, lejano al final, pero de un monstruo que, disfrazado de mago, tiene mucha hambre. Hasta qué punto se ha saciado, por descubrir.