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NBA | ANÁLISIS

Doc Rivers, Simmons y Embiid: la última oportunida del Proceso

La disfuncional pareja se encuentra con un entrenador reputado que, sin embargo, viene de fracasar por enésima vez en playoffs. El Proceso, ante su última oportunidad.

Doc Rivers, Simmons y Embiid: la última oportunida del Proceso

Empieza una nueva era en Philadelphia. Un proyecto dentro de un proyecto que se presenta como una última bala para arreglar esas promesas hasta ahora incumplidas y demostrar lo que el Proceso nunca ha demostrado: que puede acabar en anillo. No que vaya a hacerlo, algo siempre difícil dentro de una NBA que no espera a nadie ni les ha esperado a ellos. Simplemente, que se muestren como un equipo competitivo que se puede convertir en aspirante y optar a una campeonato esquivo para la franquicia desde 1983, cuando Julius Erving y Moses Malone, fo, fo, fo, mediante, hicieron unos playoffs históricos y levantaron el tercer entorchado de su larga historia, el segundo desde que se trasladaron de Suyracuse y Philadelphia y adoptaron una nomenclatura que ya nunca han perdido. Desde entonces, las Finales de 2001, con Iverson al mando, fueron el tope de un equipo que forma parte de una ciudad que entiende el baloncesto, pero que se ha hartado de esperar a que se cumplan esos pronósticos que parecen lejanos y que se intentarán volver a recuperar tras la salida de Brett Brown de la franquicia tras siete largos años al mando y la constatación de que un cambio en el banquillo era tan urgente como necesario.

Finalmente, Elton Brand y la plana mayor de la directiva, que se mantienen en sus puestos a pesar de su cuestionada gestión, han optado por no tocar a sus dos estrellas y dar una última oportunidad al proyecto con un nuevo técnico. La llegada de Doc Rivers, que ha salido por la puerta de atrás de los Clippers, es un chorro de aire fresco, tanto para el equipo como para el entrenador. Rivers y sus dos nuevas estrellas han salido vilipendiadas del año del coronavirus, y necesitan reivindicarse en una cuenta atrás que empieza con un técnico cuya reputación pende de un hilo tras su enésimo fracaso en playoffs y dos jugadores que poseen un talento innegable pero una imposibilidad manifiesta (hasta el momento) de compenetrarse en pista, merced a las zonas colapsadas que han representado un problema eterno en un último año en el que, entre lesiones y catástrofes tácticas, han tocado fondo: sextos del Este, por debajo del 60% de victorias (43-30) por primera vez en tres años y con una eliminación en primera ronda que ha supuesto un frenazo tras dos semifinales consecutivas y que, tal y como ha ido la temporada, no ha hecho más que confirmar que la etapa de Brown no daba para más y que la necesidad imperante de un cambio era absolutamente manifiesta.

¿Es Doc Rivers la solución?

Puede serlo a corto plazo, pero las dudas empiezan a asaltar al entrenador en torno a su fiabilidad en playoffs. Ante los Nuggets, desperdició una ventaja de 3-1 por tercera vez en su carrera, más que nadie en playoffs, además de ser el técnico que más veces ha perdido en un game 7 a lo largo de la historia, con ocho en total. Con los Clippers también cayó cuando tenía esa ventaja en 2015, ante los Rockets, además de hacer lo propio en 2003, cuando el formato al mejor de siete se instauraba en primera ronda y dirigía a los Magic de Tracy McGrady, que cedieron ante unos Pistons finalistas del Este ese año. El 3-1 ha sido remontado 13 veces en la historia de los playoffs y en tres ocasiones la víctima ha sido Rivers, que también desperdició ventajas de 3-2 en, por ejemplo, las finales del Este de 2012 (ante los Heat de LeBron) o las Finales de la NBA 2010 (ante los Lakers). Además, ha perdido 27 veces en encuentros que daban la clasificación a su equipo a la siguiente ronda, las mismas que Pat Riley. La diferencia, es que Riley tiene un récord de 40-27 en estos partidos y Rivers... de 14-27. Y eso sin contar con que Frank Vogel ha ganado este año con los Lakers las mismas eliminatorias de playoffs que Doc en siete años con el homólogo angelino.

Ahora bien, la reputación de Doc Rivers va más allá de sus meros resultados. Un buen tipo, su conexión con los jugadores siempre ha sido su mejor fortaleza, y puede ayudar a resolver los problemas de la química herida de los Sixers. Asignar roles concretos y encontrar soluciones tácticas ante la falta compatibilidad entre las dos estrellas puede ser una de las armas que tiene a su favor. Así mismo, su influencia fue clara en los Clippers, donde logró 57, 56, 53 y 51 victorias en sus cuatro campañas iniciales. Y sabe impregnar de competitividad a sus plantillas, como se vio en esa primera ronda del año pasado, en la que robó dos victorias a los Warriors. También creo una cultura en una franquicia carente de ella, emergiendo la parte deportiva al escándalo de Donald Sterling y poniendo a los Clippers en el mapa. Todo ello es parte de su legado allí, por mucho que se le reproche el no haber pasado de semifinales con ese equipo formado por Chris Paul, Blake Griffin, DeAndre Jordan... ni con Kawhi o Paul George, claro. Estos últimos, en un curso en el que ha tenido que ceder a un load managment al que no estaba acostumbrado (ha entrenado nada menos que a Kevin Garnett, en las antípodas de esa idea) y que le ha acabado carcomiendo en unos playoffs en los que la química grupal inherente a sus equipos ha brillado por su ausencia en un año con final aciago.

Tampoco podemos olvidar que Doc Rivers se llevó el premio a Entrenador del Año en su temporada rookie en los banquillos, la 1999-00. Y que metió a los Magic en tres playoffs consecutivos de 2001 a 2003 a pesar de las lesiones constantes de Grant Hill y haciendo explotar aun McGrady que alcanzó su clímax como jugador a sus órdenes. Ni que es campeón de la NBA, claro, en 2008 y en unos playoffs en los Celtics ganaron la primera y segunda ronda a siete partidos y las dos siguientes a seis, tras conseguir 66 victorias en regular season, sabiéndose apoyar en sus asistentes (Tom Thibodeau, su entrenador defensivo por aquel entonces) y teniendo siempre el beneplácito de sus jugadores, que mantuvieron al equipo como contender hasta 2012 tras conseguir dar a Boston su primer campeonato en 22 años. Una de cal y una de arena para un técnico que mejora a sus equipos pero que no ha dado con la tecla en la fase final durante su carrera, más allá de ese anillo de 2008, la parte más brillante del currículum de un entrenador muy bien valorado, como demuestra el poco tiempo que ha durado en el paro tras su salida, de mutuo acuerdo o no, de unos Clippers cuyo final de temporada no gustó nada al antiguo dueño de Microsoft y mandamás de la franquicia, Steve Ballmer.

Poco margen de maniobra más allá de las estrellas

Ahora bien, por mucho que pueda hacer Doc Rivers no es un secreto que el problema de los Sixers es también estructural. Tobias Harris tiene 180 millones garantizados hasta 2024, Joel Embiid, 122 hasta 2023, Ben Simmons, 177 hasta 2025, y Al Horford, 97 hasta 2023. Este último contrato fue lo que nadie entendió, fichando a un jugador que había sido un quebradero de cabeza en los Celtics pero que no les solucionaba nada en esa poblada zona en la que empezó siendo titular, acabó de suplente y ahora, nadie sabe qué hacer con él. Camino de los 35 años, es una pieza que difícilmente pueden traspasar, y habrá que encontrar su lugar en un esquema de juego mientras muchos se lamentan del contratazo que Harris cobra y que, para muchos debería haber sido para un Jimmy Butler que fue todo menos un problema. El escolta quiso poner rumbo a nuevos horizontes y ahora está disputando sus primeras Finales, pero muchos reprochan a Elton Brand y compañía no haber hecho más esfuerzos para retener a un hombre que era el alma del vestuario y que daba un punto de competitividad que a Embiid y Simmons les hace mucha falta. El pívot, por cierto, ha disminuido de manera notable sus estadísticas respecto al año pasado, mientras que Simmons las mantiene mientras sigue haciendo gala de sus inabarcables problemas de tiro.

Los Sixers tienen algo de margen, pero la mejora se tiene que notar con presteza si no quieren tomar decisiones más precipitadas. Con 26 y 24 años, Simmons y Embiid son las piedras angulares del proyecto, pero también las que podrían ser traspasadas para personalizar el ataque y dejar de tener problemas tácticos que para Brett Brown han sido irresolubles. Más difícil será encontrar salida a Tobias, aunque liberar cualquiera de estos contratos daría la oportunidad de fichar unos tiradores que estaban con Reddick o Bellinelli pero que escaparon junto a un añorado Butler. Doc Rivers se une al dúo dinámico para buscar un milagro y justificar ese Trust The Process, hoy carente de sentido. Los Sixers se encuentran ante, tal vez, una última oportunidad de dar un paso adelante junto a Embiid y Simmons y no tener que echar mano de un traspaso que revolucione la plantilla y suponga tomar una decisión complicada, poniendo rumbo a un proyecto ya distinto y con una sola estrella que no se estorbe con la otra. De momento, nuevo entrenador y nuevas perspectivas. El resto, ya lo veremos.