Pippen y el episodio más oscuro de los Chicago Bulls: "Estoy fuera"
En 1994, tuvo lugar una de las escenas más controvertidas de la historia de los Bulls. Jackson eligió a Kukoc y no a Pippen para un tiro ganador... y a éste no le sentó muy bien.
El 20 de mayo de 1994, la tormenta perfecta estallaría en los Chicago Bulls. O así podría haber sido, ya que el conflicto que ese día emergió bien podría haber sido mayor. Las cosas se resolvieron de forma rápida y eficaz, pero el episodio marcó un antes y un después en la historia de la franquicia en general y de la dinastía en particular, que nunca tuvo un episodio tan oscuro como ese. Ni las peleas de Jordan con Kerr y compañía, o la llegada de Dennis Rodman y su controvertido comportamiento, pusieron tan en peligro la química de los Bulls, ese equilibrio espiritual interno al que siempre eludía Phil Jackson y que estuvo a punto de irse al traste por un tiempo muerto solicitado a 1,8 segundos de un partido de playoffs.
Antes de eso, los Bulls habían cuajado una temporada excepcional, llegando en la tercera posición del Este a los playoffs y eliminando a los Cavaliers en primera ronda. Y mucho antes, Michael Jordan había anunciado su primera retirada, dejando a la NBA en estado de shock tras ganar la franquicia su tercer campeonato consecutivo, primer three peat desde los Celtics de Russell. El mérito era doble para el equipo, que perdió más de 30 puntos por noche pero se recompuso excepcionalmente con la frase que B.J Armstrong pronunciaría a final de temporada ante la prensa como santo y seña, una creencia que querían demostrar al mundo lejos de la larguísima sombra de aquel hombre que les había llevado a tres campeonatos consecutivos: "Con todos mis respetos para Michael, no hemos ganado tres anillos por un solo jugador", rezaba el base tras la ya consabida eliminación ante los Knicks en semifinales.
Desde luego, se empeñaron en demostrarlo. Chicago empezó dubitativo (6-7 a finales de noviembre) y con lesiones antes de sumar 14 victorias en los siguientes 15 partidos que encauzaban la situación. El equipo encontró la regularidad y consiguió una racha de 10 victorias consecutivas entre finales de marzo y principios de abril para terminar con un excelente 17-5 y unos números fantásticos a pesar de no contar con Jordan: mejor rating defensivo de la franquicia desde la 1977-78 (102,7) y superior a cualquiera conseguido con el escolta, tercera mejor defensa solo por detrás de Knicks y Spurs, séptimo equipo con más asistencias, octavo en porcentaje de tiros de campo y cuarto en triples. Y habiendo perdido 30 puntos por noche, sobrevivieron anotando 98, siete menos que la temporada anterior. Y solo, insistimos, con dos victorias menos, el mejor récord de toda la historia de la entidad sin Jordan, solo por detrás de las 57 alcanzadas en la 1971-72 y una cifra que no se volvió a alcanzar sin His Airness hasta la 2010-11, con Derrick Rose como efímero líder de un proyecto cuyo balance ese año fue de 62-20, pero que luego hizo aguas por culpa de las interminables lesiones del base.
La serie ante los Knicks fue aleccionadora para los Bulls, marcando para siempre el carácter de Jackson y su actitud hacia la prensa y hacia el arbitraje y con un episodio que dañó la reputación de un Pippen que se recuperó dejando en el recuerdo una gran serie y la mejor temporada de su carrera, con el MVP del All Star, y la inclusión simultánea al Mejor Quinteto y al Mejor Quinteto Defensivo. Pat Riley había llegado a la Gran Manzana haciendo gala de una inteligencia sin precedentes, comprendiendo que el estilo vertical, anárquico e imaginativo del Showtime había muerto con la retirada de Magic Johnson y que los precursores de los 90 eran los Bad Boys y no los Lakers. Al fin y al cabo, ahí acabó un estilo de juego que nunca fue tan indivisible del jugador que mejor lo representó, entrando en una era marcada por grandes defensas y el hombre dentro fuera, siendo los pívots inamovibles del poste y acogiendose a los fundamentos, esos que tanto echa Popovich de menos.
Riley demostró pues que lo creado en Los Ángeles era un salto evolutivo para el que la NBA estaría preparada más de 20 años después, cuando Steve Nash y Mike D'Antoni crearon el seven seconds or less para certificar que se había pasado a una nueva era. Pero ese momento tardaría en llegar, y antes del mismo, Riley creó un estilo más sucio y desvergonzado todavía que el de los Pistons, permitiendo a los Knicks soñar con el anillo por primera vez desde 1973. Sí, ese de Wal Frazier, Red Holzman y compañía. Desde luego, el éxito no es más que un añorado recuerdo en la Gran Manzana, cuya crisis, absolutamente estructural, es también pantagruélica.
1,8 segundos que conmovieron al mundo
En semifinales, los Knicks ganaron los dos partidos iniciales en el Garden antes de viajar al United Center. El partido llegaba empatado a 102 con 1,8 segundos para el final, y Phil Jackson solicitó tiempo muerto para preparar una jugada que permitiera a los Bulls seguir vivos en la eliminatoria. Sin embargo y en contra de lo que todos pensaban, fue Toni Kukok y no Scottie Pippen el encargado de ejecutarla. "Mierda" se escuchó exclamar al alero, furioso con el croata por haber creado una situación de tráfico que le había impedido hacer un buen tiro en una jugada anterior. "Tuviste una oportunidad de anotar y no salió bien. Ahora vamos a hacer otra cosa", dijo el Maestro Zen, creyendo que la situación estaba zanjada. Sin embargo, la estrella local, que estaba cuajando un partido tremendo (25+7+4 ocn un 50% en tiros) se fue a sentar al final del banquillo. "¿Estás dentro o fuera?", le preguntó Jackson. "Estoy fuera", respondió Pippen.
Jackson estaba atónito. Pippen era el encargado del pase, por lo que tuvo que pedir otro tiempo muerto para que Pete Myers se encargara de ello. Para el técnico, Scottie había violado la confianza de sus compañeros e incluso se puede ver su cara en la televisión norteamericana, haciedo público el problema de manera inmediata. Jackson, llamó a este epígrafe dentro de su libro Canastas Sagradas, 1,8 segundos que conmovieron al mundo. El enfado de Bill Cartwright fue aún mayor, reprochándole a su compañero su actitud en el vestuario: "Eso fue una mierda. Después de todo lo que hemos pasado, ésta es nuestra oportunidad de hacer algo por nuestra cuenta, sin Michael. Y tú lo fastidias con tu egoísmo. Nunca he estado tan decepcionado en mi vida". Ni que decir tiene que Kukoc anotó la canasta ganadora y dio la victoria a los Bulls, claro.
Cartwright rompió incluso a llorar en esa charla, algo que según su esposa Sheri no había hecho en 15 años de matrimonio y que conmocionó profundamente a Pippen. El alero ya lo tenía todo olvidado para el cuarto partido, en el que volvió a cuajar su mejor versión (25+8+6) antes del escándalo arbitral del Madison en el quinto, con una polémica e inexistente falta de Pippent sobre Hubert Davies que propició dos tiros libres que dieron la victoria a los locales, librándose del bochorno que habría significado disputar el sexto en Chicago. Los Bulls caerían en siete, pero con grandes sensaciones y demostrando que, efectivamente, eran mucho más que "el equipo de Michael Jordan". Pippen ha asegurado que volvería actuar del mismo modo y el episodios sigue siendo muy comentado hoy en día, aunque su reputación como jugador permanece (casi) intachable. Jerry Krause dijo que había sido la temporada "más satisfactoria" desde que estaba en los Bulls y Jackson la definió como su "favorita", alegando el crecimiento espiritual del equipo y el punto de inflexión que vivió con ese episodio. Curiosidades del destino, entrenador y directivo coincidirían entonces en el diagnóstico de ese curso baloncestístico. Pero claro, sería de las últimas veces que ocurriría algo así. El resto, ya se sabe: regreso de Jordan, derrota ante los Magic, anillo, anillo, anillo y final. Poco más que añadir.