CAVALIERS 96 - WARRIORS 91 (2-1)
Cleveland, capital del drama
Los Cavaliers se ponen 2-1 con un LeBron James que promedia en la final 41+12+8,3. Los Warriors casi remontan veinte puntos pero volvieron a perder. Curry apareció al final.
Los Cavaliers necesitan oxígeno, los Warriors un psiquiatra y los que tenemos que contar esta final, un manual de instrucciones. El hecho es que los Cavaliers ganaron y pusieron un 2-1 que les da, según la historia, un 84% de opciones de ser campeones. Claro que la historia es eso que está reescribiendo este LeBron James en formato Hércules que está trascendiendo su propia grandeza y redefiniendo sus límites, si es que los tiene. En este tercer partido sumó 40 puntos, 12 rebotes y 8 asistencias. Su media en la final es de 41+12+8,3. Nadie había metido 123 puntos en los primeros tres duelos de la lucha por el título (atrás quedan los 122 de Rick Barry). Y está jugando 47,3 minutos de media. Y tirando una tonelada de tiros y fallando otra (43/107). Pero eso, sencillamente, carece de importancia. LeBron está haciendo lo que tiene que hacer y lo que sólo él puede hacer. Y los Cavaliers están a dos victorias de ser campeones de la NBA.
La final no tiene brújula pero sí sentido: se juega a lo que quieren los Cavaliers ante unos Warriors que no han acabado por delante ninguno de los cuartos de los tres partidos, sólo la prórroga del primero. Y que salieron de la tumba para volver a ella con un dolor comprimido que ahora les abrasará una herida por la que se está desangrando pero que, y quizá no haya ni que entenderlo, puede haberles devuelto a la serie. Me explico: en el minuto 34 los Cavaliers ganaban 68-48 ante un rival desencajado que miraba de reojo a la gatera más cercana por la que escapar del infierno de The Q, que hacía buenos los carteles que colgaban de los laterales del pabellón: Loudville. La ciudad del ruido. Era un equipo cocinado en su propia salsa que se había empeñado tanto en que pareciera que no pasaba nada que se había quedado sin respuesta, sosteniendo el farol cuando las cartas ya estaban boca arriba. Era un colectivo que necesitaba dar un grito, rebelarse, romper algo. Y que fue capaz de convertir ese 68-48 en un 81-80 con 2:40 por jugar. Pero otra vez, como cuando forzaron la prórroga en el segundo partido, se bajaron de la ola sin dejar que se convirtiera en tsunami. Y entre un 2+1 asombroso de un Dellavedova asombroso y un triple de LeBron, se les escapó (87-80) una victoria que al menos persiguieron hasta el final. Con 94-91, 18 segundos por jugar y una atmósfera en la que no se diferenciaban los errores infantiles de las canasta heroicas, estuvieron a punto de tener una posesión para empatar que les negó la revisión de los árbitros.
Así que su remontada no se culminó y fue frustrante. Y sigue siendo, casi a mitad de camino, el mejor equipo de los dos pero el peor de la final. Pero en esa recuperación cuando parecían un juguete roto que se negaba a jugar si no se jugaba con sus reglas (y NO se está jugando con sus reglas…) quizá pusieron la primera piedra de una reacción que puede llegar en cualquier momento pero que tiene que llegar ya. Y lo hicieron con un quinteto en el que estaban Klay Thompson, Iguodala (el único que dio la cara durante más de medio partido), Barbosa, un David Lee que pasó de turista a martillo (9 puntos en el último cuarto, 11 totales) y el regreso de Stephen Curry, que firmaba al descanso 3 puntos y un 1/4 en triples y terminó con 27 y 7/13. 17 puntos y 5 triples en el último cuarto. Por fin. Hay la suficiente diferencia real entre los Warriors y estos Cavaliers sin Irving sin Love y casi sin Shumpert (se lesionó en el primer cuarto y jugó después mermado) que un pequeño golpe de viento se puede convertir en un huracán warrior. Pero con el guión actual, y por mucho drama que les lleve, son favoritos los Cavaliers. El cuarto partido será determinante. Evasión o victoria para unos, camino o revienta para otros.
Los Cavaliers volvieron a llegar agotados al final. Blatt dijo antes del partido que necesitaban esfuerzos literalmente sobrehumanos. Y los están haciendo con su precio y, por ahora, su recompensa. Construyeron ese +20 que les permitió sobrevivir a la inevitable pájara final. Y lo hicieron con un tercer cuarto aplastante en el que sacaron brillo a esa defensa que está entre el laboratorio y la pelea callejera (las que ganan campeonatos) y se pusieron en manos del inevitable LeBron y ese Dellavedova que ya no es una peculiar intrahistoria. Volvió a perseguir a Curry por toda la pista y anotó 20 puntos (y 5 rebotes y 4 asistencias). 15 puntos tras el descanso y cada uno más importante que el anterior antes de un final de partido en el que rescató dos o tres posesiones decisivas rodando de lado a lado de la pista. Los Cavaliers están queriendo más, adaptándose mejor. Y mientras los Warriors no entiendan eso no saldrán del laberinto. Durante muchos minutos incluidas las últimas posesiones, durante todo el partido menos en ese 13-32 que casi obra un milagro, jugaron con menos pasión, desconectándose un poco más con cada tiro fallado.
Un dato: los Warriors promediaron durante la temporada regular 56 puntos en los primeros tiempos. En este tercer partido llevaban 55 al final del tercer cuarto (37 al descanso). Hay jugadores a los que la final está pasando por encima, de Bogut a ese Harrison Barnes al que Kerr sigue poniendo demasiados minutos como aperitivo de LeBron. Al descanso los titulares estaban en 6/27 y los fallos inhabituales tras buenos ataques habían arruinado otra vez sus buenas intenciones. Es un equipo al que parece que le bastaría simplemente con llegar en mejor situación a los últimos minutos, el vía crucis de unos Cavaliers agotados que acaban jugando a golpes de corazón, desesperados en manos de LeBron. Les vale porque al ritmo al que anotan esos desconcertantes (y desconcertados) Warriors de los tres parciales anteriores, basta con LeBron y con las apariciones puntuales de James, JR Smith, los pívots o un Dellavedova que ahora mismo ganaría las elecciones a alcalde de Cleveland… siempre y cuando no se presentara LeBron, cuyo sitio está en unos altares que se le quedarán pequeños si saca adelante esta final. Está a dos pasos de hacerlo. Los Warriors están exactamente donde estaban en la serie ante Memphis. 1-2, atravesados y superados por el nivel físico y la concreción en la respuestas del rival. Entonces respondieron con tres victorias seguidas. Pero entonces no jugaban contra LeBron James. A ver…