Del 'pásasela a Shaquille' al 24-0 con los Warriors: este es Walton
Hijo de Bill Walton, que le llamó Luke por Maurice Lucas, y dos veces campeón junto a Kobe y Gasol. Iguodala dice que aprendió gracias a él "a jugar al baloncesto de verdad".
Luke Walton tiene 36 años y será el entrenador jefe más joven de la NBA cuando terminen los playoffs para Golden State Warriors, donde cumple su segunda temporada en el organigrama técnico, primera como mano derecha de Steve Kerr tras la marcha de Alvin Gentry a los Pelicans (donde ha vivido un año de absoluta pesadilla, por cierto). Brad Stevens, el arquitecto de unos Celtics híper bien entrenados, tiene 39 años. Lakers y Celtics, no hay que olvidarlo, siempre se miran de reojo, siempre sienten que la inercia les hará encontrarse de nuevo y por muy mal que vayan las cosas. Es un instinto atávico. De hecho, lo hicieron en dos finales casi seguidas, 2008 y 2010, cuando Luke Walton jugaba en los Lakers pero llegaba a Boston con la herencia de su padre, Bill Walton, campeón como sexto hombre con los legendarios Celtics de 1986. Entonces, hace treinta años y tras ventilar en el sexto partido de las Finales a los Rockets, Bill se pasó la noche bebiendo cerveza en la cocina de Larry Bird, que se fue a dormir y le volvió a encontrar allí, todavía despierto, por la mañana. Después, en 2008, los aficionados del Garden recibieron a Luke con un juego de palabras que transformaba el mítico “Luke, yo soy tu padre" de Star Wars en un “Luke, tú no eres tu padre”. La mística con humor sigue siendo mística.
A Luke Walton le draftearon los Lakers en 2003, número 32 desde Arizona, donde había hecho migas con la nueva sensación de los Wildcats, Andre Iguodala. Uno era un jugador cerebral que entendía el juego casi con un sexto sentido. El otro era una masa eléctrica de instintos y músculo que, lo contó cuando fueron campeones juntos en los Warriors 2014-15 (uno asistente, el otro MVP de las Finales), cambió como jugador tras compartir horas y horas de entrenamiento con el hijo de Bill: “Yo podía anotar mucho en cualquier partido pero fue Luke el que me enseñó a jugar de verdad. Sin estrés, en mi ritmo, encontrando mis posiciones de lanzamiento, sacrificándome por mis compañeros…”. Sin ese aire de estrella de Iggy (número 9 un año después: Philadelphia 76ers), Luke le pidió consejo a su padre cuando arrancaba su carrera en la NBA. Este lo tuvo claro: “Tu pásasela en cuanto puedas a Shaquille O’Neal”.
Luke Walton aprendió, efectivamente, a encontrar en las mejores posiciones a Shaquille, a evitar que el gigantesco pívot le trucara el viejo Cadillac que conducía en su año rookie, y a hacer un millón de pequeñas cosas por su equipo. Después fue dos veces campeón (las mismas que su padre) junto a Pau Gasol y un Kobe Bryant que bendijo hace unos meses a ese Luke ya con aires de head coach: “Solía vacilarle diciéndole que sería el próximo Phil Jackson porque era un jugador del montón con una personalidad particular. Le decía: ‘eres un hippy de más de dos metros, lo mismo que era él'… Lo hacía de broma pero la realidad es que siempre ha sido brillante en su lectura del baloncesto. Entiende cómo se dirige un equipo, ve las situaciones de espacios, movimientos, tempo… Realmente creo que Phil veía muchas cosas de sí mismo en él”.
En efecto, Walton (que será el octavo entrenador de los Lakers que antes fue jugador de la franquicia) dirigió a los Warriors durante la larga y sufrida baja médica de Steve Kerr, que se operó la espalda y volvió con el equipo en 39-4 después de un 24-0 que marcaba el mejor inicio de la historia del deporte estadounidense. Walton tenía dos títulos de Entrenador del Mes (octubre y noviembre) y ninguna victoria oficial en su cuenta de técnico ya que todas se le sumaban a un Kerr que bromeó el día de su regreso: “He tenido que volver a poner orden al ver que estábamos 39-4. 40-3 habría estado bien pero… ¿39-4?”. Y Mychal Thompson, padre de Klay y también dos veces campeón con los Lakers, daba con la clave del asunto: “Los jugadores creen tanto en él como en Kerr. Le quieren, confían ciegamente y se comunican de maravilla con él”.
Llamado Luke por Maurice Lucas (otra leyenda NBA e íntimo de su padre) y casado con Bre Ladd, jugadora de voleibol a la que conoció en los años de Arizona, Walton representa al californiano de aspecto y espíritu, a priori un guante para los Lakers. Lleva tatuados en un brazo, conexión con su padre, cuatro esqueletos al estilo Grateful Dead. Les representan a él y a sus tres hermanos, y cada uno tiene un balón de baloncesto. De intachables imagen y discurso, vivió su peor momento en 2008 cuando una mujer que por entonces tenía 34 años fue condenada por acosarle. Stacy Elizabeth Beshear se pasó un año espiándole y siguiéndole, escribiendo en su coche con rotuladores… y llegó a intentar subirse a su vehículo simulando que le disparaba con un arma imaginaria.
Por fin, un nuevo inicio en los Lakers: Walton
El Walton entrenador, tan inexperto como prometedor, ha aprendido de Phil Jackson, Rudy Tomjanovich y Steve Kerr. Y de Lute Olson, su entrenador en Arizona y con el que (81 años) mantiene una relación muy estrecha. Su llegada, el hecho y las formas, supone un pequeño pero refrescante reencuentro de los Lakers con ellos mismos, un verdadero nuevo comienzo en la simbólica zona cero de la era post Kobe. Los Lakers han elegido futuro y no pasado, baloncesto moderno y no pensamiento conservador, piloto de nueva generación. Eso, de entrada, es un cambio radical con respecto a Byron Scott. Y también con respecto a otros de los candidatos que sonaban. Y, todavía más importante, los Lakers se han movido con celeridad, inteligencia y unión en el eje Jim Buss-Jeanie Buss-Mitch Kupchak. Tal y como estaban las cosas, un hito. Centrado el objetivo, la reunión fue rápida y emotiva, un brindis por un pasado que solo puede volver en el futuro. Después Luke Walton anuló otras cuatro visitas de franquicias y los Lakers dejaron de buscar. Estaba hecho: el entrenador más apetecible del mercado en este momento elegía los Lakers por encima de cualquier otra opción. Lo que antes era norma y ahora es una excepción... que debería dejar de serlo.
Los Lakers tienen un núcleo joven (a partir de D’Angelo Russell, Jordan Clarkson y Julius Randle) que necesita un entrenador como Luke Walton, o lo que intuimos de él, y que puede replicar (salvando obvias distancias) muchas de las cosas que hacen mejor que nadie los Warriors. Walton conoce la casa, sabe lo que significa y lo que pesa ser un laker y tiene una edad y un pasado que le hacen cercano a los jugadores. Y sabe lo que Byron Scott sigue negando: el baloncesto de 2016 es un nuevo juego, una evolución radicalizada hasta la mutación. Nadie sabe si funcionará, pero el fichaje coloca a los Lakers en una nueva dimensión, de repente en el presente. Por fin. El primer impulso de optimismo ha sido tan fuerte que incluso ha surgido ya el nombre de Phil Jackson y su cacareado deseo de volver a la Costa Oeste. Walton adora al Maestro Zen y este siente predilección por quien casi llegó a ejercer de entrenador cuando más castigó a Jackson el físico en sus últimos tiempos en los Lakers. Y el hecho de que la decisión venga de Jim Buss, antiguo enemigo del legendario entrenador, y no de Jeanie, su pareja sentimental, tiende puentes en una relación familiar que parecía rota.
Nadie sabe si Phil Jackson cambiará los despachos de Nueva York por los de L.A., ni parece algo especialmente importante en 2016, pero de lo que no hay duda es de que la llegada de Luke Walton ha invertido una sensación de pesimismo casi fatalista en una franquicia a la que solo le quedaba su mística, jirones de ella después de tres años horrendos. La fortuna se reparte a partir de ahora: el 17 de mayo es el sorteo del draft, y los Lakers necesitan ser top-3 para que su ronda no se vaya a Philadelphia. Tienen un 54% de opciones de que así sea, algo menos de entrar en un top-2 que dará acceso a las dos grandes piezas de la camada: Ben Simmons y Brandon Ingram. Después llegará julio y un verano en el que los Lakers pueden rondar los 60 millones de espacio salarial. Hasta hace unos días solo tenían eso, dinero. Ahora tienen un entrenador que vende una imagen renovada, un estilo que sí puede resultar sugerente para quienes tendrán que elegir camiseta. Un recordatorio, al fin y al cabo, de lo que siempre han sido y estaban dejando de ser los Lakers. Esa será, en cuestión de semana, la responsabilidad de Luke Walton, nada más y nada menos. Pero su llegada, ahora mismo y sin que nadie sepa lo que traerá el futuro, parece un acierto absoluto, casi un cambio de inercia. Veremos…