LeBron reacciona pero Durant y Curry no dan tregua: 2-0 Warriors
El rey hizo una primera mitad descomunal, pero no pudo aguantar 48 minutos el ritmo de ese súper equipo que son los Warriors.
Durante las últimas (casi) 72 horas, los Cavaliers transmitieron una imagen de serenidad confiada: son el campeón, el primer partido fue un mal sueño, estaban preparados. Las camisetas negras de mangas, las de la banda sonora del Enterrador y la sonrisa torcida de LeBron James, salieron del armario. Las de los partidos quinto y séptimo de las pasadas Finales: un amuleto, un trauma en la psique de los Warriors: el recuerdo de 2016. Estamos aquí.
Los Cavaliers prometieron mejorar y mejoraron. En algunos aspectos, o más bien en algunos tramos del partido, mucho. Se fueron al descanso con un 67-64 que incluso parecía premio excesivo para unos Warriors que habían perdido 13 bolas (4 en todo el primer partido), se desangraban en las zonas con Green cargado de faltas y vivían de un 7-1 supersónico en los menos de dos minutos que había descansado un LeBron que estaba en 18+6+10 con un 8/12 en tiros. Que gobernaba el partido con esa sensación de superioridad que le hace parecer capaz de todo: suele serlo. Con la camiseta negra con mangas, de vuelta al lugar del crimen: zozobra en la Bahía.
Los Cavs defendieron mejor, al menos por conceptos, encontraron formas de que Durant no anotara en la zona y devolvieron cada golpe de unos Warriors racheados, poco cuidadosos con la bola y poco efectivos en defensa. Sorprendieron prescindiendo muy rápido de Tristan Thompson y JR Smith, negados, y metiendo actividad con quintetos muy pequeños con Love de pívot y LeBron de wildcard. Las Finales 2017 parecían haber comenzado porque los Cavs, después de llegar tarde a la primera estación, se habían subido en marcha a ese tren blanco, amarillo y azul que marcha a toda velocidad hacia el título, hacia la redención y hacia la historia.
Los Cavaliers hicieron un montón de cosas mucho mejor.
Los Cavaliers perdían 121-99 en el ecuador del último cuarto.
Al final encajaron 132 puntos, tope en Finales desde los 141 de los Lakers en 1987. Y 18 triples, también récord. Volvieron a ser finalmente asfaltados por una bestia que pega dentelladas salvajes hasta que doblega la voluntad de la presa. Una (83-73), dos (93-82), tres: ese 121-99 después de que Kevin Durant pusiera en pie a una grada hirviente (nada que ver con 2016, tampoco en esto) con un tapón en un lado de la cancha y un canastón en el otro. Terminó con 33 puntos, 13 rebotes, 6 asistencias, 3 robos y 5 tapones. Y terminó devorando a un LeBron que finalmente se apagó, agotado y obligado a jugar fuera de la zona en cuanto los Warriors dejaron de perder balones y cerraron pasillos en defensa. Stephen Curry, que había vivido del tiro libre (10/10 en el primer cuarto) y había acumulado 6 pérdidas en el primer tiempo, se desató tras el descanso: energía, concentración, actividad defensiva y 12 puntos en el tercer cuarto: al final 32, 10 rebotes y 11 asistencias.
Con Steve Kerr de vuelta al banquillo como antídoto contra el mal fario (las camisetas negras...) Iguodala y Livingston apretaron las tuercas atrás y Klay Thompson jugó un partido sencillamente imperial. Volvió a secar a Kyrie Irving (19 puntos… con 23 tiros) y esta vez sí metió los lanzamientos: 22 puntos, 4 triples. Los Warriors no jugaron una buena primera parte, casi no pudieron contar con Green (menos de 25 minutos) en momentos trascendentales, pasaron de 4 pérdidas a 20 y de gobernar la pintura a encajar un 40-60 en puntos en la zona. No importó. Parece que con ellos nada importa. Volvieron a ganar (14-0 en estos playoffs) y volvieron a arrasar (12 de los 14 triunfos en dobles dígitos) con tramos en la segunda parte de dibujos animados. Es un equipos tan bueno, tan extraordinariamente bueno, que siempre parece que no está haciendo todo lo que podría hacer, que hay más balas (arsenales enteros...) en la recamara. Los Cavs mejoraron, como prometieron. Pero no lo suficiente, como temíamos muchos. Demostraron que morderán en su cubil de The Q, a partir del miércoles. Pero también que están lejos: 2-0 y +43 para los Warriors. Hace un año, 2-0 y +48. Entonces pasó lo que pasó porque pasaron muchas cosas. No parece sano apostar a que vayan a volver a pasar. Y no estaba Kevin Durant. El reto para los Cavs parece condenadamente imposible. Pero en el deporte, imposible solo es un adjetivo más...
LeBron acabó en 29+11+14 e igualó a Magic Johnson como el jugador con más triples-dobles en la historia de las Finales (8). Pero se quedó en 11+5+4 tras el descanso, solo cuatro canastas en juego, dos puntos en el último cuarto. Kevin Love, contra su leyenda, fue muy eficaz en el poste y un desastre en la línea de tres (2/7), donde le acabó pastoreando la defensa de los Warriors. Quizá no haya en realidad forma de que los Cavs tengan opciones, pero si la hay pasa porque reciban más de Thompson y JR (3 puntos en dos partidos) y porque Kyrie encuentre la forma de escapar de Klay Thompson. Sin nada de todo eso, trazas del campeón todavía en funciones, la suspensión de credulidad que consigue LeBron, especialmente con esa camiseta negra, acaba estrellándose contra el duro suelo de la realidad. Por mucho que corra, su rival siempre está como mínimo un par de pasos más allá. Mejores en las trincheras, mejores en campo abierto e inalcanzables cuando pisan de verdad el acelerador. Y con Kevin Durant, válvula de escape ante cualquier amago de crisis. La diferencia esencial, la mayor de todas, con respecto a junio de 2016. 2-0: nos vamos a Cleveland.