Llorente: "El Valencia Basket derrotó las tesis de la Euroliga"
José Luis Llorente explica en su libro, ‘Espíritu de remontada’, cómo lograr la actitud necesaria para resolver los problemas del día a día.
¿Por qué decidió escribir este libro?
A mí siempre me ha gustado mucho escribir y me dije vamos a empezar y a ver qué sale. Y salió un manual con historietas y recomendaciones sobre la motivación intrínseca. No es un libro ni muy autobiográfico ni muy deportivo, es un libro más bien pensado. Voy desgranando mis ideas para construir el espíritu de la remontada y conseguir tener la actitud necesaria para resolver los problemas del día a día. Viene un poco de la enseñanza de mis años deportivos, de lo que aprendí después y de mis lecturas.
¿Cómo fueron sus inicios?
Parecía que me costaban las cosas un poco más que a otros, pero que las cosas no te lleguen tan fáciles te marca la actitud ante la vida. Yo decidí irme del Madrid porque no estaba contento allí y cambié a un equipo recién ascendido que no tenía grandes aspiraciones. Y al año siguiente estaba en el podio de Los Ángeles.
De no haberse marchado, a lo mejor no hubiera sido olímpico.
Nunca se sabe. Una de las cosas que cuento en el libro es que tampoco hay que obsesionarse con hacer elucubraciones de cada decisión que uno toma. Hay que mirar para adelante. Eso no conduce a nada.
Cuando se fue del Madrid, ¿pensaba volver?
Me fui porque era la decisión que tenía que tomar. Cuando me marché había una norma no escrita que decía que el que se iba del Madrid de forma voluntaria no volvía. Pues yo lo hice cuatro años después. Fui el primero.
Y cuando existió la opción de volver al Madrid, ¿lo tenía claro?
Estaba en Zaragoza y me hicieron una oferta mejor. Pasé dos años buenos allí, pero volver al Madrid deportivamente, económicamente y efectivamente era una oferta irrechazable. Allí dejé muy buenos amigos. Lo bueno del deporte es que crea relaciones muy intensas que duran toda la vida.
¿Actualmente se siguen forjando amistades así?
No, la relación que tienen ahora es mucho más superficial. Los jugadores que vienen a la Selección valoran mucho el ambiente, que puede ser similar al que nosotros teníamos en nuestros equipos. En nuestra época salíamos juntos a cenar, quedábamos a menudo... Incluso a George Karl le llamó mucho la atención nuestra relación y le pareció una idea fenomenal para hacer equipo.
Después de su carrera como jugador, estuvo muchos años como presidente del sindicato de jugadores.
A mí me parece fundamental la identificación de los jugadores. Los jugadores de mi generación todavía somos reconocidos. Este vínculo emocional de la sociedad con sus héroes siempre ha existido, pero no puede forjarse si el ídolo cambia continuamente. Es un error cambiar un proyecto por los malos resultados. En el libro lo digo: cada remontada necesita su tiempo.
El Valencia, que ha ganado la Liga con cinco españoles importantes, ¿es el ejemplo a seguir?
Es la prueba palpable de que puede funcionar. Muchos pensaban que estos jugadores no estaban a su mejor nivel y resulta que aquellos que nadie quería se han cepillado a todos los equipos de la Euroliga.
¿Hay talento en la base?
Yo he visto la LEB muchos años. Hay jugadores con mucha calidad, pero tienen que encontrar un mentor, alguien que apueste por ellos: como en su día Pedro Martínez hizo con Tomás Bellas. Pierre Oriola, que ahora pelea por ir a la Selección, hace unos años estaba por ahí perdido...
¿Qué le parece que el CSD no haya contado con la ABP en las negociaciones abiertas entre la FEB y la ACB?
Me parece lamentable. Los jugadores son el elemento más débil de la cadena y se les da de lado. Los otros permanentemente se reúnen, deciden, pero sin contar con los auténticos protagonistas…
¿Cómo ha visto al Madrid esta temporada?
El equipo no me acababa de convencer. Mostraba un gran potencial, pero no lo veía redondo: tenía puntos débiles. Al final, con una temporada tan larga y cuando el cansancio aflora, es cuando los puntos débiles se notan más. Que se fuera Sergio Rodríguez hizo mucho daño, porque era el jugador más creativo. Soy del Madrid, pero el Valencia se lo ha merecido. Ha derrota las tesis de la Euroliga.
¿Y qué le parece la nueva Euroliga?
La Euroliga es una competición que va en contra del sentido común, contra las normas de la lógica deportiva y en la que prima, y cada vez más, el interés de los que están en ese club. “Somos los miembros y aquí no entra nadie más”.
Con el aumento de la Euroliga, el Madrid ha jugado 82 partidos, ¿son demasiados?
Es una barbaridad. La NBA tiene muchos periodos de descanso y hay otra mentalidad. Aquí estás todo el rato con la tensión de tener que ganar para clasificarte porque si no, no avanzas. Eso desgasta más que el esfuerzo físico.
¿Es difícil ser buen suplente?
Es complicado, pero si te dejas llevar por el desánimo, no mejoras y sigues fuera de los planes del entrenador. Si no te integras en el equipo, lo perjudicas y eso también se vuelve contra ti.
Volviendo al libro, ¿cómo ha sido la remontada en su vida?
Ahora estoy en una nueva. La transición del deporte al mundo profesional siempre es dura, pero me sigo reinventando a una edad en la que muchos ya piensan en retirarse.
¿Sigue haciendo deporte?
Sí. La bici la estoy dejando un poco por cómo está la carretera. Hago esquí de fondo en invierno y cross skating, patinaje todoterreno. Es muy divertido.
¿De quién se ha acordado al escribir el libro?
Cada capítulo empieza con una pequeña historia sobre el tema que trato: cómo se forman las remontadas, la generosidad, la paciencia, el acomodamiento… Sólo la primera y la última son mías, el resto tratan de compañeros o de gente que admiro: Delibasic, Brabender, Gasol, Nadal, Beitia...
Siempre sale el nombre de Delibasic.
Era un tío muy especial y una persona que hizo mucho por integrarse. Era humilde, dentro del extraordinario jugador que era. Esa generosidad fue la que le hizo dejar esta huella.
¿Qué otros jugadores le dejaron marca?
Brabender. Tiene una entrada en el libro porque era una persona muy responsable, muy trabajadora. A pesar de que era mi ídolo y había sido el mejor jugador de un Eurobasket, lo supeditaba todo al equipo. Eso me impactó mucho. Ha habido muchos jugadores.
¿Y de entrenadores?
Soy afortunado porque tuve pocos en mi vida (Risas). Lo mejor de los entrenadores de aquella época es que no te abrasaban mucho, te dejaban un poco más de libertad. Eso se ha perdido, pero a lo mejor hoy en día se está aflojando un poco. Pero el juego sigue estando demasiado atado, demasiado controlado, y eso lo hace aburrido. Ya no hay contraataques.