Ricky Rubio, sobre ir a los Juegos: "Probablemente sí, pero ahora mismo estoy quemado"
El base de los Timberwolves y la Selección Española repasa cómo ha sido última temporada, harto complicada, y lo que puede depararle el futuro.
Ricky Rubio termina una temporada de transición en la que sus Timberwolves, el equipo que confió en él para ir a Estados Unidos y que le ha recuperado una década después, no han podido alcanzar el equipo de seguir luchando por el título más allá de la fase regular. El año se ha hecho cuesta arriba, con lesiones por doquier, suspensiones largas, mal juego, cambio de entrenador e incluso venta de la franquicia. El coronavirus ha sido sólo una de las rocas con las que se ha tenido que encontrar el equipo en el de por sí ya pedregoso camino de la 2020/21, en su mayoría sin público en las gradas pese a la avance rápido de la vacunación en el país, y el otro español de Minny junto a Juancho Hernangómez ha tenido una de sus campañas más flojas como jugador de la mejor liga del mundo.
Jon Krawczynski (The Athletic) ha departido con Rubio para conocer de primera mano cómo ha vivido él, en lo personal, tal experiencia.
"El año ha sido tan duro que el baloncesto está en la tercera o cuarta página viendo todo lo que está pasando", apunta. "No hemos podido tener una temporada normal. No lo utilizo como excusa porque todos los equipos han tenido el mismo problema, pero nosotros hemos llevado mucho sobre los hombros", asegura.
Su regreso a los Wolves después de que los Suns le traspasaran por Chris Paul a Oklahoma, donde no contaban con él, ha sido más agrio que dulce al no poder sentir el calor de los fans desde cerca. "No ha sido como una vuelta a Minnesota, no lo he sentido así. Ésa es una de las cosas que más daño me han hecho: estar jugando en el Target Center y no poder ver a los aficionados y el cariño que me tienen. Es algo que he echado de menos".
"La mochila se nos iba llenando de piedras y se volvió muy dura en esa parte del equipo. No puedes hacer lo guay. Sientes como que es un trabajo eso de ir viajando y encerrarte en tu casa o en un hotel sin poder tener química con los demás, que es la parte buena de esto y lo que puedes llevarte a la cancha", desgrana.
Ricky hace autocrítica. No aprovechó el paso de una campaña a otra como debería: "Tener un buen descanso es esencial para tener una buena temporada. Si no lo tienes, la temporada es como una tormenta. Luego tienes que subirte a un tren en marcha, si paras y te tomas un descanso, y va a doscientas millas por hora y no sabes cómo mantener el ritmo".
"Todo lo que tenemos encima, Towns o no Towns, D-Lo o no D-Lo, lo de salir desde el banquillo... Han sido muchas cosas; no podíamos entrenar y no me encontraba a mí mismo", dice: "También el creer que estaba en buena forma y no lo estaba. Medio segundo que vas tarde a un pase que puedes cortar, medio segundo que vas tarde a una bandeja y te taponan... Lo que sea que pase y tú no sabes lo que pasa".
El vínculo que tenía con Ryan Saunders, que venía de la época de su padre ('Flip') como entrenador, era fuerte. El joven técnico fue despedido por los malos resultados: "Fue duro. En la mayor parte él no tuvo la culpa, tenemos que echárnosla nosotros. Pero también probó cosas que no funcionaron. Cuando no marcha, al primero que se mira es al entrenador". En su lugar, en una decisión algo polémica por el proceso de selección, se contrató a Chris Finch, ayudante de Nurse en los Raptors: "Es muy inteligente. Tiene un estilo que es bonito de jugar y de ver".
"No diría que ha sido una temporada mala en lo personal", afronta. Es totalmente consciente, sin embargo, de que sus 8,6 puntos y 6,4 asistencias por partido son el peor registro desde que está en la NBA.
"Fui MVP del Mundial hace dieciséis meses. Siento que llegué al mejor punto de mi carrera hace un año y me he dedicado a surfear la ola. Y de repente el océano se quedó sin agua. Para coger de nuevo la ola hay gente que lo tiene más fácil, yo necesito mis rutinas, y ya estoy de nuevo ahí y me siento realmente bien. Creo que mi mejor baloncesto está por llegar", asegura. La próxima campaña será, si todo marcha como debería, la 11ª para él en la NBA.
De cara a su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio con España, una certeza y varias puertas abiertas: "Ahora mismo estoy quemado. Probablemente sea un sí, pero le debo tiempo a mi familia. Me lo merezco y necesito de verdad para resetear todo. No hemos tenido un día libre con la familia durante seis meses. No serán unos Juegos Olímpicos normales. Estoy cansado de hacerme una prueba todos los días; algo como ponerte esa cosa en la nariz te recuerda todos los días lo que está pasando en el mundo, que no es norma".
Le queda un año de contrato, que expirará en el siguiente verano, y eso hace que Minnesota tenga que ver si buscarle un cambio o no: "No quiero estar en un equipo que vaya sin rumbo, donde no haya esperanza de que realmente podamos dar el siguiente paso. Creo que nosotros sí podemos darlo y ser realmente un equipo sólido de 'playoffs'. Por eso cuando me traspasaron a Minnesota estaba emocionado. Pensé que éste era el año. Perdimos un año, pero no hay más años que perder. De lo contrario el proceso de reconstrucción comenzará de nuevo y no creo que sea algo divertido de lo que formar parte".