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Eslovenia: la tormenta perfecta derribó al campeón de Europa

La tormenta perfecta rugió desde el salto inicial y no amainó hasta que, calado hasta los huesos, el campeón de Europa entregó su corona en el Sinan Erdem Dome. Eslovenia hizo lo que no sabíamos si podría hacer: jugar en semifinales, contra el campeón y en terreno desconocido (se aseguró su primera medalla en una gran competición internacional), como lo había hecho durante todo un torneo en el que llega invicta (8-0) a la final. Sin derrotas y con un estilo pleno: defensa y ataque, confianza y ritmo, baloncesto total. Dragic con trazas de MVP, Doncic en un descorche del que hablaremos siempre, Randolph con los cinco sentidos en la pista… Cada jugador con un rol que cumple a pies juntillas y que hace mejor al equipo. La suma de las partes muy por encima del todo. Los problemas de confección escondidos bajas capas de un inmejorable plan de juego.

Todos los caminos apuntan a Igor Kokoskov, un técnico de 45 que en 2004 ya ayudaba a ganar anillos de la NBA a Detroit Pistons. Un entrenador sensacional que ha alcanzado en el Eurobasket la quintaesencia de su trabajo: que sus jugadores vuelen libres y al mismo tiempo sigan un diseño meticuloso y cuidado hasta el último detalle. Cuando un equipo de baloncesto consigue algo así, descerraja sobre sus rivales descargas tan violentas y estéticas que resulta imposible no rendirse a él. Maravillosa Eslovenia.

España, y hacía mucho que no se veía en ese maldito rol, fue zarandeada por un rival superior (¿Cuánto hacía, en Europa y en un partido de cruces?) que le trató exactamente igual que a los demás. Que borró sus señas de identidad, que le quitó la coraza del campeón que tantas veces ha funcionado. Y que convirtió sus defectos en más decisivos que los propios: la falta de tiro (7/27 en triples), de rotación en las alas y de ritmo de la Selección pesaron más que los teóricos problemas de centímetros de Eslovenia contra los Gasol. Se tiró desde donde Eslovenia quería que se tirara, se botó donde Eslovenia quería que se botara, se resolvió con confusión y unas dudas que anidaron en el primer tiempo y, después de hacer la goma con un esfuerzo doloroso, eclosionaron en el segundo. España cayó de forma tan aparatosa que resulta imposible no darle todo el mérito que le corresponde a Eslovenia.

Y resulta imposible no acordarse de las ausencias, de la acumulación de problemas en los puestos de escolta y ala-pívot, de los malos síntomas aireados contra Turquía y Alemania. Imposible cuando Pau Gasol pareció un gran jugador de 37 años (lo que es, aunque muchas veces haga que lo olvidemos), Sergio no se citó con las hadas, Ricky no metió los tiros, Marc volvió a enredarse en su versión FIBA y la defensa saltó por los aires definitivamente el tercer cuarto. Eslovenia, con un baloncesto inteligente, agresivo y precioso, golpeó contra el muro de escudos del campeón hasta que lo derribó. España perdió con justicia contra un equipo superior. Cuesta creerlo, tan mal acostumbrados estábamos, pero sucede; Es deporte. Queda un pasado glorioso, un futuro que siempre está por escribir y una lucha por el bronce que no es poco aunque ahora nos lo pueda parecer. Tan mal acostumbrados estábamos...