VALENCIA BASKET 94 - REAL MADRID 95
Llull hace de Curry con un triple ganador desde 21 metros
El Madrid perdía por 13 (67-54) a 15 minutos del final. Llull igualó a 92, Diot anotó a 1,3 del final y entonces el base menorquín embocó una canasta antológica desde su campo.
El Increíble Llull, de nuevo él. Lo ha vuelto a hacer. Triple ganador; y no uno cualquiera. Esta vez el base menorquín rizó el rizo y embocó el balón desde más de 20 metros de distancia. Sí, no hay errata. Desde su campo, a la altura de su propia línea de tres y escorado a la izquierda, con la afición del Valencia Basket que ya celebraba un triunfo atado. Una victoria que hubiera sido también épica, con canasta de Diot a 1,3 de la bocina.
Conocen el desenlace, ese final de thriller, aunque para saborearlo mejor hay que arrancar la historia por el principio, porque narrando cómo empezó todo, el triplazo de Llull coge aún más cuerpo. Se agarra al paladar y al corazón. Pura emoción.
El Madrid venía de ganar la Copa, y de lograr un triunfo vital en Alemania, en pista del Bamberg. Llegaba con los deberes hechos y descontando los días que faltaban para recibir al CSKA este miércoles en otra batalla memorable por los cuartos de la Euroliga. Entre lo uno y lo otro, entre la fatiga acumulada y la tensión por lo que se avecina, no parecía probable que en la Fonteta viéramos al mejor Madrid. Aún sin Rudy y con la baja por desgaste de Sergio Rodríguez. Y así sucedió durante gran parte del encuentro, durante casi todo. Por el contrario, esperábamos al mejor Valencia, al del récord de 28-0, al equipo de Dubljevic y Rafa Martínez, al de Sikma, y eso también ocurrió.
A 15 minutos del final, los taronja vencían por 13 puntos (67-54). Iban camino de superar ampliamente los 100 tantos: 28 en el primer cuarto, 26 en el segundo, 25 en el tercero... Enfrente, el Madrid daba réplica anotadora (Nocioni 5 de 5 de tres ya al descanso), pero fallaba atrás. Laso había cambiado la rotación, apostaba por Doncic (en su 17 cumpleaños) y por Ndour, en tarea presionante sobre Diot, mientras reservaba algo a Ayón.
Pero olviden los condicionantes, el Madrid apuró sus opciones, como siempre, y llegó vivo al último minuto. Vivito y coleando por la labor de tipos como Rivers y Carroll. Talento competitivo descomunal para salir siempre a flote. Un triple de Sergio Llull a 62 segundos de la bocina ponía el 92-90. A 25 segundos, tras reparto variado de errores por ambos bandos (Maciulis había agotado los cinco segundos para sacar de fondo y Vives forzaba una penetración precipitada), el Real recuperaba la posesión y... Llull volvía a aparecer para igualarlo todo a 92 con una entrada en la que cambió el gesto para esquivar el tapón. Su quinto punto seguido.
Quedaban poco más de tres segundos y Pedro Martínez pidió tiempo muerto para que el Valencia sacara en cancha blanca. Diot recibió y se fue hacia el aro. Canastón ganador, o eso parecía. Porque lo que sobrevino después lo hubiera firmado el mismísimo Stephen Curry. Reyes cogió el balón bajo su cesta, restaba apenas un segundo y tres décimas, pero Llull se lo pidió con avidez. Recibió el menorquín, avanzó con un bote y se levantó en vertical, bien cuadrado, desde más de veinte metros, unos 21, calculamos. “Fue un churro”, diría luego. Pero se alzó con fe y concentración, buena ejecución para embocarla limpia. Cuando el balón cruzó la red hacía tiempo que el reloj estaba en cero después de segundos volando de pista a pista. Hubo revisión, aunque todo había sucedido dentro del tiempo. Canastón antológico, insuperable.
De nuevo, como en el playoff de hace un año en Valencia y como en la reciente Copa, también como en la de hace dos años en Málaga, Llull lo había vuelto a hacer. El triunfo de la fe. Es un milagro meterla desde tan lejos, para él y para cualquiera, pero fue justo él. Como Curry. Ocho puntos en un minuto. Ganador.