NBA | WARRIORS 118 - NUGGETS 97

Curry baila en otra pesadilla para los Nuggets

El base, en una demostración de carácter, lidera a los suyos en su sexta victoria en ocho partidos. Will Barton se lesiona y será sometido a resonancia.

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Curry tiene una misión
Jed Jacobsohn AP

Público en pie y honores a su rey: Stephen Curry. "¡MVP! ¡MVP!", se escuchó en las gradas, con casi 2.000 personas. El del Chase Center, que acogía a sus aficionados por primera vez en toda la temporada, era un partido de muchos partidos. Por un lado, como para todo el mundo a estas alturas, está la clasificación, esa que, en una temporada más comprimida y exigente que nunca, acelera sin piedad para los que se quedan atrás. Posiciones muy distintas, pero mismo objetivo para Warriors y Nuggets: los playoffs. Por el otro, estaba la memoria más reciente, la manida venganza, tan presente en el deporte, o el duelo entre Jokic y Curry, entre el máximo aspirante al MVP y el jugador que, en este tramo final, más está acelerando en la carrera. Todos los triunfos cayeron del lado local (118-97). En el visitante, tragedia sobre tragedia en un pabellón convertido en casa del terror: cierre a una racha de cuatro victorias seguidas (la última derrota, también en California) y preocupante lesión de Will Barton, que sólo pudo estar 59 segundos sobre el parqué y que será sometido a resonancia magnética. A cruzar los dedos, de nuevo, en annus horribilis para las lesiones.

Para suerte del baloncesto, unas que, más o menos, este año están respetando a Curry, huérfano de su splash brother, víctima de esta triste vorágine de malas noticias físicas. El base, que está en números superiores a los del año en que fue designado MVP unánime de la competición (31,1+5,5+5,9 por 30,1+4,6+5,4), tiene una misión y no se va a dar por vencido hasta que la cumpla. Quiere estar en playoffs y si puede ser por la vía rápida, mejor. Steve Kerr está entregado en cuerpo a él, su alma; cuando Steph no está, dice que le falta. Como para no hacerlo. Sexta victoria seguida en ocho partidos con un guion común: exhibición tras exhibición. "Iba a terminar en algún momento", señaló Stephen, encogiéndose de hombros, tras caer ante los Wizards. "Ahora tengo que empezar otra", añadía inmediatamente, en referencia tanto a su racha como a la del equipo. Ha tardado poco. No ha firmado 10 triples, ni una marca por encima de los 50 puntos; pero sí una demostración de carácter y talento, fórmula de éxito seguro. Steph, que suele ser un tipo tranquilo, ya lo ha dejado claro en otras ocasiones durante el curso. Este año es distinto. Hoy, a medio minuto de terminar el tercer parcial, enfado monumental que terminó en técnica. El motivo, una falta no pitada en un lanzamiento de tres. No están las cosas como para regalar nada.

Y así, entre el talento y la rabia, nació el liderazgo. Uno que le llevó a anotar 32 puntos (su duodécima actuación de 30 puntos en los últimos 13 partidos y la 29ª de la temporada), recoger 8 rebotes y repartir 3 asistencias; todo ello, por los 19+6+6 de Nikola Jokic, extraterrestre caído. Campazzo (7+1+4) le sufrió en primera persona. A tres minutos del final, Curry bailando y el Facu pegado, como durante todo el partido. "Ha sacado lo mejor de mí", había confesado Steph en el anterior duelo. Si no pasa el aire, mejor, debe pensar el cordobés; pero, ahora mismo, a Curry le da igual. Baila le pongan lo que le pongan: pop, jazz o rock and roll, el ritmo al que se está acostumbrando. Dos pasos hacia la derecha, dos hacia la izquierda, hacia atrás, triple y falta (108-94). Inapelable. Como las 19 asistencias y 12 rebotes de Draymond Green, en una de esas líneas estadísticas con patente, el 23+6+3 de Oubre Jr. o los 19+7+2 de Wiggins. No contento con su gozo, les ha puesto música a todos: 53,6% de acierto y 39 asistencias en total. En el lado contrario, a sufrir. Con Jokic por debajo de sus posibilidades, Michael Porter Jr. fue el que tiró de los suyos (26+5), junto a un Aaron Gordon (17+6) que volvía a su ciudad natal, donde no ha ganado nunca.

Los recuerdos no podían ser más aciagos para los de Mike Malone. Y déjà vu. Pensar, de nuevo y tras tan poco tiempo, en Warriors, era pensar en derrota (107-106) y, sobre todo, en Jamal Murray. Frente a Golden State sucedió la tragedia, esa rotura en el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda que tanto complica las aspiraciones de anillo en Denver y que, hasta final de temporada, tantas fichas moverá en la pizarra. Murray, operado con éxito, no podrá disputar ningún encuentro más en lo que queda de temporada y, para los más pesimistas, puede hasta menguar las aspiraciones del proyecto de cara al próximo curso, cuando podría reaparecer con los playoffs ya empezados. Vuelve donde fuiste feliz y no lo hagas donde lloraste. La historia se ha podido repetir. Will Barton, ahora, tras una fea caída bajo el aro, se puede unir a la lista de bajas de larga duración, complicando una agenda de exteriores en la que, ya de emergencia, se unió un Austin Rivers discreto hoy (6+4+2). En la Bahía, todo lo contrario. Pesadillas por eternos retornos. Los aficionados han llegado a tiempo. O en el momento oportuno, más bien. Curry se ha empeñado en conseguir el más difícil todavía y, ante la alta improbabilidad de que algo terrestre le frene, lo va a conseguir. Con el play-in en la mano (agarrado, pero no amarrado), apunta a Dallas o Blazers. Tres partidos por delante y por detrás, entre el todo y la nada. Nunca ha sido de tiros fáciles. Disfruten en las gradas.