Jasen: "Siempre estaré ligado a un rectángulo y a una pelota"
El argentino, toda una leyenda en el Movistar Estudiantes, será homenajeado ante el MoraBanc Andorra. Horas antes, atiende a As.
Hernán Emilio Pancho Jasen Cicarelli (4 de febrero de 1978, Bahía Blanca, Argentina) recibirá este domingo un más que merecido homenaje en el partido entre el Movistar Estudiantes y el MoraBanc Andorra (12:00, MD). El argentino es toda una leyenda en el Ramiro: vistió durante diez temporadas la camiseta colegial (de 2001 a 2011) y es el extranjero con más partidos en la historia del club con 343.
Garra, calidad, carácter, carisma, el alero fue pieza importante en aquel Estu que alcanzó la final de la ACB en 2004 contra el Barcelona... y que se salvó del descenso en 2008. Horas antes de ser acogido por la que fue (y es) su afición, atiende a As en el Telefónica Flagship Store.
Para los más jóvenes, ¿quién fue Pancho Jasen?
Fue un joven argentino que vino con muchas ganas de querer jugar muchos partidos en el Estudiantes. Que se sintió muy cómodo desde que llegó y que se esforzó al máximo para tratar de defender los valores que fui aprendiendo de jugadores como Nacho (Azofra), Alfonso (Reyes), Carlos (Jiménez), Gonzalo (Martínez) y el mismo Pepu (Hernández).
¿Qué significa para usted el baloncesto?
Todo. Desde que comienzo a jugar en el Bahía Blanca hasta que decido retirarme. Miro hacia atrás y me doy cuenta de que fue una parte muy importante de mi vida, algo que sigo disfrutando aunque no lo haga profesionalmente. Siempre seguiré ligado a un rectángulo y a una pelota.
¿Y el Movistar Estudiantes?
Es mi casa en España. El lugar donde más feliz me sentí tanto en lo deportivo como en lo humano. Recuerdos, emociones, sensaciones… parte importante de lo que es mi vida.
¿Es el baloncesto el que le retira o es usted el que se retira del baloncesto?
Diría que dejo yo el baloncesto. Mi temor más grande era saber el momento en que uno tiene que tomar la decisión de dejarlo. No quería hacer papelones. Mi cabeza sigue siendo competitiva, pero también hay que entender que hay ciertos episodios físicos que te marcan. Si no estás al 100%, es mejor dar un paso al lado. Me costó tomar la decisión, pero estoy convencido de que era el momento porque mi último año como profesional fue de los mejores que hice en mi ciudad y quería dejar una buena imagen.
Decía Ginóbili que estaba cansado de perseguir jugadores jóvenes por la pista, ¿le paso a usted lo mismo?
(Ríe). Sí. A jóvenes y a algunos que por edad podían ser mis hijos. En esos momentos te empiezas a dar cuenta de que eres distinto en el sentido de encontrar cosas comunes con ellos y ¡ni hablar de dentro de una pista! Porque, obviamente, te pasan por encima. He sufrido eso, como también lo he gozado cuando era joven y me tocaba jugar contra más ‘grandes’.
¿A qué se dedica ahora? ¿Pesca como Nocioni?
Pesco… Me gusta… No soy muy bueno, pero estoy aprendiendo poco a poco (ríe). Gasto el tiempo libre con mi familia porque antes viajaba mucho y me perdía el no estar con ellos. Sobre todo ahora con el más chiquito, que tiene cinco años. Estoy continuamente con él. Con los grandes también, pero al pequeño lo tuvo cuando empecé a viajar menos y a disfrutar más. También estoy muy involucrado en el club donde nací: el club Alem. Sencillo, de barrio, en Bahía Blanca. Y hago de todo: de directivo, entrenador, jugador y lo que haga falta. Incluso si hay que llevar el agua, lo hago.
¿Se ve en el futuro en un banquillo?
Eso son palabras mayores. Sí que me gusta entrenar, pero sobre todo en categorías menores y educar a los chicos. Creo que hay mucho que enseñar, y no solo baloncesto, como valores, como saber que para esto hay que esforzarse y darlo todo… y aun así es muy difícil llegar. Hoy estamos en un mundo en el que todos creemos, principalmente los padres, que tenemos un Leo Messi, un Cristiano Ronaldo, un Ginóbili o un Pau Gasol. Y no es así. Es muy difícil conseguirlo. Hay que trabajar mucho y, así y todo, hay mucha competencia. ¿Que el día de mañana me gustaría dirigir a mayores? Puede ser, pero eso vendrá a su tiempo. Así que por lo pronto con los chicos y en el futuro se verá.
La Generación Dorada de Argentina está dando sus últimos pasos, pero hay futuro en la selección de su país con los Campazzo, Deck, Garino…
Veo muy bien a este nuevo grupo. Están compitiendo a un nivel muy alto, en equipos que van a luchar por los ocho puestos de arriba y esto va ir creciendo. Son una bocanada de aire fresco que tenemos nosotros como selección y que nos va permitir seguir luchando internacionalmente para poder estar en Mundiales y Juegos Olímpicos, que es muy difícil. Nos malacostumbramos. Viene bien que estos chicos sean los embajadores para los que ven baloncesto en Argentina.
Campazzo pasó de casi no valer para el Madrid a ser su líder. ¿Le sorprende?
Te puede sorprender porque hacerlo en el Real Madrid es muy difícil. Triunfar en un club tan exigente no es para cualquiera y me parece que él, por su carisma y su carácter, lo consiguió. Internamente, él sabe que es muy competitivo y eso ha hecho que cada día luchase para lograr el puesto que tiene. Le tocó pasar momentos duros como irse a jugar a Murcia, donde creció. Pero todo eso le sirvió para madurar y, hoy por hoy, es un jugador clave para Pablo Laso.
¿Cuál fue su mejor compañero?
Le podría decir que Nacho (Azofra). En mi primer año en el Estudiantes me costó adaptarme y lo tenía siempre conmigo. Me decía ‘tranquilo, esto poco a poco saldrá’. Él me daba toda la confianza del mundo para que fueran las cosas bien.
¿Su mejor recuerdo?
La clasificación para la final de la ACB. Ganamos en Vitoria al Baskonia en un partido épico contra un equipón. Cómo disfrutamos juntos de ese momento. Ese quinto juego no lo olvidaré jamás.
¿Y el peor?
El día de la lesión en la semifinal de la Final Four de la FIBA Cup contra el Girona. Fue de las más graves que tuve, en la rodilla derecha. Me marcó.
¿Y uno que le gustaría cambiar?
El quinto partido de la final contra el Barcelona. O uno de los cinco que jugamos contra ellos para conseguir ese título que tuvimos al alcance de la mano y se nos acabó escapando por poquito.