Los Lakers mandan en la NBA: 50 puntos de Davis, 32 de LeBron...
Exhibición descomunal de Anthony Davis ante Towns y los Wolves. Cuarta victoria seguida y 21-3 ya para los Lakers. LeBron y Davis, al estilo Kobe-Shaquille.
Los Lakers volvían a casa después de una gira triunfal (Denver, Salt Lake City, Portland) para recibir, en domingo, a los Timberwolves. Así, en casa y en domingo, habían llegado sus dos últimas derrotas, el 10 de noviembre (mañana se cumple un mes) ante los Raptors y hace siete días contra los Mavs de Luka Doncic. Pero esta vez no hubo caso, ni cuestión ni debate, los Lakers manejaron a los Wolves con absoluta autoridad, ganaron (142-125), se divirtieron y colocaron un 21-3 que les manda a la cama con el mejor balance de la NBA, medio partidito de ventaja sobre los Bucks (a los que visitan en menos de dos semanas) y ya cuatro sobre el lote de perseguidores del Oeste (Clippers, Rockets, Nuggets, Mavericks). Las cosas van, desde luego, de maravilla.
Para encontrar otro 21-3 en una franquicia que ganó esos 21 partidos en toda la temporada 2014-15 (y 17 la siguiente) hay que volver a la 2008-09, una de 65 victorias (65-17)... y el primer anillo de la pareja Kobe Bryant-Pau Gasol. Así que la cosa se está poniendo seria. Tras el patinazo ante lo Mavericks y pese a estar 17-3, a los Lakers les tocó escuchar que el calendario había sido amable y que las cosas no eran tan bonitas como parecían. Desde ahí, cuatro victorias, con tres seguidas en cuatro días en tres pistas duras del Oeste (Nuggets, Jazz, Blazers) y esta última sin grandes apuros, de vuelta en el Staples.
Un 4-0 con una diferencia media de 18,5 puntos y unas sensaciones incuestionablemente al alza. El ataque (cada vez con más apoyo exterior) ha ido cogiendo vuelo, sufrido a principio de temporada. La defensa, que pareció flojear, ha demostrado que está ahí cuando hace falta. Anthony Davis, discreto en ataque en algunos partidos de noviembre, está jugando a su mejor nivel (el de, básicamente, uno de los mejores del mundo) mientras se afianza como favorito al premio de Defensor del Año. LeBron James dirige la orquesta y la química del grupo resulta incuestionable, placentera, plena. Dwight Howard es el compañero perfecto, Jason Kidd es el asistente perfecto y todos los miedos del verano parecen por ahora (esto es muy largo...) infundados. En su actual nivel, los Lakers ni acusan las bajas, sensibles en el backcourt: contra los Wolves no estuvieron ni Rajon Rondo (bien en los últimos partidos) ni un Avery Bradley que es clave, sobre todo en defensa, y que no juega desde el 14 de noviembre. Su regreso es inminente... y necesario. Los Lakers se van de gira por el Este, con cinco partidos que desembocan en Milwaukee (día 20) antes de volver a cada para jugar contra Nuggets... y Clippers, en el esperadísimo partido de Navidad. Mucha tela.
Davis y LeBron, una exhibición para el recuerdo
En marzo de 2003, Kobe Bryant y Shaquille O'Neal superaron los 70 puntos combinados en dos partidos seguidos. Ahora, LeBron James y Anthony Davis les han igualado. En Portland el primero sumó 31 y el segundo 39. Ante los Wolves, un LeBron que ni siquiera metió quinta acabó, silbando, con 32, 13 asistencias (el líder de la NBA) y un 6/8 en triples; Y Davis se fue a 50 puntos por cuarta vez en su carrera, con 7 rebotes, 6 asistencias y 4 robos. Entre ambos, 82 puntos en una noche monstruosa del ala-pívot, una exhibició old school (lo dijo el propio Frank Vogel) en la que no se olvidó de dirigir la defensa de su equipo mientras percutía en unas zonas en las que desnudó literalmente a Karl-Anthony Towns (19 puntos, 8 asistencias, 1/7 en triples). Vieja escuela: Davis sumó 50 puntos sin anotar de tres (20/29 en tiros, 10/10 desde la línea de personal) y reventó el duelo de números 1 salidos de Kentucky (2012 y 2015). Towns, un jugador mucho más fino y al que le gusta tirar por fuera e iniciar las jugadas más allá de la línea de tres, fue asfaltado por Davis cerca del aro y sin compasión hasta que sacó la bandera blanca. Él y su equipo, que queda en 10-12 y en batallas muy distintas a las de unos Lakers de aspecto imponente.
Sin hacer mucho ruido, los Wolves fueron agarrándose a un partido que nunca pareció fuera del control local. Del 39-31 del primer cuarto a un 51-52 cuando llovían triples de los de Ryan Saunders. Y de 103-84 a 105-99 antes del último estirón, ya definitivo. Sin forzar en defensa y apretando según necesidad, comos los equipos buenos de verdad, los Lakers ganaron con una sonrisa de oreja a oreja, un Davis descomunal, un LeBron magnético... y un excelente trabajo de Dwight Howard en el día de su cumpleaños (34), de un Kentavious Caldwell-Pope cada vez más útil y de un Alex Caruso sensacional: 16 puntos, 2/3 en triples, 4 rebotes y 4 asistencias para un jugador que marca diferencias en defensa y que cada vez está más cómodo en ataque. Mejores decisiones, mejores tiros, mucha más confianza.
Después del partido, Frank Vogel dijo que había pegado cuatro gritos al vestuario por los 125 puntos encajados, pero que tenía la sensación de que nadie le había escuchado. Los Lakers son un equipo feliz y, ahora mismo, estruendoso. 21-3, dos jugadores generacionales a los que les encanta jugar juntos, unos roles mejor repartidos y mucho camino todavía por delante... pero también muchas ganas de recorrerlo. Si esto no es el regreso de los buenos tiempos, es algo realmente parecido. Muy, muy parecido.