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TIMBERWOLVES 123-LAKERS 122

Adiós de Kobe a Minnesota y más drama para los Lakers

Bryant elige no jugar en el último cuarto y la prórroga: "Después de 20 años jugando, no pasa nada por sentarse un último cuarto...". Ricky Rubio: 12 asistencias y cinco puntos.

Kobe Bryant intenta superar a Wiggins.
Kobe Bryant intenta superar a Wiggins.EFE

En las etiquetas de los candados que cierran los bolsones viajeros de equipamiento de Los Angeles Lakers puede leerse la palabra 'Pride': Orgullo. 'Pride': no queda ahora mucho más de esa liturgia púrpura y emocionante... cuando se cumplen 20 temporadas del debut en la NBA de un 'rookie' de 18 años que alborotaba el Forum de Inglewood con oleadas de ilusión: Kobe Bryant. "Van a ser muy largos y muy duros los más de cuatro meses y 60 partidos que aún nos quedan de temporada. Ya, lo único que podemos esperar es que no pase ninguna lesión grave. Cruzamos nuestros dedos", razona el entrenador 'laker' Byron Scott, el 'sexto hombre' del sensacional equipo del showtime en los años 80... y el gran veterano que acogió bajo sus alas y su halo a aquel Kobe Bryant de 1996.

Cuando la NBA le ha organizado un 'tour' de despedida en cada ciudad a la que no va a volver, incluidos seguimiento y fotógrafos especiales de la Liga, a Bryant le tocó despedirse de Minneapolis y de su Target Center más de 19 años después de que Kobe (con el número ocho) jugara sus primeros minutos en la NBA, el 3-11-1996... precisamente contra los Minnesota Timberwolves, en aquel Forum de las leyendas que aún sigue en pie. Como aquella tarde primigenia del otoño de 1996, los Lakers de Bryant -entonces, con Shaquille O'Neal- se enfrentaron a unos Timberwolves, igualmente con Kevin Garnett: hoy, seis puntos en 14 minutos. Aquel día de 1996, los Lakers vencieron por 91-85 y Kobe produjo... cero puntos. Esta última noche de diciembre de 2015, en el destartalado Target Center del downtown de Minneapolis, Bryant dijo adiós a la Ciudad de los Lagos con 11 puntos y 5/13 en tiros en campo... cuando está bien lejos de ajustarse a aquello que de él escribe Kareem Abdul-Jabbar en 'Time Magazine': "El hombre que podía planear, saltar y anotar de costa a costa... el poeta de las formas que veía la pista igual que un escultor mira a un bloque de mármol e imagina la gran obra de arte que espera ser revelada".

Tras prórroga forzada por una fantasía acrobática de la esperanza 'laker' que es D' Angelo Russell (23 puntos en 32 minutos), los Timberwolves vencieron por 123-122 a unos Lakers con seis jugadores más allá de la decena de puntos, con 20 para un excelente Julius Randle ('doble doble', con su docena de rebotes) y 19 para Lou Williams. Sendas exhibiciones de Kevin Martin (37 puntos, 6/9 en triples, frenó el demarraje de los Lakers en el último cuarto) y la deslumbrante sensación que es Karl-Anthony Towns (26 puntos, 14 rebotes, tres tapones) lanzaron a los Wolves, que dominaron por 47-40 en rebotes y perdieron cinco balones más que los Lakers: 14-9. Ricky Rubio sufrió una fuerte costalada de la que repuso (fue en el minuto cuatro) para repartir 12 asistencias, aunque sin canasta en juego: 0/4 en tiros de campo (0/2 en triples), con 5/6 en tiros libres y tres pérdidas de balón. Al descanso se llegó con 59-57 para Minnesota y el fin del tiempo reglamentario cayó con 114-114 tras los primeros 48 minutos de juego.

Hoy, este Bryant que se encamina hacia los 38 años y que permaneció todo el día en el Hotel Loews de Minneapolis (justo frente al Target Center, sin siquiera hacer el entrenamiento matinal de tiro) solo emite algún destello de la joven gema cuyo brillo empezó a relucir en el Forum, en 1996: cuando un Jordan de 33 años ponía proa hacia su quinto anillo, un año antes del sexto. En Kobe, KB24, resisten la elegancia de superclase, la divina mecánica de tiro y la planta de atleta descomunal. Le delatan las brechas inevitables que el Padre Tiempo abre en todo ser humano: pérdida de explosividad, ese medio paso traidor que falta en el arranque, la sensación de inmovilidad en defensa y, peor aún en Kobe Bryant, una extraña sensación como de indiferencia o aburrimiento (¿depresivo...?), un poco de vuelta de casi todo. "Aunque uno siempre quiere ganar; eso, siempre", dijo Kobe a AS antes del partido, casi como autoconvenciéndose, perplejo ante una nueva, dolorosa experiencia: "Estoy viviendo todo un proceso en el que he ido teniendo que aprender de lo que mi cuerpo me dicta". Cuando le cambian... se sienta en el ultimísimo puesto de los reservas, lo más alejado posible de Byron Scott, de su amigo Gary Vitti, el 'trainer' eterno que también lo deja. Después, no juega ni en el último cuarto ni en los minutos decisivos de la prórroga. La razón, dejar que los jóvenes (Russell, Clarkson, Randle...) se hagan cargo de la situación: "Después de 20 años jugando, no pasa nada porque elija quedarme sentado en el banquillo un último cuarto.Emocionalmente, yo no estaba en el partido tanto como ellos, mis jóvenes compañeros, así que no podía salir a la pista en las condiciones de intensidad que necesitaba el juego en esos momentos; de todos modos no ha sido fácil decírselo a Byron Scott en la cara".

Con el partido totalmente en el alero (los Lakers ganaban por 94-99 en el minuto 43), el Kobe Bryant de hoy ni siquiera fue alineado en el último cuarto -que él aprendió a dominar a imagen y semejanza de Michael Jordan-, y eso cuando la suya no era una noche horrible de tiro: 5/13 (1/2 en triples), pese a la presión constante de las piernas jóvenes de Wiggins y los brazos larguísimos de TayShaun Prince, uno de los que siempre le han defendido. "Déjalo estar", reveló Byron Scott al final del partido sobre la respuesta que recibió de Kobe cuando se le planteó jugar en el último cuarto. Bryant, lo asuma o no, parece haber abandonado mentalmente.  Rumbo a la veintena de años desde aquella noche iniciática de Kobe en el Forum, en 1996, los Wolves de esos jóvenes cachorros –Towns, Wiggins...-de los triples de Martin y las asistencias de Rubio también supieron apuntillar a unos infortunados, dramáticos, hundidos Lakers a los que les queda ese 'Pride' con que cierran sus bolsones de equipamiento. El orgullo y también el recuerdo de aquel superclase de leyenda, Kobe Bryant, que hoy se refugia en la última punta del banquillo. Pese a todo, nunca abandones: nunca.