Nadie detiene a los Boston Celtics en estos momentos. Ni la baja de Gordon Hayward y Kyrie Irving (fractura facial) ni un rival como los Toronto Raptors. Están un punto por encima de todos los rivales con los que se ha cruzado por el momento. Su estado de gracia les permite saltar cualquier tipo de obstáculo. Lo superan incluso cuando son ellos mismos los que lo ponen delanto. Tiene un buen arsenal, la valentía de la juventud y un entrenador que siempre supo que quería para la franquicia. Aunque no saliera a la primera. Era el camino y seguirlo ha permitido que los Celtics sumen su duodécima victoria consecutiva tras doblegar a los de Canadá (95-94). No pierden desde el segundo partido de la temporada contra los Bucks en un TD Garden que este domingo disfruto... y sufrió.

Después de una dura batalla con Kyle Lowry (19) y DeMar DeRozan (24) azotando en todas las direcciones, los de Massachusetts afrontaron la recta final con todo de cara. Al Horford (21) dominaba la tempestad con mano de cirujano en la dirección y de matarife de cara al aro, y los de Boston a 90 segundos del final ganaba de cinco (95-90). Solo había que esperar. Soportar algo más el hurracán. Sin embargo todo se torció en el camino. Tatum, genial en el encuentro, atrapó un rebote a 16 segundos del final. La presión de VanVleet provocó que el rookie moviese los codos más de la cuenta: falta, última posesión para los Raptors y solo un punto de diferencia (95-94). DeRozan asumió la responsabilidad. Avanzó, giro y lanzó. Falló ante el leprechaun. Ya son doce consecutivas con los más jóvenes sin miedo a nada y, lo más importante, dando resultados: Brown, Rozier y Tatum acabaron con 18, 16 y 13, respectivamente. Los Warriors esperan en la lejanía: tras Brooklyn el campeón visitará el TD Garden.