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RAPTORS 92-SIXERS 90 (4-3)

Éxtasis en Toronto: Kawhi gana la serie con un tiro de leyenda

Una canasta imposible que rebotó cuatro veces en el aro clasifica a los Raptors para la final del Este. Gran defensa de Marc y partidazo de Ibaka.

Éxtasis en Toronto: Kawhi gana la serie con un tiro de leyenda
John E. SokolowskiUSA TODAY Sports

Toronto Raptors era un proyecto aparentemente amortizado, brillante pero finalmente de recorrido corto, cuando cayó la temporada pasada contra los Cavs de LeBron James en semifinales del Este. Era la tercera vez en tres playoffs (2016, 17 y 18) en la que LeBron (12-2 total, 10 triunfo seguidos) imponía su voluntad (y su baloncesto) sobre un equipo a un equipo para el que ganar más de 50 partidos acababa no significando nada. Una especie de alergia a la lucha por el título, una anemia primaveral que hizo a muchos pensar en una liquidación por cierre contra la que se rebeló Masai Ujiri, uno de los mejores directivos de la NBA: Dwane Casey fuera a pesar de haber sido elegido Entrenador del Año, DeMar DeRozan a San Antonio a pesar de ser una estrella implicada al máximo con una franquicia que había llegado a personificar: la profesionalidad, los éxitos en Regular Season... y los problemas después.

Desde aquel verano de cambios desde dentro, una revolución sin sangre, hasta este 12 de mayo que ya es historia de Toronto Raptors. Para esto se hizo cargo del equipo Nick Nurse. Para esto vino Marc Gasol (Joel Embiid ha promediado 17,6 puntos, 4 pérdidas y un 37% en tiros en la serie) en febrero a costa de perder a otro clásico de Toronto, Jonas Valanciunas. Y para esto, claro, PARA ESTO se envió a DeRozan a San Antonio y se apostó por un Kawhi Leonard que quería jugar en California y llevaba un año sin casi dejarse ver por una cancha y jugando al gato y al ratón con una franquicia nada acostumbrado a los líos como los Spurs. Sin saber muy bien qué pasaba en la cabeza o en el maltrecho muslo de Kawhi y sin tener ninguna impresión de que firmaría para seguir en Canadá superada esta temporada, Ujiri apostó por Kawhi como vitamina para su franquicia y como antídoto contra el miedo paralizante a la crueldad de los playoffs. Un asesino de sangre fría, casi robótico de hecho, para un entorno demasiado emocional cuando venían mal dadas, demasiado dependiente de las corrientes de viento. Y, en plenitud física (casi lo habíamos olvidado) uno de los tres mejores jugadores del mundo.

Una canasta para la historia de los playoffs

Kawhi eliminó a los Sixers en un séptimo partido para la historia que cerró con una suspensión imposible sobre la bocina, el primer buzzer beater de la historia de los séptimos y la tercera canasta ganadora de una serie de los últimos veinte años. Las otras dos las ha anotado Damian Lillard, la última en primera ronda ante los Thunder. Kawhi, justo antes, falló un tiro libre que permitió que Butler empatara con una penetración valiente (90-90) a cuatro segundos del final. Con ese error en la cabeza, cogió la última bola ante Ben Simmons, se fue hacia la esquina derecha del ataque y se levantó ante un Joel Embiid (Simmons y Embiid: el núcleo del Proceso en una última defensa desesperada) que estiró sus más de 213 centímetros casi, o eso pareció, hasta el techo de un Scotiabank Arena que contuvo el aliento mientras la bola rebotaba cuatro veces en el aro antes de, finalmente, entrar y decidir el último billete para las finales de Conferencia. Primero pareció que iba corta y luego que iba larga, pero todas las parábolas condujeron esta vez hacia la victoria, la antítesis de la tradición hasta ayer de una franquicia que vivió, seguramente, su instante más feliz. El mal fario no se fue con la marcha de LeBron. No es que haya cambiado su suerte, es que ahora tienen a Kawhi Leonard.

En una imagen que ya es historia de la NBA, Kawhi vio rebotar y rebotar la bola ya fuera de la pista, en cuclillas y con Embiid a su lado. Absortos en un segundo que pareció una vida y que separó al vencedor de un vencido que rompió a llorar camino del vestuario en la, aunque suene paradójico, imagen de mayor fortaleza que le hemos visto al camerunés, un jugador tantas veces sobrado, casi frívolo. Embiid emergerá mejor de esta canasta final, esta derrota, estas lágrimas y esta pelea de siete partidos contra Marc Gasol en la que, con mucho sufrimiento y entre problemas físicos, se ha erigido como un líder de verdad: +80 los Sixers con él en cancha, -97 sin él a lo largo de una serie que envía a los Raptors a Milwaukee (el miércoles, primer partido de la final) y que garantiza que las Finales empezarán en el Este las juegue quien las juegue. Giannis Antetokounmpo y Kawhi Leonard, aspirantes finales al trono de la Conferencia que dejó libre LeBron y por el que no pelearán los que parecían en verano favoritos a hacerse con él, Sixers y Celtics. Dos históricos ante un verano de diván y vértigo.

Un partido ganado en las trincheras

En esta era de métricas científicas, estadísticas avanzadas y reformulaciones de la eficiencia, los séptimos partidos son un mundo atávico, un escenario postapocalíptico que recuerda a otra NBA. Una pelea de puños desnudos, de piedras y palos cuando ya se han agotado todas las fuentes inteligentes de energía. Así fue en Denver justo antes y así fue en Toronto. Nadie tiró bien, nadie jugó con brillantez y las rotaciones se limitaron a, por bando, siete y ocho jugadores. En los Sixers el gran problema de este equipo, con un un quinteto de Playstation, llegó a su extremo más grotesco: todos los titulares jugaron más de 40 minutos y Monroe estuvo en pista dos... y los saldó con un -9. En Philadelphia aceleraron el Proceso con los traspasos por Jimmy Butler y Tobias Harris, que acaban ahora contrato, como JJ Redick. Era un all in al primer Este post LeBron y, después de problemas de física (lesiones) y química (estilo), todo se resolvió en un tiro de Kawhi que rebotó cuatro veces en el aro antes de entrar. Así es el deporte.

Porque los Sixers solo se desataron en un tramo del tercer cuarto (de 50-41 a 50-57) pero estuvieron siempre en el partido pese a un primer parcial de 13 puntos y a unos problemas constantes de ejecución que se radicalizaron en el último cuarto: air balls, pérdidas, posesiones consumidas sin lanzar.... a pesar de los pesares, empate a 80 a seis minutos del final de la eliminatoria, a 85 a 3:30 y a 90 a un segundo de la bocina, cuando volaba el tiro de Kawhi. Antes de la desgracia, 16 rebotes concedidos en su aro y 15 pérdidas que acabaron en 24 tiros más de los Raptors (89-65), el factor clave en un duelo en el que se anotó por volumen, no por finura. Kawhi sumó 17 puntos en el último cuarto (25 los Raptors) y 13 de los 15 de su equipo en los últimos seis minutos. Acabó con 41 y 8 rebotes a base de lanzar 39 veces (16/39, 2/9 en triples). Son los séptimos partidos: cuenta quién llega a la orilla sano y salvo, no cómo.

Marc Gasol anotó 7 puntos, cogió 11 rebotes, puso 3 tapones y volvió a entregarse a una batalla feroz con Embiid (21+11, 6/18 en tiros, 1/6 en triples) de la que los Sixers no pudieron sacar grandes ventajas. Con Harris y Butler discretos y Simmons escondido en ataque como durante casi toda la serie, los cuatro triples de Redick parecieron 400... pero tampoco bastaron. En los Raptors todos pusieron su gotita para colmar el vaso que llenó Kawhi, que consumió él solo la mitad de las posesiones de su equipo y solo sumó tras asistencia tres de sus 16 canastas. En un duelo en el que los banquillos parecían de cartón piedra, parte del decorado, resultó decisivo Serge Ibaka (17 puntos, 8 rebotes, 3/5 en triples después de un 0/9 en los seis partidos anteriores). El héroe inesperado, muchas pequeñas cosas a lomos de una gigantesca: Kawhi Leonard.

Los Raptors se van a Milwaukee para jugarse el pase a las Finales de la NBA. La temporada, la gran apuesta de Ujiri, ya ha sido legitimada, seguramente. Queda el premio gordo. Para eso llegó Kawhi y él, Kawhi Leonard, es la gran razón por la que los Bucks tienen que tener mucho cuidado si quieren luchar por el anillo por primera vez desde 1974. El Scotiabank Arena, después de esta jornada de domingo inolvidable, ha cambiado los complejos por las pinturas de guerra. Y los Raptors, atrás por fin los traumas tras la mejor noche de sus 24 años de historia, quieren más. Ahora sí: más.