NBA | FINALES 2020

Jimmy Butler tiene mil vidas

Colosal partido del escolta y exhibición de los Heat, que superan a unos Lakers horribles y se enganchan a las Finales (2-1). Pésimo último cuarto de LeBron James y Anthony Davis.

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Mucha gente, demasiada, se empeñó en dar por muertos a los Heat. Mucha gente dio por cerrada la Final con las lesiones de Goran Dragic y Bam Adebayo, que tampoco jugaron el tercer partido. No digamos cuando los Lakers sortearon sin demasiado esfuerzo la resistencia de un rival muy mermado para poner el 2-0 el pasado viernes. Pero esto son las Finales de la NBA y hay que jugar. Siempre hay que jugar. Esto es la NBA y esto es deporte: si se cumplieran todos los guiones, no nos pasaríamos la vida mirando. El tercer partido (115-104) de las Finales 2020 de la NBA, una noche gigantesca de Jimmy Butler, es un buen recordatorio para todos los que tenían prisa por decretar campeón y sacar conclusiones: siempre hay que jugar. Siempre. Hasta la línea de meta.

Quizá los Lakers también necesitaban un recordatorio. Mañana (03:00 hora española) veremos cuánto había de falta de concentración e intensidad y cuánto de dificultades reales contra unos Heat que han hecho el primer milagro que necesitaban para seguir vivos: robar una victoria todavía sin Dragic y sin un Adebayo que dijo que jugaría este tercer partido pero, finalmente, volvió a ser baja. Los Lakers, en franca superioridad de efectivos y teóricamente de fuerzas, dejaron escapar el 3-0 en un partido horripilante. Si fue solo eso, una mala noche, lo sabremos en el cuarto: o bálsamo o ataque de nervios. Ahora la presión está en los dos bandos. Hay Finales.

Porque los Heat se han ganado el derecho a pensar que todo es posible. No digamos si vuelve Adebayo, el que más cerca parece, o si junto al pívot regresa Goran Dragic. Los de Florida dieron una lección de resistencia física y mental, de supervivencia y, esto es importante, también de baloncesto. Fueron, de cabo a rabo, el mejor equipo en la pista. El más enérgico, el más desesperado… pero también el mejor en casi cualquier concepto de juego. No todo, y más les vale a los Lakers mirarse en ese espejo, se explica por una cuestión de entusiasmo. Al contrario: los Heat fueron perfectamente superiores a partir de un recital táctico de Erik Spoelstra, un extraordinario entrenador que lleva dos partidos dando un clinic que tiene paralizado a un Frank Vogel que necesita respuestas. Su rival le está quitando recursos, jugadores útiles y armas a medida que avanzan las Finales. Poco a poco, golpe a golpe... veremos hasta dónde.

Butler y un partido que es historia de las Finales

El caso es que la seguridad del 2-0 ha desaparecido y el sueño esponjoso del 3-0 se ha derretido. Veremos si se convierte en pesadilla. Los Heat cerraron la zona a cal y canto con un extraordinario ejercicio de esfuerzo colectivo en defensa (no tienen intimidación sin Adebayo) y sacaron del partido a un Anthony Davis que ayudó cargándose de faltas por buscar espacios donde no había en el pastoso ataque de su equipo. El partido, como el segundo, fue una invitación a que los Lakers se dispararan en el pie por su irregularidad desde la línea de tres. Con lo que seguramente no contaban los Heat era con un despliegue lamentable de un rival que rara vez parece tan fuera del partido, tan frágil, tan desnortado: en el minuto 8 los Lakers habían perdido ya 9 balones y caían 22-9, tantos puntos como unas pérdidas que eran 10 al final del primer cuarto y 14 al descanso. Con ese colchón de puntos a favor, Miami Heat se hizo fuerte en su circulación de balón, su localización de los tiradores abiertos y el liderazgo espartano de Jimmy Butler, uno de los jugadores mejor equipados del mundo cuando se trata de jugar contra los elementos. Contra la misma lógica.

Jimmy Butler siempre ha sido una estrella atípica. Un tipo duro que ha pasado ya por cuatro equipos y que, nunca satisfecho, se ha pasado su carrera buscando lo que ofrecen, precisamente, estos Heat de Spoelstra en los que encaja como un guante: preparación constante, energía, compromiso, unidad. Manada. Butler jugó un partido emocionante, colosal, difícilmente explicable si se parte de lo corto que va su equipo sin dos titulares y de lo dura que suele ser para todos los rivales la defensa híper musculosa de los Lakers. Dos días después de jugar más de 45 minutos y perder, no mostró un solo síntoma de desaliento y percutió sin parar, sin mirar atrás y sin ningún miedo. Él siempre juega así y desde luego jugó así en el día en el que más lo necesitaba su equipo. Que ahora tiene lo único que podía sacar de esta noche: una oportunidad.

La defensa de los Lakers, y esto es un mal síntoma para un equipo que vive de ella, lleva dos partidos yendo un paso por detrás del movimiento diabólico (con y sin balón) de los Heat. Y sin ningún antídoto contra un heroico Jimmy Butler que en tres días ha jugado más de 90 minutos y que acabó este tercer partido, una actuación que será recordada para siempre si los Heat revientan la Final, con 40 puntos, 11 rebotes, 13 asistencias, un 14/20 en tiros, 2 robos y 2 tapones. Contribuyó, entre anotación y pases de canasta, a 73 puntos de su equipo, la segunda cifra más alta de la historida desde los 74 de Walt Frazier. Y se convirtió en el tercer jugador (junto a LeBron James y Jerry West) con un triple-doble de al menos 40 puntos en las Finales. Y el único en 40 años junto a Shaquille O'neal y Kareem Abdul-Jabbar que llega a esa anotación sin tirar ni una sola vez de tres. Y el primero, y es un dato tremendo, que acaba un partido de las Finales con más puntos, rebotes y asistencias que LeBron en las ya diez luchas por el título que acumula el 23 de los Lakers.

En la historia de la lucha por el anillo solo se ha remontado cuatro veces un 2-0. Pero una la protagonizaron los Heat para llevarse su primer título (2006), con cuatro victorias seguidas y gracias a un despliegue casi sobrehumano de Dwyane Wade. Este partido de Jimmy Butler recordó a aquellos de Flash hace catorce años. Los dos, Wade y Butler, son productos de la Universidad de Marquette. Para el que quiera sacar a pasear la superstición.

La batalla de los últimos minutos

Butler jugó un partido colosal, superlativo. Y en el que fue capaz de encontrar, poco a poco, socios con los que mantener el rumbo: a duras penas Jae Crowder y Duncan Robinson, de menos a más un Tyler Herro que apareció al final y otra vez y como en el tercer partido, Olynyk, un invitado inesperado que se ha hecho (17+7 esta vez) tan importante como la ausencia de Adebayo le obligaba. Ha cumplido, como su equipo, que firmó un ejercicio admirable de fe porque, y puede que sea lo más asombroso de todo, ganó mil veces y sin venirse nunca abajo. Sin miedo, sin nervios, sin síntomas de cansancio. Cada vez que mereció amasar una ventaja amplia se encontró a los Lakers a un palmo (26-23 al final del primer cuarto, 58-54 al descanso). Y ya en el último cuarto, de repente, se vio por detrás (89-91) pero enlazó en los últimos nueve minutos un parcial de 26-13. Cuando lo normal era esperar la aparición de LeBron James y Anthony Davis, el hundimiento físico o la bajada de plomos anímica del equipo al que parecía no bastarle con hacerlo todo bien. Pero los Heat ganaron también la batalla de los últimos minutos y salen muy fortalecidos de este partido. Mucho, absolutamente resucitados. A ver qué pasa mañana.

A los Lakers les esperan, se supone, largas sesiones de vídeo hoy y mañana. Como mínimo. Ganan 2-1, solo han perdido un partido y siguen a dos triunfos del anillo y en ventaja. Pero estos son las Finales de la NBA y no iba a ser tan fácil, dijera todo el mundo lo que dijera. Mas allá de la derrota, Vogel debería reflexionar sobre lo que ha sucedido en los dos últimos partidos: Dwight Howard sin sitio contra un rival que abre mucho la pista y un suicidio en la línea de tres cada vez que la bola llega a Danny Green (0/4 esta vez) y Caldwell-Pope. Los dos jugadores que hacen inalcanzables a los Lakers solo con firmar unos porcentajes decentes en los tiros liberados acumulan en los dos últimos partidos en un 4/26 en triples. Malos pases, faltas de ataque, posesiones gastadas sin criterio, poca circulación, síntomas de desconfianza y, como puntilla, un mal partido de las megaestrellas. Hasta eso falló: Anthony Davis, cegado por los ajustes de Spoelstra, se quedó en 15 puntos, ni uno en el último cuarto. LeBron acabó con 25 puntos, 10 rebotes y 8 asistencias pero en el último cuarto totalizó cinco puntos… y cuatro pérdidas. Sus errores cuando la resolución estaba en el aire fueron groseros y, superado por Butler en los dos lados de la pista, acabó con 8 pérdidas dos días después de no conceder ninguna. Así son las Finales y él, que está jugando las décimas, lo sabe mejor que nadie. Responderá.

El banquillo mantuvo a los Lakers a flote. Y ni siquiera Rondo brilló esta vez: un poco de Caruso (en la primera parte), y 19 puntos por cabeza para Kyle Kuzma y Marikieff Morris, que metieron 9 triples (9/19) y aportaron los únicos rayos de luz a unos Lakers cuyo partido fue durante muchos minutos impresentable y que acabaron ganándose a pulso una derrota cuyas consecuencias son impredecibles. Si es solo un rasguño en la carrocería o el primer aviso de un motor que se está gripando lo sabremos mañana, en un cuarto partido que de repente se ha llenado de preguntas. Y que nos dará muchas respuestas, seguro.