MUNDIAL DE CHINA | EE UU 79 - FRANCIA 89
¡Estados Unidos, a la calle!
Partidazo de Francia con un Gobert descomunal (21+16) y exhibición defensiva de Ntilikina sobre Kemba. Los galos se jugarán la final ante Argentina.
Fue en Japón, en 2006 y en las semifinales del Mundial, cuando Estados Unidos perdió por última vez un partido en un Mundial. Aquello fue una catarsis para la USA Basketball y para el baloncesto norteamericano en general. En 2008, el siguiente gran torneo que tuvieron, se apuntó todo el mundo. Una constelación de estrellas que, con mayor o menor cantidad de integrantes dependiendo de si fuese Mundial o Juegos, han ido arrasando todo lo que se han encontrado por delante. España incluida, a la que nunca llegó a arrasar, pero a la que ha privado tres veces de la gloria olímpica. 13 años después las estrellas se han vuelto a desentender del compromiso veraniego y el resultado ha sido el mismo que en Indianápolis 2002, uno de los grandes fracasos de la historia de Estados Unidos: eliminación en cuartos. Una bomba para el torneo que, no nos engañemos, nadie se llegaba a creer de verdad.
Pero esta vez se cruzó el peor rival posible. No el mejor equipo del torneo, pero sí el que tenía las mejores piezas para contrarrestar las armas estadounidenses. Y cuando llegaron los últimos minutos y se vieron por debajo, no estaba LeBron, ni Durant, ni Curry, ni Harden, ni Wade, ni Kobe, ni Carmelo... El balón acabó en las manos de Mitchell o Kemba y, con todo lo buenos que son, les falta mucho para mirar a los ojos a todas esas leyendas que han marcado los éxitos más recientes del Team USA.
La cosa empezó como un duelo entre Kemba Walker y Evan Fournier, pero duró poco. La defensa de Ntilikina, más alto que el base estadounidense, convirtió su partido en una anécdota. El que no paró fue el francés, el verdadero líder en ataque de su equipo. Pero el gran problema de Estados Unidos en la primera parte, de la que se fue al vestuario perdiendo 39-45, estaba en defensa. La mejor arma de este equipo durante todo el torneo no funcionaba. No provocaban pérdidas ni cerraban el rebote en su zona, lo que provocaba que los franceses tuviesen más oportunidades. En concreto fueron 12-21 en rechaces a favor del equipo europeo sólo al descanso, con 6 de ellos en ataque. Evidentemente hubo un factor diferencial que hizo que EE UU, el máximo reboteador del campeonato, se viese totalmente superado.
Rudy Gobert fue un muro tan alto, tan largo y tan presente que no había manera de pelear los balones debajo del aro. Además, en pocos minutos ya le había sacado dos personales a Myles Turner, el hombre fuerte de los americanos en la zona. Con el pívot de Indiana fuera del partido Gobert hizo lo que le dio la gana. No sólo rebotear (16, 7 de ellos en ataque), también anotar e incluso dirigir desde el poste los ataques. Un partido de jugador enorme. Y no me refiero al tamaño.
Al regreso del descanso la receta de EE UU era clara. Había que defender para poder atacar. Comenzaron a presionar más que nunca en el perímetro, pero Francia seguía bien plantada, con las cosas muy claras, un movimiento de balón perfecto y un Fournier (22 puntos al final del partido) que no paraba de anotar. Y Francia iba probando cada cierto tiempo una defensa en zona que desesperaba a unos jugadores americanos a los que no le entraban los triples.
Cuando la cosa estaba más negra (43-53) empezó, o más bien continuó, la exhibición de Donovan Mitchell. El de los Jazz ya estaba siendo claramente la mejor opción de los suyos, pero en el tercer cuarto explotó. Triples, mates, bandejas, tiros en suspensión (29 puntos para el escolta)... hasta colocar a los suyos por delante. Coincidió con los primeros minutos de desconcierto francés, que empezaban a perderle el paso al partido (4 pérdidas sólo en este cuarto).
Pero lo que parecía la tormenta perfecta estadounidense, la que tantas veces saca a los rivales de los partidos al no poder seguir su ritmo, ni de defensa ni de anotación, había dado con la horma de su zapato. Un equipo físico como ellos, pero con una química mucho mayor ganada a lo largo de los años. Y con las piezas de calidad suficientes como para mirar de tú a tú a estos Estados Unidos que iban no con su primer equipo, tampoco con su segundo. El tercero, muy bueno, pero ya no sobrados. Francia volvió a mover la pelota con sentido, Gobert a dominar y Ntilikina, que no está entre las cuatro primeras opciones en ataque de su selección, a meter dos canastas monumentales desde el perímetro, una de las dos pisando, pero 5 puntos determinantes para un jugador que ha sido machacado en la NBA sistemáticamente por la prensa y el público.
Nadie duda que el año que viene en Tokio EE UU llevará todo lo que pueda y que nadie se borrará. Probablemente tampoco lo habrían hecho de haber ganado este Mundial. Pero lo que queda claro con esta derrota es que fuera del aristocracia de la NBA (formada por una veintena de jugadores más o menos) la diferencia con las grandes selecciones del resto del planeta desaparece. Francia sigue en la pelea por llevarse un título mundial que está deparando más sorpresas de las esperadas. Argentina les espera el viernes en Pekín. Los dos verdugos de los dos grandes favoritos. Una semifinal de dos equipos con mayúsculas que han demostrado que este deporte sigue siendo cosa de cinco y no sólo de uno.