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Bilbao Basket
91
Limoges
98
Finalizado

BILBAO BASKET 91 - LIMOGES 98

El Bilbao se hace pequeño ante el físico demoledor del Limoges

Equilibra su balance tras la victoria en Vilna. El voluminoso Jaiteh y los veloces exteriores franceses (siete jugadores con dobles dígitos en puntos) se impusieron en un partido frenético con muchos contactos.

Hayes machaca el aro bilbaino
Hayes machaca el aro bilbainoLUIS TEJIDOEFE

El Bilbao cedió el buen paso que dio en Vilna ante el Lietuvos Rytas y cortó su racha de tres victorias seguidas entre Liga y Europa. No le quedó más remedio que claudicar ante el poderío físico del Limoges, en un partido muy duro, como si ya estuviéramos en los cruces. Siete jugadores del equipo de Milling lograron dobles dígitos en anotación. El choque se enredó mucho, con dos técnicas y dos antideportivas. Se pitaron 50 faltas personales. Lo bueno, que el Bilbao no se rinde, compite siempre; lo peor: que sale muy frío y luego tiene que subir un Tourmalet. Duran pidió al árbitro lituano Laurinavicius que no le chillase y le tratase con el mismo respeto que le dispensaba él.

Aparcada la nostalgia y las buenas formas con el entrañable homenaje a Weis (le entregó una camiseta Salgado, otro superviviente del primer gran BB, con los años que estuvo en La Casilla, es decir desde 2004 a 2009), el partido cobró mucha vida de inicio con la electricidad de Gibson. El RETAbet salió otra vez a la expectativa y a estos niveles eso se paga caro para los minutos de carrete que queden. No supo encontrar la respuesta física que le proponía un equipo con dos montañas de músculo como Jaiteh y Zerbo; este último abulta como una exposición de armarios de Ikea. Si a esta buena gente le da por abarcar la 'pintura' puede expandirse por los litros de un camión cisterna. Los franceses, alentados por más de un centenar de incansables hinchas, se fueron rápido al 4-17. Tabu se veía impotente para frenar a su par y cometió dos faltas que le condicionaron mucho la velada. Duran varió el guion habitual, con Redivo de cara, pero rectificó cuando veía que aquello se le iba de las manos y puso a Todorovic. Al menos se paró la hemorragia y un 7-0 recortó el largo 12-23. 

El Limoges no es aquel equipo con pedigrí que un buen día se arrimó a la cima europea de la mano de Boza Maljkovic, pero tampoco es el despojo que llegó a caer en el abismo. Tiene un físico y un punto atlético que es precisamente lo que le mata a este Bilbao, famélico en el poste bajo. Duran puso a sus once hombres en pista en los primeros compases y para una defensa en el tercer cuarto sacó al último que le quedaba, Mendia. Para el cuadro galo la vida era sencilla: unos contra uno de las guindillas exteriores o robo a través de la presión en primera línea y mate en los tres segundos que tardaba en cruzar el campo. Lo demás quedaba para Jaiteh, que vio desfilar tres cincos a su lado pero aprovechó sus minutos de oficina. El RETAbet aceptó la propuesta de ir al ataque y hacer huelga defensiva y le va bien hasta que el aliento le escasea.

Todorovic elevó la autoestima de su equipo. Un triple surgido de su muñeca puso al fin al Bilbao por delante: 54-53 a falta de 18:31 para acabar. Un mate de NBA puso el pabellón patas arriba. El Bilbao estaba obligado a bajar el culo y defender. Con 24 puntos o más por cuarto en contra como los que llevaba en los tres actos iniciales no se va a ningún lado. Igualar el nivel de dureza de este Limoges es difícil. Conklin, por ejemplo, no regala ni el saludo. El partido se ensució tras un manotazo de este y un codo de respuesta que no impactó de Mumbrú. Este fue castigado con falta y técnica: cuatro personales (fue eliminado antes de acabar el choque). Luego Tomàs recibió otra técnica por protestar una falta dudosa. Los colegiados tampoco parecían preparados para una refriega con tanta letra pequeña. La última reacción estaba en el 85-89 a falta de 2:30. Howard se fue de Tomàs, que le agarró por detrás y le castigaron con antideportiva. Ahí prácticamente murió la partida. Con cuatro abiertos y Jaiteh maniobrando con espacios en la pintura, los franceses supieron llevarse un encuentro de mandíbulas que crujían. Por si había dudas, Hayes cerró el telón como lo abrió, con un canastón que se fabricó por sí mismo.