Vuelve la gran locura americana
Indiana, el estado donde el baloncesto es más que un deporte, acoge una edición muy especial (en formato semiburbuja) del gran torneo universitario, que en 2020 fue cancelado.
Este año sí: habrá locura de marzo. 2020 fue el primero sin March Madness, el gran torneo de baloncesto universitario que vuelve literalmente loco a Estados Unidos, el gran baile, desde su creación en 1939. Un golpe vertiginoso, inapelable, a una edición que tenía que comenzar el 17 de marzo, hasta desembocar en la Final Four del Mercedes Benz Stadium de Atlanta, pero que cayó el 12 de marzo, un día después de que la NBA parara por el positivo de Rudy Gobert y el deporte mundial se viniera abajo como un dominó empujado por una pandemia que por entonces sumaba en EE UU 1.300 casos y 38 muertos.
Después de unas horas de histeria y búsqueda de soluciones imposibles, la NCAA cedió, paró y se puso a pensar en 2021 mientras se empezaba a lamer unas heridas que iban más allá de los 600 millones de dólares (mucho más según cuántos ingresos indirectos se sumen), un golpe para un monstruo deportivo y mediático que genera más de 1.000 millones al año para el gran entramado del College. Mientras las universidades, bajo mínimos, se repartían un fondo de 246 millones que había sido de 611 en 2019, la NCAA exprimía un seguro de más de 250 millones y CBS y Turner se quedaban con un palmo de narices sin una de las joyas de la corona, una por cuyos derechos pagaron en 2011 casi 11.000 millones para retenerlos hasta 2024… y sumaron otros 8.800 millones en 2018 para ampliar el acuerdo hasta 2032. Sin torneo, los más de 800 millones que las televisiones iban a invertir se convirtieron en poco más de 113 mientras la NCAA (National Collegiate Athletic Association), como todo el deporte mundial, tiritaba.
La locura, en formato de semiburbuja
Un año después, y con el programa de vacunación animando al optimismo en un país donde le impacto de la pandemia ha sido descomunal, cambio de gobierno incluido, sí habrá March Madness: habrá locura. El torneo empieza hoy con la previa que supone el First Four, los cruces preliminares que dejarán los 68 equipos clasificados (de las 350 universidades de todo el país que inician la temporada en las distintas categorías) en los 64 que entrarán en el cuadro final, como siempre dividido en cuatro regiones de las que saldrán los cuatro ganadores que disputarán la Final Four. Entre el viernes y el lunes se disputarán las dos primeras rondas, para los días 27 y 28 queda el Sweet 16 y para 29 y 30 el Elite 8, las finales regionales con los últimos ocho supervivientes que conducen a la Final Four del 3 (semifinales) y 5 (final) de abril.
Gonzaga, invicta (26-0) lleva como gran favorita por delante de Baylor, Illinois, Michigan y Alabama en un cuadro en el que los últimos del ranking son Norfolk State y Appalachian State y del que se quedó fuera in extremis la Loyola Maryland de Santi Aldama, el español que ha disparado su valor de cara al próximo draft de la NBA. La Liga profesional tendrá mil ojos puestos, como siempre, en el Madness, especialmente en los integrantes de la que debe ser siguiente generación de estrellas. Una camada que apunta altísimo y en la que sobresalen, de los que estarán en el torneo, Cade Cunningham (Oklahoma State, claro favorito al número 1), Evan Mobley (USC) y Jalen Suggs, de la favoritísima Gonzaga.
Vendrán las sorpresas imposibles, las remontadas heroicas, los tiros ganadores de película… vendrá el Madness, uno que trae bomba desde la previa: no están tres gigantes como Duke, Louisville y Kentucky. La última vez que las tres se quedaron fuera fue en 1976. Y sí estará Patrick Ewing, que ha completado un cuento de hadas con la Georgetown en la que jugó antes de unirse a los Knicks. Ewing ha dirigido al título de la Big East y al billete para el torneo a una universidad que partía con menos de un 3% de opciones de estar bailando en marzo. Y lo hizo ganando, además, en la que fue su casa, el Madison Square Garden.
No será, claro, un torneo normal. No habrá bandas de música, cheerleaders y ejércitos de aficionados en las gradas. No se jugará en las sedes previstas (Dayton, Minneapolis, Denver, Nueva York, Memphis…) antes de la Final Four, que sí mantendrá hogar asignado: Indianápolis. El estado donde el baloncesto es más que un deporte, Indiana, será de hecho la sede de todo el torneo. Se jugará en seis pabellones, solo dos fuera de la capital y ninguno de ellos a más de 110 kilómetros. Entre las sedes, claro, el hogar de los Pacers, el Bankers Life Fieldhouse, y el gigantesco Lucas Oil Stadium de los Colts (NFL), donde se disputará la Final Four.
No se cerrará una burbuja totalmente hermética como la de la NBA en Disney World, pero serán unas condiciones no muy distintas, lo que la NCAA ha llamado semiburbuja o ecosistema controlado, un descomunal reto tanto a nivel de logística como, evidentemente, sanitario. Si en Florida había 22 equipos NBA, aquí jugarán 68 universidades, con comitivas de 34 personas por equipo. Todos se alojarán en cuatro hoteles, conectados con el Centro de Convenciones, 52.000 metros cuadrados en pleno downtown de Indianápolis que serán el eje del torneo y que albergarán también 12 pistas de entrenamientos y salas para reuniones, charlas tácticas y sesiones de vídeo. El Lucas Oil Stadium tendrá una sola pista durante la Final Four pero dos en las rondas previas. Estas se llaman Unidad e Igualdad (Unity y Equality), un guiño a la lucha por la justicia social y la inclusión. Habrá público, pero bajo estricto control y con un máximo del 25% de la capacidad de cada pabellón.
Todos los participantes tendrán habitación de hotel individual, desde luego se cuidará el uso de máscaras, la distancia social y el control de contactos con trabajadores de la organización y personal de los hoteles. Habrá test a diario y los equipos aterrizarán tras volar con mascarillas N95, gafas de protección y sin acceso a comida y bebida durante el trayecto. Todo el que acceda al corazón del torneo tendrá que haber enlazado siete días de test negativos, y 2.000 voluntarios trabajarán en 5.000 turnos para una organización que ha dispuesto 150 autobuses para el transporte de los equipos.
La NCAA sabe que tiene que extremar precauciones, especialmente en los primeros días de torneo, antes de que las eliminaciones fulminantes dejen el cuadro de 68 equipos en 16. Jennifer Pope Baker, que hace de enlace entre la autoridad deportiva local y la NCAA, dice que lo más difícil será “la colada”, un tremendo reto logístico que incluye ropa de entrenamiento, uniformes, toallas, sábanas… todo lo que mueven y consumen 68 equipos, de los que la mitad, solo un año después, no parecían destinados a estar en el frustrado torneo de 2020.
La revolución ha sido profunda. Kansas, la gran favorita entonces, llega ahora desde el puesto número 12 del ranking, lejos de las principales aspirantes para medios... y aficionados. Porque, una vez más, la verdadera locura estará en las casas de apuestas y los brackets, esa especie de quinielas en las que se rellena un cuadro en el que hay que acertar los resultados de todos los cruces hasta la finalísima. Una tradición profundamente americana y en la que es casi imposible hacer pleno, adivinar cada triunfo en cada cruce hasta la resolución final. Hacerlo, lograr un bracket perfecto, es más difícil, según los estadistas, que ganar dos veces seguidas la principal lotería anual del país comprando solo un décimo al año: una entre 9,2 quintillones, lo que no evita que, calcula la American Gaming Association, este año hasta 47 millones de estadounidense van a apostar, de forma legal o ilegal, en el torneo.
Los brackets bajan (se calcula que un 8% con respecto a 2019) hasta los 37 millones, aproximadamente, por el efecto del teletrabajo: no apetece tanto hacerlo si no puedes discutir, vacilar y sufrir con los compañeros de oficina. Antes de la pandemia se estimaban, tradicionalmente, unas pérdidas por baja productividad de más de 2.300 millones de dólares durante las semanas de un torneo que suele disparar la producción de barriles de cerveza: de 14 de media durante el resto de meses del año, a 17,5 en marzo. Lo que no dan los brackets lo pondrá el aumento de las apuestas online (se esperan 17,8 millones de apuestas de este tipo por los 5,8 de 2019) y un crecimiento de más del 75% en apuestas en participación en casas de apuestas presenciales. Los aficionados también creen, como los expertos, en Gonzaga, favorita en un 17% de las apuestas, por delante de Florida State y Baylor.
El Madness femenino se concentra en Texas
El gran baile universitario, el March Madness, tendrá edición femenina después de que también se tuviera que cancelar la de 2020. NC State, South Carolina, Stanford y UConn llegan como cabezas de serie y favoritas a un torneo de 64 equipos que arranca el domingo y acabará con la Final Four, del 2 al 4 de abril. Todo se jugará en el área de San Antonio, con partidos en seis canchas de cinco pabellones en San Marcos, Austin y San Antonio, con traca final en el legendario Alamodome. Al contrario que en el torneo masculino, el público no estará permitido en las primeras rondas, y solo entrará a partir del Sweet 16, los octavos de final, y reducido a un 17% de la capacidad de los pabellones.