Dallas Mavericks: cómo echar de menos a quien nunca estuvo aquí
El desplante final de DeAndre Jordan a los Maverciks, marcó la configuración de una plantilla que pasó de aspirante al anillo con el pívot a tener un proyecto cojo sin él.
Dice una estrofa de una vieja canción de Joaquín Sabina que «no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió». Con la querencia que tienen en los Mavericks por la música y los videoclips igual era bueno que alguien se la mandara y montaran algo porque, la verdad, es muy difícil definir mejor el estado de la franquicia tras el fiasco DeAndre Jordan que a través de esa frase.
Y es que en Dallas se han quedado en estado de shock tras lo que sucedió este verano. El equipo puso toda la carne en el asador por contratar a DeAndre Jordan. El pívot salía al mercado, nos contaron, harto de los Clippers y de Chris Paul, con el que no parecía llevarse bien. El propio Chandler Parsons en persona, convertido en jugador-reclutador-animador de fiestas, le convenció para firmar por los Mavericks y, así, ser aspirantes al anillo.
El plan tenía toda la lógica del mundo. Una plantilla sin un verdadero referente interior, tampoco en el lado defensivo del juego, añadía la pieza esencial para ensamblar el, por otra parte, muy talentoso y con capacidad de anotación grupo. Jordan no se lo pensó mucho, dijo que sí, apretó la mano del dueño de los Mavs, Mark Cuban, y asunto arreglado. Parecía...
Pues no, porque no contaban en Texas con la astucia de los jugadores de los Clippers. En una memorable tarde, en la que Twitter y los emojis jugaron un papel digno de la mejor sitcom que se me venga a la cabeza, con Blake Griffin y Paul Pierce a la cabeza, los de Los Angeles se encerraron en casa de DeAndre, le convencieron para volver con ellos, firmar un nuevo contrato y pelillos a la mar. Más allá de las risas, lo cierto es que la tortilla giró por completo y mientras los Clippers volvían a ser un señor equipo, los Mavericks se quedaban a la deriva sin su referente interior y con un proyecto cojo se mire por donde se mire.
Siempre ha dicho Mark Cuban que no tiene sentido estar en la tierra media en la NBA, que o se es muy bueno para aspirar a ganar el anillo o se es muy malo para aspirar a conseguir buenos jugadores en el draft. Eso no es verdad del todo, como demuestran innumerables ejemplos, pero lo cierto es que su equipo se ha quedado justo donde más odia, y no puede hacer gran cosa para cambiar esa situación a corto plazo.
Y más teniendo en cuenta que se va a quedar con la rabia de no poder ofrecerle una plantilla a Dirk Nowitzki como para poder soñar con ganar un segundo título en sus últimos años en la Liga.
Juego exterior
Los Mavs han hecho una apuesta enorme para renovar su juego exterior. Tanto que quizás parece algo exagerado y que podría causarles problemas en el futuro. Me refiero a los más de 70 millones de dólares que le han soltado a Wesley Matthews por cuatro años. Es cierto que la temporada que viene, con la llegada del dinero de las televisiones y el consiguiente aumento del espacio salarial para los equipos, podría parecer un contrato no tan desorbitado como lo parece hoy pero, leñe, setenta millones por Wesley Matthews... Además, han decidido ser los que creen que Deron Williams puede volver a ser un buen jugador en esta liga; es cierto que aquí el dinero es algo abarcable, pues 11 millones de dólares por dos años no es nada, pero también es verdad que poca gente en la liga sigue creyendo en Deron como jugador viable. Tras ellos dos aparecen viejos conocidos de la afición, sirva el cliché, como J.J. Barea, Devin Harris y Raymond Felton que miedo, miedo, lo que se dice miedo, no dan. En el mejor de los escenarios posibles Matthews vuelve de su lesión, porque además ha tenido una grave lesión, y cumple como para merecerse todo ese dinero, y entre todos los demás son capaces de sumar algunos buenos instantes como para no andar como locos buscando un base en el próximo draft que, al menos desde hoy, es toda la sensación que da este grupo lleno de jugadores fronterizos que ya pasaron su mejor época.
Juego interior
Hay que decir que hay un factor extraño en esta rotación que puede hacer que el juego exterior brille con luz propia a pesar de que es muy probable que sea en el juego interior donde más aporte. Se trata de Chandler Parsons, que es uno de esos nuevos 3-4, jugadores con buen tiro y movilidad que, sin embargo, son llamados a jugar de 4 en quintetos pequeños y en las que los pivots apenas cuenten. Parsons es uno de esos, de los versátiles, y estoy convencido de que Carlisle va a tratar de explotarlo de la manera más imaginativa posible. Cuando no tienes el talento hay que ganarles confundiéndolos. Dirk Nowitzki seguirá dejando su maestría en la cancha un año más, y que dure, pero está por ver cual es su nivel real para estos últimos años en los que no se le puede usar ni con la asiduidad ni con la intensidad de antaño. El verdadero drama está en el puesto de pivot donde, tras el fiasco de DeAndre Jordan ficharon a , pásmense, McGee, esa clase de jugadores que le dejan a uno sin palabras, pero por nada bueno. Dalembert, Pachulia, Villanueva... es muy difícil confiar en un equipo que presenta a tantos jugadores que han sido protagonistas de momentos desafortunados y que, en general, están lejos de sus mejores días. Unos mejores días que, para más inri, tampoco fueron gran cosa. La descompensación de esta plantilla parece evidente, y eso no hace augurar gran cosa para su temporada, máxime en una división que presenta un juego interior de los de asustar.
Claves
1. El verdadero estado de Deron Williams. Nadie espera mucho de él, pero no podemos olvidar que no hace tanto tiempo estaba en conversaciones sobre si era el mejor base de la Liga o no. Es el segundo experimento consecutivo de recuperación de un gran base que se vive en Dallas tras Rondo.
2. La capacidad de Chandler Parsons para jugar por fuera y por dentro, para ser el pegamento de todo un ataque y para ordenar a la defensa. Casi nada. Con el actual esquema de plantilla, Parsons se convierte en fundamental para Rick Carlisle en todos los ámbitos.
3. El estado de salud de Wesley Matthews. El jugador se rompió el talón de Aquiles en su último año con los Blazers y es una incógnita el nivel al que volverá. Por supuesto, los Mavericks no tendrán prisa alguna con él, que le han firmado setenta millones (no se me va de la cabeza) por cuatro años.
Entrenador: Rick Carlisle
Rick Carlisle es uno de los tipos más respetados de los banquillos de la NBA. Se distingue por una enorme capacidad táctica en medio de los partidos, pero tampoco es desdeñable que sus equipos saben jugar a esto muy bien. La primera noticia que tuvimos de él fue en la creación de aquellos magníficos Pistons que acabaron llevándose el título en el año 2004, aunque el que se quedó con los laureles fue Larry Brown. En Dallas parece completamente asentado y en perfecta sintonía tanto con sus superiores como con sus jugadores, algo nada fácil. El año pasado tuvo que torear con el fenómeno Rajon Rondo, siempre un dolor de cabeza, y salió con matrícula de envite. Ahora tiene en sus manos una plantilla que no es tan talentosa como las del pasado.
Estrella: Dirk Nowitzki
El alemán Dirk Nowitzki volverá, una temporada más (y ya van 18 en la NBA), a ser el líder de Dallas Mavericks. Siempre fiable, el ala-pívot es considerado para la gran mayoría de aficionados como el mejor extranjero en la historia de la Liga estadounidense.