La Gran Manzana respira aliviada tras la ruptura Dolan-Jackson, pero la realidad es que el verano de los Knicks no ha hecho más que empezar y pinta duro. Muy duro. La primera piedra con la que lidiar tiene nombre y apellido: Carmelo Anthony.

El alero, que siempre ha dicho que su deseo es continuar en Nueva York, lleva muchos meses a golpes con una franquicia que le ha tratado como poco regular (mal-rematadamente mal), y tiene por derecho la capacidad para vetar cualquier traspaso que no le parezca interesante. De ahí nace la situación actual: la primera opción de los Knicks sigue siendo, según Adrian Wojnarowski, intentar traspasar a su estrella y Carmelo, por su parte, prefiere una rescisión de contrato millonaria (+50 millones todavía por pagar) que le permitiría elegir destino.

Sabemos que Melo no va a terminar tirado en Brooklyn, Phoenix u Orlando (por nombrar algunos), ya que vetará cualquier traspaso que no suponga un claro paso hacia delante, y también que la franquicia no quiere asumir una rescisión histórica. Lo que no sabemos es si alguno de los dos lados terminará cediendo por el bien mayor (y por olvidar) o veremos a Carmelo con la camiseta de los Knicks la temporada que viene (una opción que nunca ha desagradado al talentoso alero).

Los Knicks tienen las de perder... Para variar.