El día que Shaq enseñó el culo a la ciudad de Sacramento
El pívot de los Lakers tuvo un gesto muy soez a la conclusión del séptimo partido de las finales del Oeste de 2002 contra los Kings.
Shaquille O'Neal nunca ha sido un hombre parco en palabras. Acostumbrado a aplastar a sus rivales en pista, el pívot no era amigo de los grandes y emotivos discursos, una tradición rota en la muerte de Kobe Bryant y en alguna que otra ocasión especial; pero sí de la fina ironía, el sarcasmo, y un humor muy puntiagudo que sacaba muchas veces de quicio a sus adversarios, que además de tener que sufrir su extraordinario dominio en el poste, debían soportar también algunas de las declaraciones más atrevidas de una de las personalidades más importantes de la historia reciente de la mejor Liga del mundo.
Era el caso de los Kings, a los que Shaq tildaba irónicamente de Queens, para desgracia de un Arco Arena enfurecido cada vez que el pívot lo visitaba. Allí se encargaron de mostrar su desprecio antes del séptimo partido de las finales del Oeste de 2002, una serie para la historia en la que Sacramento tenía la mayor oportunidad en mucho tiempo. Lo cierto es que cuando los Lakers llegaron al campo rival para disputar el último encuentro de la serie, los aficionados locales mostraron una vez más su menosprecio a la franquicia de púrpura y oro, y se bajaron los pantalones, mostrando el culo al autobús del equipo. “Nos reímos. Aunque solo fuera por eso, esa gamberrada contribuyó a quitar hierro a lo que podría haber sido el partido más complicado al que se enfrentaron nuestros jugadores”, dijo Phil Jackson años después, reconociendo que jugar un séptimo partido fuera de casa era “la prueba más letal y desafiante que existe”.
Los Lakers se llevaron el partido en la prórroga (106-112) culminando una eliminatoria para los anales. Shaq, que disputó 51 agotadores minutos y finalizó con 35 puntos y 13 rebotes, promedió 30,3+13,6 durante la serie y los angelinos eliminaron a uno de los mayores rivales de su particular three peat por tercera ocasión consecutiva. El pívot, más callado de lo habitual por el agotamiento acumulado decidió despedirse a su manera de un grupo de aficionados de Sacramento que increpaban al autobús del equipo en su salida del Arco Arena. Se desprendió de la ropa que ocupaba el tren inferior de su cuerpo y estampó su trasero en el cristal, una imagen poco agradable a la imaginación pero que da buena muestra del carácter del jugador angelino. “Ahora si eso volvéis”, parecía decir con el gesto, al que sus compañeros bautizaron como “la salida de la luna llena”. Un episodio hilarante desde cierto punto de vista y que ayuda a comprender mejor el carácter de un jugador extraordinario.
*Esta historia está dentro del reportaje especial titulado Kobe, Shaq y unos reyes sin corona: la eliminatoria que marcó a una generación.