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MINNESOTA TIMBERWOLVES

Ricky Rubio, el mentor: de Zach LaVine a Anthony Edwards

A lo largo de su trayectoria, el base ha tenido un gran impacto en varios jóvenes talentos: Devin Booker, Donovan Mitchell... Ahora, brillan como nunca.

PHOENIX, ARIZONA - OCTOBER 23: Ricky Rubio #11 and Devin Booker #1 of the Phoenix Suns walk on the court during the second half of the NBA game against the Sacramento Kings at Talking Stick Resort Arena on October 23, 2019 in Phoenix, Arizona. The Suns defeated the Kings 124-95. NOTE TO USER: User expressly acknowledges and agrees that, by downloading and/or using this photograph, user is consenting to the terms and conditions of the Getty Images License Agreement   Christian Petersen/Getty Images/AFP
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Christian PetersenAFP

Phoenix Suns está en las Finales de la Conferencia Oeste. Si se tiene en cuenta la última década de la franquicia, es una noticia mayúscula, hasta difícil de creer; si se analiza el pasado más reciente, la sorpresa se puede rebajar un poco. No excesivamente, claro, pues son unas Finales; pero sí se entiende mejor todo lo que está sucediendo. El equipo dirigido por Monty Williams, entrenador del año en la NBA, se marchó de la burbuja de Orlando sin disputar los playoffs, pero también sin perder ningún partido. Fue un aviso que les salva de cualquier traición en el presente curso: se estaba gestando algo y, esta temporada, simplemente, ha explotado. Seguramente, esa fue una de las razones que llevó a Ricky Rubio a sentirse extremadamente molesto con su traspaso a Oklahoma City Thunder, un equipo en un momento totalmente distinto: si en Arizona se está alcanzando el punto de máxima maduración, en Oklahoma aún no se ha plantado la semilla. Finalmente, y en un periodo en el que cambió dos veces de equipo en tres días, su destino estuvo en el origen: en Minnesota. Deportivamente, no era idílico; pero, al menos, tenía su historia.

Ricky volvía donde todo había empezado, a la franquicia que, con 19 años, le había elegido en el Draft de 2009, en quinta posición. Ahora, con 30, poco tiene que ver con aquel chico que, ya con 21, pisaba la NBA por primera vez. Ryan Saunders, entrenador suyo tanto en la primera etapa en los Timberwolves como en la segunda, describía para AS su evolución: "Siempre he sido un fan de Ricky Rubio, tanto por lo que puede hacer con el balón en las manos como por todo lo que les da a sus compañeros de equipo o a la comunidad, con gran capacidad de liderazgo. Definitivamente, tiene el perfil para terminar siendo entrenador", explicaba con muecas de admiración en su cara. El base llegó siendo uno de esos jugadores que no necesitan genios para hacer realidad los deseos de los espectadores y, manteniendo esa magia, se ha convertido en un veterano avanzado, de edad temprana, pero con el bagaje de una carrera iniciada desde la precocidad.

El de El Masnou aún no es entrenador, pero tampoco es simplemente un jugador. No es ningún secreto. Desde su primer periodo en los Wolves, siempre ha tenido a promesas bajo su tutela: ha sido un mentor. Echando la vista atrás, es difícil encontrar baloncestistas que, en activo, hayan influido tanto en la carrera de varios talentos jóvenes. Lo hizo con Zach LaVine en Minnesota y, ahora, sigue haciéndolo en la franquicia de los lobos, pero con Anthony Edwards. Por el camino, Donovan Mitchell y Devin Booker, dos jugadores que ya miran a los ojos a las superestrellas y que, en estos playoffs, han destacado como pocos. El segundo, el sol que más brilla, junto a Chris Paul, en Phoenix. El escolta parece no tener techo. En su primera fase final, está en esos promedios que dejan legado: anota mucho, anota bien y, además, tiene tiempo de liderar y tomar buenas decisiones. Esta temporada, además de para todo ello, también lo tuvo para Ricky Rubio, con quien se mostró eternamente agradecido por todo lo que le aportó durante el año que compartieron en Phoenix. "¿Más fácil a veces? Más fácil en todo momento", respondía a si, durante el curso pasado, le facilitó la vida como anotador. "Nunca olvidaré lo que ha hecho por mi carrera", concluyó.

No es el único que se ha acordado del jugador catalán a lo largo de la presente campaña. LaVine, en un tono muy similar, también lo hizo: "Ricky fue genial para mí. Un base armador que pasa primero, es alguien tan desinteresado que busca hacer jugadas para los demás. Sabía que con él, si corría por la cancha y usaba mi velocidad, la pelota me encontraría. Ricky siempre va a ser mi chico", aseguró. Con él, compartió tres temporadas, en las que pasó de promediar 10,1 puntos por partido a 18,9, una progresión que también ha encontrado su tope en el presente curso: 27,4. Por aquel entonces, ya estaba por ahí un tal Karl-Anthony Towns, que se sentó a escuchar en más de una ocasión, o un novel Andrew Wiggins, con un paso el frente en los estoicos Warriors del presente año, aunque se quedaran sin premio.

Barreras rotas y que, a su vez, se amplían. Los Suns se han colado entre la aristocracia de la competición, han ninguneando al status quo y están a muy pocos pasos (en comparación con todos los que hay que dar) de la gloria; pero los Jazz también optaron a ello. Sucumbieron, con cierto runrún, antes de poder encontrarse con los primeros; pero, de nuevo, sobresalió Donovan Mitchell, otro de los talentos con ascenso al lado de Ricky. Este año, sin ir más lejos, el jugador español salía al paso cuando Shaquille O'Neal ponía en duda la capacidad de Micthell para liderar a un equipo hacia lo más alto. En su vuelo libre, siguen bajo la protección del maestro. Y, ahora, Anthony Edwards se encuentra desplegando las alas. "Es el mejor líder que he tenido en toda mi vida", llegó a asegurar el rookie. Uno más y, como siempre, no uno cualquiera.