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Westbrook y Wall, las 'víctimas' para salvar a Harden y Beal

Un traspaso de dos contratos tóxicos y dos jugadores que no eran el eje estratégico de sus equipos, que tratan de salvar así las opciones de mantener a sus referentes.

Westbrook y Wall, las 'víctimas' para salvar a Harden y Beal
Geoff BurkeUSA Today Sports

Una de las últimas (y más espectaculares) piezas del puzle de la próxima temporada NBA (que arranca oficialmente el día 22) ha caído. Russell Westbrook ha sido traspasado a Washington WIzards a cambio, ese es finalmente el retorno que han obtenido los Rockets, de John Wall y una primera ronda de draft con múltiples protecciones.

Es un movimiento de una relevancia simbólica alta y que implica a dos jugadores que necesitan un golpe de timón que enderece el último tramo de sus carreras, en ambos casos (y por distintos motivos) seriamente venidas a menos. Westbrook solo ha estado un año en Houston Rockets con James Harden, un experimento de luces de neón y virales en redes… pero nada eficiente en lo deportivo. Amigos desde sus años en Okahoma City Thunder, Westbrook y Harden apretaron para jugar juntos y los Rockets acabaron entregando a Chris Paul con dos primeras rondas y el derecho para los Thunder a intercambiar otras dos.

Es fácil, por lo tanto, ver cómo ha bajado en un año la cotización de Westbrook, que pidió irse porque, lo que se sabe, no le gustó la cultura que había instalada en torno a Harden en Houston y quería recuperar su rol de macho alfa, el que tuvo en los Thunder desde la salida de Kevin Durant en 2016. La temporada pasada los Rockets transformaron su equipo y lo llevaron al ultra small ball (después de traspasar a su pívot, Clint Capela) para aprovechar las virtudes de Westbrook: nadie en la zona y muchos tiradores para abrir espacios al base y quitarle de la cabeza su propensión a tirar suspensiones lejanas. Este (27,2 puntos, 7,9 rebotes, 7 asistencias en Regular Season, Tercer Mejor Quinteto de la temporada) jugó muy bien en las semanas previas al parón por la pandemia. Después pasó la COVID-19 y sufrió una lesión en el cuádriceps, factores tal vez en un pésimo despliegue en playoffs (17,9 puntos, 4,6 asistencias, 42,1% en tiros), donde los Rockets fueron arrasados por los Lakers en segunda ronda.

Superada la temporada se supo que Westbrook había tenido bastante con un año y quería un cambio. Y poco después, que James Harden también había visualizado su propio cambio de ciclo y quería irse a los Nets con Kevin Durant y Kyrie Irving. Parecía obvio que no comenzarían la temporada juntos y así ha sido: Westbrook se va a los Wizards, donde coincidirá con Scott Brooks, su entrenador durante siete años en OKC. El nuevo inicio que el pedía para un jugador que necesita demostrar que sigue siendo una súper estrella más allá de los números y cuando importa de verdad, en los playoffs. Tiene 32 años y un contrato absolutamente tóxico a estas alturas: firmó una extensión de cinco años y 205 millones el 29 de septiembre de 2017. Le quedan por cobrar 133 millones con una player option de 47 para la temporada 2022-23. En gran parte por eso, y con el marco de las pésimas sensaciones de Westbrook en la burbuja de Florida, los Rockets no tenían más mercado para intentar sacar algo más por un jugador que ha sido all star en nueve de las diez últimas temporadas y que es el único junto a Oscar Robertson que ha sido capaz de promediar un triple-doble en una temporada completa. Lo hizo, de hecho, en las tres últimas que jugó en los Thunder.

Del todo a la nada en solo tres años

Pongámonos en la temporada 2016-17. Westbrook fue MVP con unas medias históricas: 31,6 puntos, 10,7 rebotes y 10,4 asistencias. Una respuesta atómica a la fuga de Kevin Durant, que se fue a los Warriors. En esa temporada, John Wall jugó el cuarto de cinco all star seguidos (2014-18) y entró en el Tercer Mejor Quinteto de la temporada: 23,1 puntos, 4,2 rebotes y 10,7 asistencias. El 26 de julio, cerrado un curso espectacular en el que el equipo de la capital cayó en siete partidos de segunda ronda del Este contra los Celtics y parecía en rampa de despegue, Wall firmó una extensión de 170 millones por cuatro años.

Desde entonces ha jugado 73 partidos en tres temporadas, el último el 26 de diciembre de 2018. Lleva prácticamente dos años en blanco después de sufrir gravísimas lesiones de rodilla y tendón de Aquiles. Durante la recuperación ha tenido varios encontronazos con el que había sido su equipo desde que fue número 1 del draft en 2010. Y se ha cuestionado su compromiso con la rehabilitación, algo que su amigo Kevin Durant ha negado después de asegurar que ha entrenado con él en las últimas semanas y que está en plena forma. Wall, como Westbrook, es una situación altamente tóxica desde un punto de vista contractual: tiene 30 años y le quedan por cobrar 132 millones, con player option de 47,3 millones en la temporada 2022-23. Deportivamente, tiene similitudes con un Westbrook cuyo techo en cualquier caso nunca ha igualado: base rapidísimo, espectacular en transición y penetración y muy cuestionable en el perímetro… algo criminal en una NBA como la actual, donde el tiro exterior y la generación de espacios dictan el ritmo de casi todos los ataques (salvo que tengas a LeBron James y Anthony Davis…).

Así que Westbrook no quería seguir en Houston y Wall no quería seguir en Washington y ambas franquicias, con solo una ronda protegida en el ajo (es significativo: los intercambios entre estrellas suelen implican más movimiento de piezas), retomaron el martes unas conversaciones paradas y acabaron en la solución que parecía mejor, menos es nada, para ambas partes. Los Wizards creen que Westbrook, incluso venido a menos, es más que la versión que pueden esperar de Wall, que había quemado además su crédito en el equipo. Y seguramente tengan razón. Los Rockets sabían que Harden y Westbrook no querían jugar juntos y lo intentan por otro lado. Tampoco tiene muy buena pinta… pero estaban ya perdidos. Así que, al río.

El trasfondo del traspaso es claro en cuanto a sus intenciones finales: los verdaderos jugadores franquicia en ambos caso son otros, y eso es lo que se trata de proteger, o más bien salvar, con este movimiento. Los Wizards quieren evitar que se acabe marchando Bradley Beal, que tiene 27 años y firmó una extensión por dos y 72 millones en octubre de 2019 pero puede ser agente libre en el verano de 2022 (player option de 37,2 millones para la temporada 2022-23). Beal, un anotador tremendo por el que suspiran varios aspirantes al título, ha demostrado hasta ahora compromiso y liderazgo con los Wizards… pero es obvio que su paciencia tiene un límite. Su relación personal con Wall no es mala, pero la franquicia cree que el escolta no quiere esperar a ver qué pasa realmente con un base junto al que formó uno de los backcourt más eléctricos de la NBA. Han pasado cuatro años, pero parece que ha pasado un siglo.

En Houston, en paralelo, tratan de salvar lo que parece insalvable con Harden, que sigue con un ojo puesto en los Nets y otro en los Sixers, donde ahora manda su adorado Daryl Morey. Los Rockets quieren que comience la temporada (la novena) con ellos y quieren exprimir las opciones de que experimente una (ahora mismo imprevista) epifanía que le haga cambiar de idea y quedarse: también puede ser agente libre en el verano de 2022 (player option de 47,3 millones para la 2022-23. Si deportivamente Harden (31 años) no encajaba bien con Westbrook, tampoco Wall parece una opción ideal.

Pero al menos es algo distinto, un nuevo inicio con la esperanza, que es lo último que se pierde, de que Wall llegue realmente recuperado físicamente y con ganas de rehabilitarse como gran jugador NBA. Es un proyecto nuevo, con Stephen Silas en el lugar de Mike D’Antoni y con Wall como pareja exterior de Harden y un renovado y más tradicional juego interior en el que se confía en Christian Wood, una estrella emergente, y se cruza los dedos con DeMarcus Cousins, antiguo compañero de Wall en Kentucky (fueron números 1 y 5 del draft en 2010) y otra estrella que lleva dos años de pesadilla por culpa de las lesiones. No parece suficiente para que Harden cambie de idea… pero algo tenían que hacer los Rockets. Y finalmente, esta era su mejor opción. O, seguramente, la única.