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NBA | ANÁLISIS

Cuando dos números 1 de draft no mezclan: bache en los Sixers

Brett Brown quería que Fultz recuperara la confianza en el quinteto titular pero la jugada no funciona: los Sixers están 0-5 fuera de su pista.

Cuando dos números 1 de draft no mezclan: bache en los Sixers
Bill StreicherUSA TODAY Sports

La NBA reabrió en los playoffs 2018 una de sus rivalidades más históricas y genuinas: Celtics-Sixers. Una bendición para un Este que parecía abocarse a una guerra entre los dos nuevos aspirantes al trono con la mudanza a California de LeBron James. Pero después de las primeras semanas de competición, Celtics y Sixers combinan un muy discreto 12-9 por el 18-2 de Raptors y Bucks. Los canadienses se han revitalizado con la llegada de Nick Nurse al banquillo y los de Wisconsin por fin tienen entrenador de primera categoría (Mike Budenholzer) y están comprobando la enorme diferencia que eso supone.

¿Son ambos, e incluso los Pacers, una amenaza? Sí. ¿Tienen más motivos para estar preocupados los Sixers que los Celtics? Aparentemente, sin duda. Los Celtics, aunque están reajustando completamente su manera de atacar, van a acabar resolviendo sus asuntos, salvo sorpresa mayúscula, y siguen siendo la opción más segura para el que quiera apostar a nuevo campeón del Este. Las incógnitas de los Sixers, por el contrario, parecen más estructurales y recaen sobre un equipo que había vivido en la acera contraria a los problemas, primero con la bula perenne que fue El Proceso, después con una temporada pasada en la que firmó un extraordinario segundo tramo: de 25-25 a 52-30 con 16 victorias seguidas antes de los playoffs. Con la cuarta mejor defensa de la NBA y un sistema que exprimía al máximo la virtudes de Ben Simmons, Novato del Año e imparable rodeado de tiradores y cuando no se le exigía a él alimentarse a un radio de más de dos o tres metros del aro.

Sin nivel fuera de su pista

Ahora los Sixers están 6-5, con un impecable 6-0 en su pista y un ridículo 0-5 fuera. Son, junto a esos Cavaliers que se hunden en el pozo de sus propias miserias, el único equipo del Este que no ha ganado a domicilio. Tienen en negativo la diferencia de puntos (-1,3) y de ratings (el mismo -1,3). Su defensa es la undécima de la liga, peor de lo que necesitan, y su ataque es el séptimo peor por rating de toda la NBA (duodécimo la pasada campaña). Brett Brown no renuncia a disparar mucho por fuera aunque su equipo es uno de los nueve peores en porcentaje de tres (33,9%) siendo a la vez uno de los once que más lanza (33 por partido). Pero Brown está cometiendo pecados peores, y estos se reflejan en unos números que incluyen también 16,5 pérdidas por noche: solo suman más Mavericks, Suns y Hawks. Ante los Nets, en un descalabro preocupante por mucho que fuera en back to back (122-97), un total de 27, 17 ya en la primera parte. Brown definió el partido de su equipo como "intolerable". Cuatro de las cinco derrotas fuera de Philadelphia han llegado por diferencias de 15 puntos o más.

Y todo con Joel Embiid en números de, en otras circunstancias, pelear por el MVP: 28,4 puntos, 12,6 rebotes, 2,2 tapones, 3,5 asistencias. Cualquiera de esos datos sería a temporada completa tope de su carrera. Y ha rebajado sus pérdidas hasta unas mucho más tolerables 2,7 (una menos que la campaña pasada) aunque la forma de atacar de su equipo le aboca a posesiones incómodas y pases arriesgados con dobles marcajes encima. Pero pongámoslo así: al final de la temporada pasada, las encuestas sobre quién es el mejor jugador de los Sixers habrían salido muy igualadas entre el pívot camerunés y Simmons. Ahora, no habría color. Porque ahora, Embiid parece más capaz de producir en cualquier circunstancia que el base australiano.

La cuestión es que Simmons es extraordinario, literalmente: un jugador fuera de lo común. Pero uno que exige también construir un determinado tipo de equipo a su alrededor. Al menos mientras siga sin tener ninguna capacidad de anotar fuera de la zona o de levantarse desde la línea de tres para simular como mínimo un cierto nivel de amenaza: todavía no ha tirado ni un triple esta temporada, 0/11 la pasada en Regular Season y la trampa defensiva de Brad Stevens en playoffs, donde las redes popularizaron el "lanza de tres, cobarde" ante los enormes espacios que le concedían los Celtics para colapsar la pintura y crear los cortocircuitos que decidieron la eliminatoria. Antes, en aquella racha de 16 victorias seguidas, Simmons había explotado (como anotador y asistente) las vías de circulación que generaban quintetos hasta con cuatro tiradores fiables: Embiid, JJ Redick (ahora sexto hombre), Ilyasova, Belinelli (estos dos en Milwaukee y San Antonio).

Los Sixers apostaron por LeBron James o Kawhi Leonard, cómo no hacerlo, pero su plan b, Wilson Chandler (un buen jugador pero un plan muy b en comparación con los citados) solo ha jugado diez minutos por culpa de una lesión. Nemanja Bjelica, más sal en la herida, estuvo atado pero amenazó con irse a Europa para liberarse y acabar en los Kings, donde está dando un clínic de tiro que sería el maná en Philly. Brown ha usado a Mike Muscala como cuatro y cinco suplente, a veces en combinaciones con Amir Johnson que tienen muy poco sentido. Si lo coloca sólo como relevo de Embiid, ganaría orden una rotación en la que además hay muy poco físico entre los guards: Redick, TJ McConnell, Furkan Korkmaz, el rookie Landry Shamet.... y el centro de todos los problemas: Markelle Fultz, el número 1 del draft de 2017.

Qué hacer con Markelle Fultz

Fultz viene de una desastrosa temporada rookie en la que una desastrosa lesión de hombro puso en riesgo su carrera, literalmente. Su mecánica de tiro, para unos por la lesión y para otros por razones anteriores y desconocidas, se desvaneció. Su confianza se hundió y una tremenda bola de presión amenazó con aplastar al primero de una extraordinaria generación rookie por el que los Sixers dieron, para ascender al 1, otra primera ronda futura y su número 3, que acabó siendo el excelente Jayson Tatum. Ahora mismo tampoco tendría sentido preguntar a los aficionados quién de ellos dos tendrá una mejor carrera. Pero es que Fultz, incluso si reconduce sus pasos y se parece al jugador que era en Washington, parece una pieza mucho menos complementaria para Embiid y sobre todo Simmons de lo que habría sido, en principio, el propio Tatum.

Brett Brown se ha equivocado además poniendo a Fultz como titular y lo ha ido solventando reduciendo sus minutos junto a Simmons a ya apenas cinco en los últimos partidos. Pero si el parche va funcionando, surgirán las dudas para el medio y largo plazo: ¿se eligieron dos números 1 seguidos que se restan valor mutuamente cuando están juntos en pista?

El entrenador, en teoría para trabajar sobre esa confianza perdida por Fultz, ha metido al base de Maryland en un lío: no funciona como titular, sus problemas con el tiro exterior recorren las redes sociales y si regresa al banquillo lo hará señalado cuando un arranque con Redick (tan necesario para abrir la pista) como titular y él anotando en la segunda unidad habría tenido mucho más sentido. En esencia, los aspirantes (y los Sixers deberían serlo) no anteponen la progresión de un jugador a la producción de victorias e inercias. Por necesidad de resultados y exposición mediática, Fultz ha estado en un lío en el que se está manejando con menos de 10 puntos y 4 asistencias por partido, un 40% en tiros, 30% en triples y apenas un 66% desde la línea de personal. Ahora mismo es un problema en defensa (como Redick o Shamet) y sus virtudes (instinto para anotar cerca del aro, capacidad para rebotear, buena inercia en el pick and roll central) aparecen cuando Ben Simmons está en el banquillo. Generalmente con Embiid en pista (Brown trata de que sus dos grandes estrellas no descansen a la vez) y sin Simmons, Fultz lanza en un 45% por un 29,7% cuando juega con Simmons. El rating ofensivo de los dos bases juntos es 88,7, abismal. De Fultz sin Simmons, 109.

Cuando los tres coinciden, Embiid y Simmons tienden a ir al poste y provocar atascos sin tiradores que los resuelvan. Fultz no puede, en este momento de su carrera, ser un jugador que se mueva sin la bola y lance cuando reciba: no puede ser Redick. Y Brown está renunciando a quintetos más pequeños e imaginativos: trata de mantener ala-pívots convencionales con combinaciones muy poco efectivas en ataque y sin, insisto, reducir a Muscala al rol de pívot suplente ni probar con Simmons defendiendo como cinco o como falso cuatro para introducir combinaciones con mucho más tiro: Shamet, Redick, Covington... Wilson Chandler sería otro estabilizador defensivo en esas opciones una vez recuperado del todo. Ahora, Simmons y Fultz no mezclan, McConnell y Fultz no pueden jugar juntos, Saric es demasiado inestable como tirador y Amir Johnson no puede jugar con otro interior al lado. Todo eso al menos está pareciendo, y sobre todo eso tiene que trabajar un entrenador que otras veces, aunque sin los reflejos muy rápidos, ha ido sabiendo parchear problemas. Que Markelle Fultz se reduzca a un sexto hombre fiable sería  un asunto grave en el futuro. Pero en este punto de su situación y de la de su equipo, suena a absoluta bendición. Así están las cosas.

Los Sixers han cabalgado un hype más que merecido pero están en uno de esos puntos en los que tienen que madurar como equipo: no hay proyecto que se libre de ellos y de cómo se resuelvan dependerá su capacidad de ser uno de los dos mejores equipos de un Este muy débil a partir de la quinta plaza pero muy poderoso en la planta noble. El mercado, por un tirador de perfil bajo o en un movimiento gordo por una estrella, acabará siendo casi sin duda una necesidad para una plantilla que salió del verano más desequilibrada de lo que lo empezó, peor sobre todo para un Simmons cuyo problema con el tiro exige una determinada confección de grupo si se quieren aprovechar sus incuestionables virtudes. Mientras, los Celtics le dan una vuelta a su fórmula, Giannis Antetokounmpo devora planetas y los Raptors se dan una última (penúltima) oportunidad. No todo iba a ser tan fácil para El Proceso...