Los Knicks tiene una serie de desdichas en los últimos años que son dignas de estudio. El convertirse en la franquicia maldita pese a ser la que mayor valor económico tiene de las treinta actuales es una contradicción que para muchos supone un quebradero de cabeza, incluidos los jugadores que tienen pensado firmar por este equipo en algún momento. En los últimos años ha pasado con Zion Williamson o Kevin Durant, por nombrar a algunos de los más importantes. Otros, como Carmelo Anthony o Kristaps Porzingis, terminaron marchándose por uno u otro motivo habiendo sido parte de la plantilla. No consiguen captar la atención necesaria de los grandes nombres no sólo por el horror deportivo sino por el directivo también y en 2010 lo pudo comprobar en primera persona LeBron James.