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Los Hornets, un negocio de más de 1.000 millones para Jordan

Gran leyenda de Carolina del Norte, Jordan se hizo en 2010 con el control de una franquicia NBA cuyo nombre regresa a los tiempos de la Revolución americana.

Charlotte
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Los Hornets, un negocio de más de 1.000 millones para Jordan
ANNE-CHRISTINE POUJOULAT AFP

Michael Jordan nació, hoy hace precisamente 56 años, en Brooklyn y se convirtió en, para muchos, el mejor jugador de la historia con la camiseta de los Bulls. Pero solo estuvo unos meses en Nueva York y no se marchó a Chicago hasta los 21 años. Su hogar, donde creció y donde empezó a convertirse en leyenda antes de pisar una cancha NBA, es Carolina del Norte, estado cuya franquicia NBA, Charlotte Hornets, le tiene a él como propietario desde 2010. El primer exjugador dueño de un equipo que fue también el primero con un afroamericano al frente: Jordan tomó el relevo del multimillonario Bob Johnson.

Desde que está a los mandos, Jordan apenas ha tenido éxito en lo deportivo: tres eliminaciones en primera ronda de playoffs, dos de ellas por 4-0 y solo una desde que el equipo retomó su nombre original y dejó de ser Charlotte Bobcats, una encarnación que nunca caló en Charlotte y que apenas es recordada por su patético 7-59 en la temporada 2011-12, curso de lockout. Sin embargo, los Hornets sí han supuesto un enorme impulso económico para un Jordan que es el deportista con más ganancias de la historia aunque solo fue en dos temporadas el jugador mejor pagado de la NBA y apenas ingresó 93,8 millones de dólares en contratos deportivos, 63,3 de ellos concentrados en sus dos últimos años en Chicago Bulls. Pero el resto de negocios, desde que se convirtió en profesional en 1984 y firmó un contrato de 2,5 millones por cinco años con Nike, le han dado ya más de 1.400 millones. Suficiente para tener un avión privado pintado con el azul claro de su universidad, North Carolina (con la que que fue campeón en 1982), el 23 de su número en los Bulls y el 6 de sus títulos de campeón NBA.

Un imperio fuera de las pistas de baloncesto

La fortuna de Jordan ha superado los 1.600 millones de dólares (ya es la número 455 de EE UU y 1.477 del mundo) gracias en gran parte a una inversión en los Hornets, entonces Bobcats, que fue de apenas 275 millones, unos 30 en cash y casi todo lo demás en deuda adquirida, por un equipo (ahora posee el 90%) que ahora vale más de 1.200 con un aumento de un 19% en un año.

La bonanza de la NBA, con sus nuevos contratos televisivos, impulsa incluso a unos Hornets que solo superan en valor a Pelicans y Grizzlies y que han bajado en asistencia media al pabellón hasta estar entre los seis peores de la liga, pero que crecen por encima del promedio de la NBA (13%), donde el valor medio de las franquicias se acerca ya a 2.000 millones mientras los Knicks asaltan la barrera de los 4.000 y los Lakers y los Warriors (que han crecido un 367% en cinco años) se acercan a ella. Tras unos años de pérdidas, Jordan invirtió 5 millones en dejar atrás a los maltraídos Bobcats y recuperar a los Hornets, con sus colores y sus símbolos mucho más enraizados en la cultura de Charlotte. Y la franquicia empezó a ganar dinero: en la última temporada, 22 millones de dólares netos.

Así que a Michael Jordan las cosas le van mejor que nunca entre los Hornets, otros vínculos ya longevos (Gatorade, Upper Deck...) y la fabulosa producción de su Jordan Brand vinculada a Nike, que le reporta unos 100 millones al año por los 90 que percibe, por ejemplo, un LeBron James en la cúspide de su carrera como jugador. La marca ingresó 3.100 millones en 2017, con una cuota del mercado deportivo estadounidense de más del 60% que deja apenas un 9 para Adidas, que no apostó en su día por Jordan porque su política era intentar firmar a jugadores más altos. Los Hornets, con un nuevo acuerdo con Fox Southeast de unos 20 millones el año, tratan de conseguir un éxito deportivo hasta ahora esquivo para crecer como franquicia en un estado en el que (North Carolina, Duke, Davidson, Wake Forest...) el baloncesto universitario es religión. En Charlotte, la segunda ciudad más grande del sureste por detrás de la Jacksonville de Florida, la población afroamericana supone el 35% pero es más de la mitad si se acota a personas de 24 años o menos. Una oportunidad perfecta para la NBA, los Hornets... y Michael Jordan.

La cuestión de raza, de hecho, está muy presente en un estado como Carolina del Norte, donde el Ku Klux Klan llegó a tener un peso tremendo y donde los conflictos modulaban, como en todo el sur de Estados Unidos, la demografía y el equilibrio económico todavía cuando Michael Jordan se criaba en Wilmington, asomado a la costa y en el seno de una familia en la que convivían hasta cuatro generaciones. De las enseñanzas de su bisabuelo Dawson se nutrían unos descendientes que primero pensaron (era una obsesión para su padre) que Michael Jordan triunfaría como jugador de béisbol. De hecho, la primera canasta instalada en el patio de su casa parecía más un regalo para su hermano Larry, del que se llegó a decir que si hubiera sido más alto "se hablaría de Michael como el hermano de Larry y no al revés".

De Teachey a Wilmington, Jordan se crió en un ambiente rural muy distinto al del Brooklyn en el que apenas vivió cinco meses tras nacer con un rastro de sangre en la nariz que aterró a sus padres. En una tierra donde el supremacismo blanco había ejercido un dominio férreo en casi todos los ámbitos y donde la agitación que siguió al asesinato de Martin Luther King marcó la infancia de un Jordan que reconoció después que creció siendo racista y que sus prejuicios contra los blancos habían podido durante una etapa de su vida más que la educación que le habían dado sus padres.

Ese background ha sido utilizado después recurrentemente por quienes han criticado a Jordan que no se mojara lo suficiente en temas políticos, con la alargada sombra de aquel "los republicanos también compran zapatillas" que puso en su boca el periodista Sam Smith. Ahora Jordan sí ha salido al paso, aunque con cierta tibieza, de las críticas de Donald Trump a LeBron James, por ejemplo. Más allá de eso, su labor con la comunidad de Carolina del Norte es incuestionable: donó 2 millones de dólares tras los estragos del huracán Florence. Después de sus coqueteos con Washington Wizards, el equipo en el que jugó antes de retirarse definitivamente y en el que ensayó por primera vez con la vida en los despachos, Michael Jordan ha encontrado estabilidad en unos Hornets en los que, a fuerza de darse coscorrones, ha ido aprendiendo a ceder protagonismo en parcelas en las que no es un experto.

Con él como rostro, los Hornets recuperaron su identidad tras los extraños años de los Bobcats. Fue la celebrada reaparición de un equipo que se había ido a Nueva Orleans en 2002 tras el desacuerdo con las autoridades de Charlotte sobre la construcción de un nuevo pabellón, y que había nacido en 1988, y con mucho éxito, como apuesta de competición profesional en una tierra muy de baloncesto y por la que había pasado, con sus historias siempre hilarantes, la ABA (Carolina Cougars, 1969-1974).

Los Hornets (avispones) toman su nombre de un animal que es símbolo de una Charlotte que proclama que se adelantó a las demás ciudades en la declaración de independencia ante los británicos, a cuyo oficial Lord Cornwallis se atribuye (ahora se piensa que sin muchos visos de veracidad) la frase "esto es una colmena de avispones de la rebelión" cuando tuvo que salir a la fuga de la ciudad, que debe su denominación precisamente a la mujer del rey Jorge III, Carlota. De ahí Queen City, otra de las formas de referirse a una localidad donde los avispones aparecen incluso en los coches de policía y ya habían dado nombre, antes del equipo de baloncesto (entre 1988 y 2002 y de nuevo a partir de 2014), a otros de las ligas menores de béisbol y de fútbol americano. Un símbolo identitario que ayuda a una franquicia que se abre paso en una tierra donde tradicionalmente han mandado el baloncesto universitario, la NASCAR (tiene aquí su Hall of Fame) y más recientemente también los Panthers de la NFL. Pero que cuenta de su lado con el mayor activo de todos: Michael Jordan, seguramente el mejor jugador de todos los tiempos. Y no solo de Carolina del Norte, claro...