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NBA

Butler: el niño que quería ser traficante, no estrella NBA

El actual jugador de los Kings publicó su autobiografía ("Tuff Juice: My Journey from the Streets to the NBA") en la que revela su difícil infancia.

Dos All Stars, cuatro veces rookie del mes, nueve equipos y 14 temporadas NBA observan a Caron Butler. El actual jugador de los Sacramento Kings no es una de las superestrellas de la Liga, pero es (o más bien fue) un grandísimo jugador. Alero de éxito y con nivel, Butler nació en la agresiva Rancine (Wisconsin) hace ya 35 años, pero su historia de violencia comenzó hace 26, con sólo nueve.

Fue a esa edad cuando empezó a usar armas de fuego. Dos más tarde, traficaba con drogas, su "pasatiempo". “El verdadero objetivo era estar ahí fuera en las calles haciendo dinero y llegando a fin de mes“, escribe Butler en su autobiografía Tuff Juice: My Journey from the Streets to the NBA, un libro que ya el pasado mes de octubre levantó mucha expectación al narrar el episodio de Gilbert Arenas con Crittenton, en el incontrolable vestuario de los Wizards en 2009, con las pistolas como protagonistas.

Ese adelantó del Washigton Post era sólo la punta del iceberg. Butler revela que él, en verdad, no deseaba dar el salto a la NBA. No quería ser estrella en el baloncesto estadounidense, sino traficante de drogas. "¿Ser como Mike (Jordan)? Todo el mundo que conocí quería ser como yo", subraya el que era conocido como El Santa Claus del Gueto y que ganó un BMW en una partida de dados. 

Pero no todo era dinero. El libro detalla su paso por el reformatorio Ethan Allen tras ser declarado culpable por posesión de una pistola y cocaína. Tenía 15 años. Los tiroteos y persecuciones en coche también ocupan parte del libro, al igual que la muerte de varios de amigos. "En el peor de los casos, estaría muerto. En el mejor, encarcelado", revela un Butler que fue número 10 del draft 2002 y que fue detenido en 15 ocasiones.

Su carrera en el baloncesto siempre pendía de un hilo. Pero hubo un episodio que marcó un antes y un después. Tras salir del reformatorio, la policía registró su casa y encontró crack en su garaje. ¿La salvación? El oficial en la escena, Rick Geller, no creyó que las drogas fueran de Butler y le dejó ir, permitiéndole un futuro financiado con dinero no muy legal: los 5.500 dólares necesarios para la matrícula de la escuela preparatoria de Maine, salieron de un amigo traficante.

En el libro, como en muchas historias, los malos no son estrictamente los malos. Son amigos y familiares. Gente que ayudó a Butler y que sobrevivía en un entorno oscuro, difícil de sobrellevar. Un entorno de supervivencia dentro de la primera economía del mundo. "Hay algunas personas por ahí que tienen buen corazón y que sólo necesitan un poco de dirección. Miren lo que pasó en mi vida con un poco de dirección", sentencia.