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Durant nos ha hecho muy de Westbrook

Interés, generalmente expectante, con que se participa en algo que está ocurriendo. Así define la Real Academia Española la emoción (2) y podría definir yo lo que me ha pasado esta noche viendo a Russell Westbrook. Kevin Durant ha dejado un vacío irrecuperable en Oklahoma City; un vacío al que los aficionados se tienen que acostumbrar, un vacío del que los compañeros se tienen que olvidar y un vacío que Russell Westbrook intenta llenar, aun consciente de que persigue un imposible. Porque es así: tiene que intentarlo.

Y vuelvo a la emoción. Lo cierto es que la plantilla de los Thunder es corta. No corta para luchar por el 50% de triunfos, corta para estar muy por encima. Es decir, corta para lo que ya es costumbre en Oklahoma. Westbrook siempre ha sido uno de esos jugadores que dan el 200% sin importar partido o situación. "Solo sé jugar de una manera", contestaba cuando le preguntábamos en España por los partidos de pretemporada. Y jugaría así hasta morir, lesionado o deshidratado, hasta caer rendido en cualquier trozo de parqué. Porque lo lleva en el ADN: solo sabe competir. Y competir a ese nivel emociona, claro.

Westbrook sabe que con el equipo actual es prácticamente imposible luchar por sus objetivos. El anillo parece inalcanzable en una Liga en la que las estrellas van, como mínimo, de dos en dos. Pero eso no va a frenar al todoterreno. Es más, ese movimiento de estrellas que de tan cerca le ha tocado vivir el último verano ha provocado que se completara una transformación que arrancó en febrero de 2015 a base de triples-dobles salvajes. Entonces Durant no pudo ayudar (el pie) y ahora tampoco podrá. Y no ha llegado un sustituto. Ahora es él contra el mundo y siempre como underdog (no favorito). Y eso, como ocurría con Kobe Bryant en los años valle de la última década exitosa en LA, genera emoción. En mi caso, mucha emoción.

Va a tirar más de la cuenta y a fallar mucho, mucho más. Pero el equipo colgará de su espalda, con el peso de una afición acostumbrada a ganar. Habrá quien critique sus esfuerzos y también quien se desespere con sus intentos. Pero, para mí, lo que despierta este Westbrook es pura emoción. Una lucha hercúlea contra los elementos. Sangre, sudor y lágrimas sobre el parqué noche sí y noche también. ¿El principio de su verdadero yo?

No sé lo que durará porque ni siquiera él es indestructible, pero disfrutemos de lo que dure. Rienda suelta al todoterreno.