PLAYOFFS NBA | JAZZ 126 - GRIZZLIES 110 (4-1)
Los Jazz van muy en serio
Donovan Mitchell, con 30 puntos y 10 asistencias, lidera a Utah para ganar la serie a Memphis, que no tuvo ninguna opción. Mike Conley abandona el partido lesionado.
Mitchell fue el desatascador tras el primer tropiezo y el cuchillo en los siguientes asaltos. Tras anotar 109 puntos en el encuentro inicial, el promedio con él subió hasta 127,3 en el resto de partidos. Ahí marcó el listón y ahí lo ha mantenido hasta acabar con Memphis Grizzlies (126-110). Hoy, 30 puntos, 6 rebotes y 10 asistencias con un 5 de 8 en triples (62,5%). Sublime. Director y ejecutor. Un jugador de la gama alta de la NBA, aunque cueste situarlo tan arriba. Se enfadó por su no presencia en el encuentro inicial y ha ido justificando el porqué. Él sabía lo que se traía entre manos. Y eso mismo, esta madrugada, no ha permitido a los Ja Morant y compañía ponerse por delante en el marcador ni una sola vez. Victoria de principio a fin, sin matices, sin respuestas, sin grises. Blanca, muy blanca para los locales; aunque no negra para los visitantes, que se llevan muchas cosas de provecho.
Los Jazz llegaban avisados. En el corto y en el largo plazo. En la memoria y en el presente. 3-1 y la posibilidad de rememorar recuerdos horrendos para sus intereses. "Obviamente, recordamos ese sentimiento y no es algo que queramos volver a experimentar", confesaba Mike Conley en la previa. La misma ventaja que, en los anteriores playoffs, en los 475 puntos de Mitchell y Jamal Murray (al que se echa de menos por aquí), se había esfumado con tres derrotas seguidas. Una distancia que, ante la mirada depredadora de Ja Morant o Dillon Brooks no podía estar a salvo. Porque, sí, es un marcador, históricamente, difícil de salvar; pero sí, también son unos rivales que sólo viven el presente, lo que han conocido y lo que han exprimido en todos los partidos de la serie, resucitando una y otra vez (aunque de manera insuficiente) en los últimos cuartos de desventajas que alcanzaban los dos dígitos. El escenario fue ese al llegar al cuarto definitivo (con hasta 35 puntos de diferencia durante el partido), pero no se pudo alzar el vuelo como en otras ocasiones, ni para unas cosquillas.
Morant y Brooks, eso sí, lo intentaron, con 27 puntos cada uno y una auténtica exhibición desde el triple (5 de 9 y 3 de 5 respectivamente), pero no hubo manera. Ni con la compañía de Jaren Jackson Jr. (15+7) y Jonas Valenciunas (18+6). Delante, el dominio se extendía por todos los campos. En el juego interior y en el perímetro, en la circulación y en el acierto, que se situaba, en general, en índices a evaluar. 24 puntos para Clarkson, de oficio microondas, y reparto de tareas entre el resto: 23+15 para Rudy Gobert, 17+6 para Royce O'Neal, 17+8 para Bojan Bogdanovic... La única noticia negativa, unas molestias de Conley que, de cara a los próximos desafíos, puede suponer un salto significativo en la dificultad. Abandonó el parido a nueve minutos del descanso y no volvió por un dolor en los isquiotibiales. "En el primer cuarto, sentí sólo un pequeño tirón, avisé al personal médico, pero me dolía cada vez más a medida que corría, así que decidieron que abandonara el partido", declaró el base tras eliminar a sus ex.
"No hay nada de lo que sentirse frustrado cuando estás peleando así contra el mejor equipo de la NBA. Tienen respuesta para todo y estamos dando todo lo que tenemos", había asegurado Taylor Jenkins en la previa. Ni a Utah ni a Memphis. Nadie ha regalado nada a ninguna de las dos franquicias. Si los de Quin Snyder llegaban como primeros a la fase final era gracias a un sistema que funcionaba. Al poder interior de Gobert, como planeta y fuerza de gravedad, y a la voracidad ofensiva del perímetro, poblada de satélites orbitando alrededor (Bogdanovic, Ingles...). A la frescura de Clarkson, el Mejor Sexto Hombre de la competición y, en gran medida, al talento de un Conley, por fin, All Star y de un Micthell haciendo valer su papel de estrella, aunque sea en un equipo tan coral. Y si los de Jenkins lo hacían tras superar a San Antonio Spurs y a Golden State Warriors en el play-in era por su descaro, su nada a perder y un arsenal físico y de posibilidades que parece no tener fin. Los últimos pueden estar orgullosos y, los primeros, deben sacar su orgullo para seguir demostrando que lo de la temporada regular no era una broma, que van muy en serio.