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LAKERS 120-ROCKETS 114

Los nuevos 'baby Lakers', en positivo casi tres años después

Russell, Randle y Clarkson lideraron el triunfo en el inicio de la era Walton ante unos Rockets de más a muy poco. James Harden, 34+8+17.

Jordan Clarkson fue de menos a más, todo lo contrario de un James Harden que no tuvo acierto en los minutos finales.
Jordan Clarkson fue de menos a más, todo lo contrario de un James Harden que no tuvo acierto en los minutos finales.Harry HowAFP
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Los Lakers están 1-0. Absolutamente anecdótico pero como tal remarcable: para verles con más victorias (aunque sea solo victoria) que derrotas en la clasificación hay que remontarse al 16 de diciembre de 2013, hace casi tres años. Desde entonces, un 10-9 a favor, casi todo derrotas y las dos últimas temporadas abiertas en 0-4 y 0-5 (y 1-8 y 1-9). Ante los Rockets (120-114) los Lakers abrieron época, con Luke Walton y sin Kobe Bryant… ni Byron Scott. Cualquier aficionado sensato del equipo angelino no pensará ni en número de victorias ni en playoffs. Solo en sensaciones, minutos de horno, pasos bien ajustados y óptimos en una receta que tardará en estar lista para ser emplatada y servida.

En ese sentido, los Lakers pueden cubrir el objetivo del año (crecer individual y colectivamente, evitar que su montaña de talento joven acabe en el vertedero) sin ganar demasiado. El pick de primera ronda vuelve a tener protección top-3 (más allá se irá a Philadelphia) pero ese ya no es el objetivo por mucho que sería bien recibido en las circunstancias adecuadas: no se trata, y en esta época de glorificación del tanking se pasa por alto a menudo, de acumular muchos cromos bonitos sino de que los que llegan valgan una vez abierto el sobre y queden bien en el mismo álbum. Por eso era tan importante contratar a un entrenador como Luke Walton… y deshacerse de otro como Byron Scott. No se puede sumar años sin plan ni formas, sin que importe ganar o perder, sin que produzca cierto cosquilleo sacar adelante partidos en realidad inútiles de Regular Season sin que acompañe cierta atrofia de perspectiva: los jugadores no son robots que pasarán de perder sin darle importancia a ganar por experiencia e instinto con solo apretar un botón.

Los Lakers de Walton, que van a perder un montón de partidos, demostraron espíritu, alegría, interés, corazón, talento ingenuo y plan de juego. En las rotaciones, el estilo, la forma de atacar y solo por momentos defender… o intentarlo. No hay otra para que cuaje todo lo que tienen y en ese sentido el triunfo ante los Rockets fue muy útil: lo inició D’Angelo Russell (gran inicio, mal final, 20 puntos con cuatro triples), lo sostuvo Julius Randle (18 puntos con 11 tiros, 7 rebotes, 6 asistencias) y lo remató Jordan Clarkson, una figura decorativa en la primera parte pero 23 puntos en la segunda (25 totales), las canastas más importantes y alguna buena defensa final sobre Harden. Si se suma el trabajo de Larry Nance y una digna presentación de un muy ovacionado Brandon Ingram (9 puntos, 4/6 en tiros), se obtiene un vistazo (borroso, pero vistazo) de lo que podría ser este equipo. Así lo dijo Randle y así es importante que lo sientan esos jóvenes que serán un futuro que si no, no será. Los demás ayudaron: Deng, Mozgov (12+8) y un Nick Young titular y fallón en le tiro pero sorprendentemente centrado, tal y como demostró en pretemporada. Otra vez: mano de buen entrenador.

¿Y los Rockets? Lo que se esperaba: ataque total, defensa inexistente. Claro que ese ataque les dará muchas victorias, al menos en Regular Season, si se aplica como en el primer tiempo (71 puntos, 14 asistencias de James Harden) y no como en el segundo (43 y 3). De amagar con romper el partido a un ejercicio de impotencia guiado solo por los viajes forzados a la línea de tiros libres de un Harden que acabó con 34 puntos, 17 asistencias y 8 rebotes pero que se despeñó al final, es verdad que poco ayudado pero también superado por la energía de los baby Lakers, que parecieron tener más ganas de llevarse la victoria. Ni Eric Gordon (2/8) ni Ryan Anderson (2/7) hicieron suficiente daño desde la línea de tres como para justificar su absentismo defensivo. Un 1/16 en triples en el segundo tiempo, achacado por Mike D’Antoni al cansancio, lastró a un equipo que necesita anotar sin parar para tener opciones.

Los Lakers ganaron, pusieron toda la intención y se alegraron por ello. Quienes hayan seguido de cerca los dos últimos años de este equipo sabrán que eso es una buena noticia. Y jugaron de una determinada manera que todos parecían seguir y aprobar. Otra vez, una obviedad que ahora mismo no lo es tanto en LA. A partir de ahí, vendrá el futuro. Pero no está mal ver a un equipo joven perseguirlo con talento y con hambre. Si solo se toma este partido como el inicio de la era Walton, la nota es alta y las sensaciones, muy buenas.