Jordi Bonareu: "Es difícil entender que el básquet es muy fácil"
Bonareu (Mataró, 1934) anotó 42 y 45 puntos con España cuando en el baloncesto ni había triples, ni posesiones de 24", ni balones, ni aros homologados. Un héroe del deporte que resume su experiencia con un libro dedicado a la formación con colaboradores de lujo.
Del baloncesto que usted jugaba al actual, ¿qué diferencias hay?
Claramente, que aún no se habían inventado esas pizarras que usan los entrenadores ahora. Pero es más importante lo que se puede comparar. Antes ya había tiro de personal, eso sí, en pabellón descubierto, viento cambiante, aros diferentes en cada pista y pelotas distintas en cada campo. Ahora, las condiciones son iguales, pero yo en esas condiciones convertía el 95% de los tiros libres y ahora sólo hacen el 75%.
¿Y eso por qué pasaba?
Yo tiraba 150 tiros libres después de cada entrenamiento y ahora no tiran ni diez.
¿Tan profesionales y no practican?
¡Claro! Deberían meter el 90%. Hernández, Kucharski o Buscató metían el 90% de sus tiros. ¿Por qué ahora no anotan ni el 75? No practican el ritual, no le dan importancia a la fase del partido en la que el jugador es el único protagonista. Se para el partido por él. Será por algo.
¿Tiene algo en contra de los entrenadores?
Le quitan la personalidad a los jugadores. Yo amo el básquet libre. Reconozco mi incapacidad para jugar con jugadas de pizarra. A un pívot no le puedes decir, "la 14", porque mientras piensa qué jugada es la dichosa '14' ya le han quitado la pelota. Dale un buen pase y que se apañe en el uno contra uno.
¿El básquet de la calle?
Sí, en el que cada uno hace lo que le parece, como el del Dream Team. ¿Usted cree que ensayaban alguna jugada? En mi época de los años 50 jugábamos ese básquet, pero a menos nivel, claro. ¿Se lo explico con una anécdota?
Se lo ruego…
Buscató un día antes de un partido me preguntó, "Jordi, ¿cómo crees que preparan los partidos los rivales contra nosotros?". No le pude responder otra cosa que era imposible, porque ni nosotros sabíamos cómo íbamos a jugar.
Perdone, ¿pero entonces qué papel tenia el entrenador en su equipo?
Un espectador privilegiado. Nos entrenaba dos días por semana, mantenía la disciplina y hacía los cambios, pero jamás podía marcar la jugada al base. El juego, para los jugadores. Pero eso no quiere decir una cosa, permítame una apreciación.
No se corte.
El baloncesto de ahora es muuuucho mejor que el nuestro. Ahora todo es mejor que antes menos la fruta, que conste. Es muy difícil hacer entender que el baloncesto es lo más fácil.
Pero un entrenador legendario y amigo suyo era Pedro Ferrándiz, ¿él tampoco mandaba?
Dejaba hacer, elegía jugadores, les controlaba el ego, era el que imponía disciplina. Nada más.
¿Cómo se puede ser un pívot de leyenda midiendo 'sólo' 1,90 metros?
Pensando. Piense que no es cosa de la época. Yo jugaba contra gente de 2,07 y 2,12. No quiero hacerme pesado pero…
Por favor siga, ¡explique lo que sea!
En el año 56 vino a jugar a España el Syracuse Nationals (que luego fueron los Sixers). Era el equipo campeón del mundo en 1956 y vino con el gran Dolph Schayes. Estaban en un hotel al lado de la catedral y les hice de guía. En un momento del paseo, Schayes me preguntó, "¿tú de qué juegas?, ¿de base?". Y yo le contesté que de pívot. Se quedó parado y me dijo, "entonces te marcaré yo, ¿cuántos puntos piensas meter?".
¿Y qué le respondió?
Cómo mínimo, 20. Y él se puso a reír. Me retó diciéndome, "si metes 20 puntos, te regalo unas zapatillas nuevas del 48 (que no existían en España) y un balón de cuero". Piense que el pívot suplente era Red Rocha, otra gran estrella.
¿Y cuántos metió?
Les clavé 28. Al final del partido, Schayes le dijo a Buscató: "No sabemos a lo que juega este tipo, no nos hemos dado ni cuenta y a base de personales nos ha martirizado". Y no me colocaron ni un tapón. Eso sí, tampoco cogí casi ningún rebote.
¿Y eso?
Nunca iba al rebote, ¿para qué? Tampoco los iba a coger. Eso de pegarme con esas bestias y correr nunca fue lo mío. Cuando un entrenador está contento porque su equipo ha cogido muchos rebotes siempre le digo que los ha cogido porque su equipo tira fatal. Si tiras bien, no hay rebote.
Y todo eso, ¿de dónde lo aprendió?
Solo, en el patio de mi casa. Con 17 años fui a ver un partido de baloncesto a Mataró y me encantó, decidí dedicarme a eso, pero tenía que aprender. En mi casa había un patio con un limonero en medio, le pedí permiso a mi padre para pintar una línea de personal y colgar un aro. La única condición que me puso era que al limonero no le podía pasar nada. Tiraba cada día 150 tiros libres con la ayuda de mi tía Aurora, que era soltera y vivía con nosotros. Ella era la que me pasaba la pelota. Se ponía debajo del aro y la pelota caía sin tocar tablero. Dos horas al día con la condición de que los últimos 10 tenían que entrar, sino no me iba.
¿Era usted infalible?
Casi, se puede decir que me enamoré de la raya de personal. Un día en un Barça-Madrid que tenía que decidirse en el último segundo con tiros por mi parte, Díaz-Miguel trató de ponerme nervioso, pero Buscató le dijo: "Antonio, déjalo, que habéis perdido".
Para usted, ¿quién es el que mejor lanza personales ahora?
Las tiraba bien Navarro.
¿El mejor base con el que ha jugado?
Joaquín Hernández, un hombre avanzado 30 años en el tiempo.
¿El mejor lanzador?
Buscató y Emiliano, con línea de tres se hubieran forrado. Y Epi, claro.
Todos ellos colaboran en su libro
Y además Pau Gasol, Ricky Rubio, Solozábal, Salvador Alemany y Ferrándiz, que me dijo que ojalá él hubiera podido retirarse como yo lo hice… eso no tiene precio.
Usted se retiró muy joven…
Con 24 años. Murió mi padre y yo acababa de fichar por el Real Madrid. Saporta, que era como un hermano para mí, persuadió a Bernabéu para que pudiera romper el contrato. Mi familia me necesitaba y con el baloncesto no se ganaba dinero. Se portaron de fábula.
¿Nunca quiso entrenar?
No. Mi sueño era colocar una canasta en cada plaza de pueblo. Lo logré con la Generalitat en la campaña Bàsquet al carrer.
¿Por los limoneros?
Claro está, para que sigan intactos.