¿Ricky a los Pistons? Puede suceder, pero no tiene sentido
La situación Wolves y Pistons y la realidad del mercado hacen viable una operación que sin embargo parece poco acertada para las dos partes.
El mercado de fichajes se cierra el 23 de febrero. Así que en estas semanas previas al All Star Weekend (el anterior precisamente al deadline) los rumores entran en ebullición. Después pueden pasar muchas cosas, como hace dos años, o tan pocas como el pasado. ¿Quiénes se mueven? Básicamente los equipos que tienen las cosas muy claras y aquellos que no las tienen claras en absoluto. Los que están a un paso o los que han perdido completamente el camino. Ricky Rubio es ya un clásico de la rumorología, pero esta vez su salida sí parece cercana (también lo ha parecido otras veces). Los Wolves están 15-28 en una muy decepcionante primera estación de la era Thibodeau. Los Pistons están 20-24, muy lejos de esa reputación de outsider del Este que empezaban a generarse de la mano de Stan Van Gundy.
Así que Pistons y Wolves son dos equipos que estarán haciendo llamadas y pensando cosas. Y Ricky Rubio es un jugador en el mercado. Y Reggie Jackson ha sido un chasco enorme tras sus problemas de rodilla. Y los dos son bases. Así que la operación (un intercambio con otras piezas implicadas) tiene sentido y podría acabar cuadrando perfectamente. Pero eso no implica que tenga sentido. No lo tiene. Casi ninguno. Ni para los Timberwolves ni para los Pistons. Lose/lose situation: nadie gana.
Hace tiempo que Ricky, sin chirriar, es un elemento extraño en Minnesota. Thibodeau llegó con la certeza de que el español no era el base de futuro de la franquicia. Y este por ahora no le ha quitado la razón a pesar de su último repunte: 7,7 puntos, 3,9 rebotes, 7,9 asistencias, 1,8 robos, 37% en tiros de campo y 24% en triples. Sus eternos problemas para tirar por fuera y acabar con firmeza por dentro suponen un lastre enorme para sus incuestionables virtudes: del pass first playmaker al pass only playmaker. Tampoco ayudan sus 26 años, que le ponen en un arco superior al del crecimiento de los tres jugadores sobre los que Thibs quiere construir el futuro: LaVine, Towns y Wiggins tienen 21 años y su entrenador trata de que, por ahora apenas lo ha conseguido, los tres sean algo más que la suma simple de sus talentos en pista. No está siendo así hasta el punto de que LaVine, sin que sea su culpa, fue baja ante los Rockets y los Thunder y los Wolves ganaron esos dos partidos por un +24 total con muy buenos minutos de un veteranazo como Brandon Rush. Contra unos Mavericks mucho menos peligrosos, regresó LaVine, Rush jugó tres minutos... y los Wolves cayeron sin llegar a 90 puntos. El puzzle es complejo.
Los Wolves también se han cansado de un Shabazz Muhammad que será agente libre restringido en verano y que va camino de ser otro de tantos talentos fallidos. Agota contrato rookie en su peor momento: 7,9 puntos por partido. El escolta cobra poco más de tres millones. Ricky 13,4 este año y un total de 28,9 en los dos próximos. Los dos son jugadores con los que quieren operar en el mercado los Timberwolves.
Si los Wolves han sido una decepción en el Oeste porque el proyecto parece eternamente congelado (chiste fácil en Minneapolis), los Pistons están siendo un absoluto desastre en el Este después de que Stan Van Gundy le diera la vuelva a la franquicia como un calcetín por la vía rápida y que pareciera una aspiración obvia, y mínima, asentarse en zona playoffs. En la MoTown hay problemas estructurales serios, el principal la decadencia exprés de Andre Drummond. Pero Reggie Jackson ha surgido como eje de todos los males: 11-10 mientras él se recuperaba de una tendinitis de rodilla, 9-14 desde su regreso. El base, que no tiene un carácter fácil, está en el segundo año de una extensión de cinco y 80 millones de dólares. En enero ha subido sus prestaciones (20 puntos de media con un 45,7% en triples) pero en la temporada está en 16,7 puntos y 5,3 asistencias de media. Peor que la pasada y con muy poca de la química que sí desarrolló hace un año con el resto del quinteto titular. Van Gundy, que controla las operaciones y siempre ha dejado claro que no le tiembla el puesto a la hora de arriesgar (solo hay que recordar cómo se cargó a un jugador del aparente cartel, por entonces, de Josh Smith), querría tener un base con más mentalidad de facilitador. Así que Reggie Jackson se ha convertido de repente en un jugador con el que los Pistons negociarían si la oportunidad de mercado es óptima.
Hasta aquí, no hay ninguna frontera groseramente insalvable: la operación es viable y al menos Van Gundy se quitaría el dolor de cabeza que parece que empieza a resultarle un Jackson que tampoco salió bien de Oklahoma City.
El problema llega cuando imaginas a Ricky y Jackson en sus nuevos destinos. Ricky desde luego es mejor asistente y normalmente mejor defensor que Jackson pero sus problemas como ejecutor podrían ser peliagudos en un equipo en el que el espaciamiento ofensivo y el tiro exterior ya son asunto delicado. Del mismo modo Jackson, que necesita tener mucho la pelota y que en su mejor versión puede ser un anotador explosivo, llegaría a unos Wolves que no son un buen equipo pasador y en los que Thibodeau debería tratar de abrir paso a un Kris Dunn (número 5 del último draft) que ha tenido una entrada enormemente lenta en la NBA e incluso a un Tyus Jones (número 24 en 2015) que esta temporada ha dejado destellos prometedores en muestras pequeñas. Para lanzar a la nueva generación lo ideal no es meter a un base de la edad de Ricky, precio más caro y cualidades no demasiado oportunas.
Si Jackson tiene problemas para mezclar en el sistema asentado y simplificado de los Pistons, sería difícil imaginarlo mejorando el complejo panorama de los Wolves. Y al mismo tiempo Ricky, que podría poner en marcha la funcionalidad del resto de titulares de Detroit, no es precisamente un buen base para lo que ha construido Van Gundy muy en el estilo de sus Magic finalistas en 2009: pick and roll central Jackson-Drummond y tiradores abiertos.
Reggie Jackson sí es un buen jugador de pick and roll: agresivo, con instinto para anotar y un tiro al menos lo suficientemente potable para amenazar, como mínimo lo justo. Acaba tras bloqueo y continuación en el 60% de sus jugadas en pista, un total de más de 10 por partido en las que produce 0,86 puntos por acción (0,88 la temporada pasada). Ricky baja a un 29% de jugadas, no más de 3 y 0,62 puntos Números por debajo de la media de los bases NBA para un jugador al que sus problemas tanto en penetración como en el tiro limitan como amenaza principal en esos bloqueos De hecho tanto Wiggins como LaVine conducen muchas más de esas jugadas que el propio Ricky. Un problema en el estilo NBA (algo menos en los últimos años), un drama en los actuales Pistons. Como, quizá, Jackson en unos Wolves que son mejores en ataque que defensa, igual que un jugador que tampoco es precisamente una fuente de liderazgo y química para los jóvenes.
Así que es probable que se haga desde un punto de vista de situación, momento y ocasión. Pero no tendría ganador claro (quizá Van Gundy, insisto, si supiéramos las interioridades de su vestuario) y que no sería a priori bueno para ninguna de las partes. Que en todo caso parecen suficientemente desesperadas como para intentarlo. Esto es la NBA. Veremos.