NBA | THE LAST DANCE

El mosqueo de Jordan con Karl antes de las Finales de 1996: "Se convirtió en algo personal"

Karl y Jordan tenían una gran relación y coincidieron en un restaurante antes de las Finales de 1996, pero el técnico le negó el saludo, hecho que enfureció a His Airness.

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El jugador de los Chicago Bulls de la NBA, Michael Jordan, a la izquierda; el entrenador de los Seattle SuperSonics, George Karl, a la derecha

La temporada 1995-96 es, para muchos, la mejor de la historia de la NBA. Michael Jordan y los Chicago Bulls llegaban a ella tras una aleccionadora derrota en semifinales del Este contra los Magic unos meses antes y entrenaron como posesos durante el verano para volver a conquistar el anillo. En especial His Airness, que había regresado al equipo a finales del último curso pero había notado la inactividad, esa que le mantuvo alejado de las pistas desde que anunciara su primera retirada en 1993 y que le hizo tener fallos concretos en momentos determinados de la serie ante Orlando. Dicen lo que saben de esto, que jamás se había visto a la estrella ejercitando su cuerpo hasta ese nivel, con una determinación durante los entrenamientos previos a la campaña que se avecinaba desconocida hasta entonces.

El fracaso que experimentó el escolta fue el inicio de la mejor versión de los Bulls que jamás se ha dicho. Y eso es decir mucho. Jordan lideró a los suyos a una temporada de 72-10, récord histórico por aquel entonces y primera vez en la historia que se superaba la barrera de los 70 partidos ganados. Fue el año de "72 victorias no significan una mierda sin el anillo" (72 win season don't mean sh*t' without NBA title", ese slogan que luego utilizaron para empequeñecer las 73 de los Warriors en 2016. La diferencia está clara, el campeonato. Golden State cayó en las Finales ante los Cavaliers tras desapeovechar una ventaja de 3-1, mientras que Chicago superó a los Seattle SuperSonics en una serie con menos historia de la que muestra el marcador final (4-2) y que los Bulls empezaron dominando con una superioridad manifiesta (3-0).

Precisamente han sido esas Finales las que ha tratado The Last Dance en los episodios 7 y 8, que continúan con un documental que está causando una extraordinaria expectación y está sirviendo para conocer nuevos detalles de la carrera de Michael Jordan. También uno en particular que afecta a la previa de estas Finales, a la que los Bulls llegaron con tan solo una derrota a sus espaldas. Según relata Jordan, fue a cenar con Ahmad Rashad a un restaurante de Chicago antes del primer encuentro y coincidió allí con George Karl, entrenador de los Sonics, pero éste no le saludó, algo que no gustó nada a la estrella, que había ganado ese año el premio a máximo anotador (el octavo de su carrera), y juntaba ya el MVP de la temporada y el del All Star, al que sumaría poco después el de las Finales.

Jordan y Karl tenían una buena relación, desarrollada durante la etapa del jugador en Carolina del Norte, donde coincidió con el técnico. Fue por eso por lo que no le gustó para nada que no le saludara, toda una declaración de intenciones antes de las Finales. "Pasó junto a mí sin saludar y le dije: '¿En serio, esta va a ser tu táctica?'. Eso es una mierda. Fuimos a Carolina. Conocemos a Dean Smith, lo veo durante el verano y jugamos al golf. ¿Vas a hacer esto? Bien, está bien. Eso es todo lo que necesitaba. Se volvió algo personal", relata Jordan a las cámaras durante la emisión de The Last Dance en declaraciones recogidas por CBS Sports y visiblemente molesto con la actitud del técnico antes de la eliminatoria.

El resto de la historia ya se conoce. Jordan voló en los tres primeros partidos, en los que los Bulls ya habían sentenciado la eliminatoria por mucho que los Sonics tiraran de orgullo y de la defensa de Gary Payton y ganaran los dos siguientes. El escolta acabó la serie con más de 27 puntos de promedio, a los que añadió 5,3 rebotes, 4,2 asistencias y 1,7 robos. En el tercer encuentro fue absolutamente imparable: 36 puntos, 11 de 23 en tiros de campo, 3 de 4 en triples y 11 de 11 en tiros libres. Ese fue el punto de inflexión que sentenció al equipo de un George Karl que, se dice, tuvo errores clave en las Finales. Y el primero, justo antes del inicio, fue no saludar a Jordan... o eso dice él, claro.