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CELTICS 128-SIXERS 101 (2-0)

Exhibición de Tatum (33) y ridículo de unos Sixers en estado crítico

Partidazo del alero de unos Celtics deslumbrantes que, sin Hayward, aplastaron a unos Sixers perdidos, sin recursos ni espíritu. Joel Embiid volvió a estar muy solo.

Exhibición de Tatum (33) y ridículo de unos Sixers en estado crítico
Kevin C. CoxAFP

Esta, recordemos, es la gran rivalidad histórica del Este. La que inspiró los gritos de ‘Beat L.A.’ en el Garden cuando los Sixers tenían sellado el triunfo y el billete a domicilio en territorio comanche, en el séptimo partido de la final de Conferencia de 1982. Dos centros de poder de la Costa Este separados por solo 450 kilómetros, los equipos de Boston y Philly se odian. Dos ciudades de enorme tradición deportiva, de leyendas forjadas en duelos como el que debería ser este… pero al que los Sixers no se sabe si comparecerán siquiera. Quizá la generación más joven solo ha conocido las derrotas aplaudidas por el Proceso, el tanking industrializado y el jolgorio de la acumulación de picks de draft. Pero los Sixers, antes, fueron uno de los equipos con más mística y, repito, orgullo, del deporte estadounidense.

El Proceso embriagaba con el aroma de un futuro que no llega. Los Sixers dieron una imagen pésima en el segundo partido contra los Celtics (128-101) y pierden 2-0. La lesión de Gordon Hayward ponía en cuestión la superioridad de los de Brad Stevens ante un rival que tiene esta vez la excusa (y, más allá, un hándicap muy real) de la ausencia de Ben Simmons. Pero los Sixers ni hicieron nada con ese posible golpe de suerte a favor. Igual que no han hecho nada para evitar el que viento en contra (la lesión de Simmons) envíe su año a la lona. No por ahora, y después de ver el segundo partido muy pocos apostarían a que hay una revolución pendiente en el espíritu de ese vestuario. Uno que, además, va camino de una postemporada oscura: hay más de 145 millones de dólares comprometidos ya para la próxima campaña, en la que no se sabé cómo ni cuándo se jugará. La flexibilidad es mínima, Tobias Harris tiene sueldo de súper estrella hasta 2024 y Al Horford, hasta 2023.

Si todo sigue el curso que lleva camino ahora, caerá Brett Brown, un entrenador superado tácticamente, que dirige a uno de los equipos más obtusos a la hora de leer partidos, también con menos jugadores capaces de (y más sin Simmons) ver y dar el pase adecuado en el momento adecuado. Al menos, una pírrica victoria, Joel Embiid pasó de sus míseros 15 tiros del primer partido a 21 (11/21). Otra vez comenzó dominando (22 puntos en el primer tiempo) y otra vez se le vio frustrado, desconectado y con ganas de estar en otro sitio cuando su equipo empezó a ser vapuleado. Acabó con 34 puntos y 10 rebotes, viendo desde el banquillo un último cuarto inservible: después de estar 14 arriba y ganar 27-33 el primer parcial, los Sixers se llevaron un 71-42 entre el segundo y el tercero. Una paliza. Con sueldo y talento de estrella, Tobias Harris volvió a ser un jugador frío y decepcionante. Con un evidente castigo de la edad, Al Horford tampoco funcionó desde el banquillo en un equipo en el que jamás parece estar cómodo. Burks, un anotador más o menos fiable en sus buenas noches, acabó con un 1/8. Korkmaz no metió ni un tiro y al rookie Thybulle le queda muchísimo por aprender sobre cómo se ataca para poder ser titular en partidos así en base a cómo defiende.

Los Sixers parecieron dar el partido por perdido en cuanto los Celtics enlazaron cinco triples en cuatro minutos, uno de un Kanter que solo había metido otro más en toda la temporada. En un tercer cuarto que acabó 98-75, hubo mate de 360 grados de Jaylen Brown (20 puntos) y festival verde. Al final, minutos para todos, Tacko Fall incluido, con Marcus Smart ocupando el puesto del lesionado Hayward en el quinteto y 22 puntos de Kemba Walker.

Y 33 de Jayson Tatum, que anotó 32 en el primer partido y que ha batido su récord de anotación en playoffs en los dos encuentros de esta serie. El alero, que rompe en súper estrella ante los ojos de todos, acabó con un 8/12 en triples y devastó a los Sixers, también emocionalmente. Es un grandísimo talento usado de la forma correcta en un sistema adecuado y dentro de un equipo construido con sentido y bien entrenado. Viéndolo, uno se imagina gran parte de las frustraciones de Joel Embiid, pero ni siquiera eso es excusa para el pívot, por muy bueno que sea y, sobre todo, por muy solo que esté.