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NBA

Lío en los Sixers y Ben Simmons señalado: "Jugamos asustados"

Los Sixers enlazan tres derrotas después de chocar contras las defensas en zona de Heat y Mavericks. La falta de tiro de Simmons vuelve a centrar el debate.

Lío en los Sixers y Ben Simmons señalado: "Jugamos asustados"
Bill StreicherUSA TODAY Sports

Es exagerado hablar de crisis. Debería ser considerado un bache, un mal momento en una Regular Season que tiene dientes de sierra para casi cualquier equipo, también los muy malos y los muy buenos... o los que deberían serlo, como unos Sixers llamados a pelear por el anillo y jugarse el Este con los Bucks. Así tendría que ser, a priori.

Bache y no crisis: hace justo una semana los Sixers dominaron a los Celtics, en el Garden. Era la cuarta victoria seguida, incluidas dos ante Raptors y Nuggets. Estaban 19-7 y no habían perdido en el Wells Fargo Center. La cosa marchaba en una temporada en la que los Sixers tienen que centrarse en conservar fresco a Joel Embiid y pulir un estilo de juego que parece ajeno a estos tiempos (de velocidad y fuego exterior) pero que debería funcionar en playoffs, cuando los partidos se ganan con menos puntos y más defensa, y cuando su gigantesco quinteto (Ben Simmons, Josh Richarson, Tobias Harris, Al Horford, Joel Embiid) debería hacerle la vida imposible a Giannis Antetokounmpo si finalmente se acaba dando el duelo con los Bucks. Brett Brown maneja un equipo con defectos y virtudes obvias y su misión es, ni más ni menos, hacer que las segundas puedan más que los primeros. Más vale, porque del Proceso se pasó al All In, con la apuesta por Tobias Harris y Jimmy Butler primero (el equipo que perdió en el último segundo del séptimo partido ante el campeón, Toronto Raptors), y por el alero y Al Horford después, cuando Butler puso rumbo a Miami para intentar asentarse en Florida y dejar de ser una estrella errante. 

Una apuesta muy clara... y muy cara

La apuesta no es barata, claro, y tampoco cortoplacista. Estos Sixers, en teoría el fruto del Proceso, serán en este formato o no serán. Joel Embiid firmó en octubre de 2017 una extensión rookie de 148 millones por cinco años. Y este verano Ben Simmons se aseguró 170x5, Tobias Harris 180x5 y Al Horford 109x4. Los libros de cuentas están ya repletitos para los próximos años, y ahora toca hacer que la cosa funcione. Pero en la última semana los Sixers ganaron con apuros a los depauperados Pelicans y han perdido después tres partidos ante Nets, Heat y Mavericks, los dos últimos en su pista (donde ahora están 14-2) y tras ser incapaces de sobreponerse a las defensa en zona plantadas por Erik Spoelstra y Rick Carlisle. El balance total es ahora de 20-10, lo que apenas vale para ser sextos de un Este donde ahora mismo (son sensaciones: dientes de sierra) parece que tienen a más distancia a los Bucks por delante que a Celtics, Heat o Raptors (sanos) por detrás.

Puede ser solo una mala semana, pero si uno se da una vuelta por la prensa de Philadelphia y los blogs que siguen a los Sixers, la impresión es de muchos nervios. Después de ser vapuleados en su pista por unos Mavericks sin Luka Doncic, apareció un dato relevante: en los 28 primeros partidos de la temporada, solo habían jugado 49 posesiones contra defensas en zona y lo habían manejado con un 112,2 de rating ofensivo. Bien. Esa efectividad ha desaparecido en los dos últimos partidos: 53 posesiones contra zona con un 90,6 de rating ofensivo y 55 posesiones con un 81,8 contra los Mavs. En picado. Brett Brown reconoció que el asunto había anidado en el ánimo del equipo: “Hemos perdido la competitividad porque no somos capaces de anotar y afecta a la defensa, al espíritu... no estamos siendo como somos”. Y Joel Embiid fue todavía más rotundo: “El baloncesto debería ser un juego fácil. Pasas, tiras, te mueves... Pero ahora es como si jugáramos asustados. No metemos los tiros y eso hace que defendamos también muy mal”.

Por su estructura, los Sixers saben de sobra qué problemas tendrán que manejar: poco tiro exterior, poca aportación del banquillo, pocas opciones en la creación de juego. Si las cosas se siguen torciendo, y con el poso que dejaron las últimas eliminaciones en playoffs ante Celtics y Raptors, las miradas se volverán irremediablemente contra Brown... y contra Ben Simmons. Porque Simmons y Embiid son el botín de la reconstrucción, la razón por la que los Sixers tendrían que ser tan aspirantes al anillo como (casi) cualquiera. Sobre Embiid hay pocas dudas que no tengan que ver con su resistencia física, y esta temporada ha mejorado, por ejemplo, como pasador desde el poste, algo que no era precisamente una virtud y que le convierte en un jugador mucho más productivo cuando recibe dobles marcajes cerca de la canasta. Simmons, por su parte, firmó su extensión millonaria aunque en playoffs había vuelto a sufrir ante defensas que explotan su absoluta ausencia de tiro exterior (y no tan exterior). Entonces con Butler, que acaparaba el balón en los momentos calientes, el australiano se convertía en un incordio en el cinco contra cinco, absorbiendo espacios que deberían ser para Embiid y sin poder aprovechar su principal virtud como jugador de ataque: la visión de juego.

En teoría, Simmons había trabajado en verano para adquirir rango de tiro, aunque sea mínimo. Y Brett Brown ha jurado y perjurado que quiere que el base de 2,08 mire a canasta cuando los rivales le dan metros de margen. Y aunque ha metido dos triples, estos solo han servido para dar un aire de feria viral a lo que sigue siendo en realidad una carencia sangrante. Simmons es un gran jugador, con un tremendo potencial, solo 23 años, mucho valor como defensor y unas aptitudes distintas a las de casi cualquier otra estrella de la NBA. Pero también es, en esencia, un jugador que estrenará en la temporada 2020-21 un contrato de 170 millones... y que no sabe tirar a canasta, el hecho que define de forma más básica a un deporte que, como dice Embiid, no es tan complicado.

En la temporada 2023-24, Simmons cobrará más de 39 millones de dólares. La cuestión es si lo hará en los Sixers al lado de Joel Embiid o si se acabará rompiendo una pareja que no parece mejorar a ninguno de los dos en los minutos que comparten en pista. Si la culpa de que así sea es de Brett Brown o de la incompatibilidad de sus estilos es la gran pregunta que se tendrán que hacer en Philadelphia. Que ya se están haciendo, en realidad: el debate emerge o se aligera en función de cómo van la cosas, y se hace irrespirable en verano, en cuanto el equipo cae eliminado en la carrera por el Este, donde en las dos últimas temporadas ha ganado a los equipos claramente peores (Heat y Nets) y ha perdido contra los que eran (o deberían ser) de un nivel similar, Celtics y Raptors.

Simmons no parece dispuesto a seguir las instrucciones de su entrenador. Y no tira. Porque se bloquea, porque le puede el miedo escénico o porque piensa demasiado en qué se dirá si acumula fallos (reconoció que solía ser así en pasadas temporadas). En lo que va de temporada acumula 289 con un 56,4% (163/289). Pero 209 han sido a un máximo de un metro y medio del aro (con un 64,1% de acierto) y otros 69 a distancias de entre 1,5 y 3 metros. Así que 269 de 289 tiros totales han sido a un máximo de tres metros de la canasta, un perfil de ataque que choca frontalmente (y literalmente en pista) con el estilo de un equipo que es mejor cuanto más juega al poste con espacios Embiid y que querrá cerrar los partidos de playoffs con el camerunés y Horford fortificando la defensa. ¿Puede Simmons ser realmente un jugador de elite si sigue sin crecer ni un ápice como tirador? ¿Es Brett Brown el entrenador ideal para que estos Sixers den el paso definitivo adelante? Ambas preguntas parecen claramente interrelacionadas en una relación, además, muy particular: Simmons y Brown también trabajarán juntos con la selección australiana, a la que el segundo ya dirigió en el Mundial 2010 y los Juegos de 2012. Curioso, desde luego, aunque lejos de las cosas que preocupan realmente, y cada vez más, en Philadelphia.