La mejor noticia, poder disfrutar aún de Pau y Marc Gasol
El Princesa de Asturias (una consecuencia más de la abdicación del rey Juan Carlos hace justo un año) a los Gasol no sólo es un premio a esta pareja de hermanos, sino a todo el baloncesto español del que disfrutar y presumir. Más aún con el panorama (bastantes nubarrones los que asoman) que se avista por el horizonte. No es ningún secreto: de hace un tiempo a ahora no acaban de explotar jóvenes talentos nacionales que sean capaces de saber gestionar la actual grandeza en un futuro no muy lejano. A los resultados de las selecciones masculinas de formación en los últimos tiempos me remito. Ilusionan Willy Hernangómez, Dani Díez... y ya. Se habla mucho de Luka Doncic, pero por el momento juega con las categorías de formación eslovenas y se decidiera dar próximamente el salto a jugar con la Selección, el cisco entre Nikola Mirotic y Serge Ibaka no haría otra cosa que aumentar. En chicas, sin embargo, estamos mejor que nunca. Somos potencia a nivel absoluto, sub-20, júnior, cadete... pero no hay dinero para los clubes y la Liga Femenina está cómo está.
Con todo esto intento que valoremos y saboreemos como se merece el galardón obtenido por Pau y Marc. Repasando la lista de premiados en la categoría de deportes del Príncipe de Asturias, nos encontramos que es la segunda vez que esta distinción (reconocida a nivel internacional, no es algo que se quede de puertas para adentro) va a parar a alguien del mundo de la canasta. Curiosamente, en el único precedente, la premiada fue aquella legendaria Selección que dirigida por Pepu Hernández se coronó como campeona mundial en Japón 2006. En aquel equipo, un por entonces barbudo Pau, era el gran referente y líder anotador cuya lesión en un pie durante la agónica semifinal ante Argentina supuso un drama que unió aún más al grupo. Por su parte, su hermano Marc, al que mucho veíamos como el invitado por ser quien era, nos asombró con su disciplina, trabajo defensivo y un movimiento de pies al poste impropio para alguien de su peso. Desde entonces, han ido acumulando logros personales y colectivos en la NBA, y cuando llegaba el verano siguieron sumando metales y adquiriendo reconocimiento.
Todo estaba previsto para que aquella generación irrepetible, la de unos júniors de oro a la que se fueron añadiendo piezas del calibre de Rudy, Sergio Rodríguez, Llull o el propio Marc, cerraran un ciclo mágico con el combinado español en el Mundial de casa. Sin embargo, un cúmulo de errores tácticos y de mala planificación se hizo evidente el día de los cuartos de final ante Francia. Los galos de Vincent Collet se convirtieron en nuestra bestia negra particular. Entonces empezó a emerger la idea de que tras el descalabro, no podría haber una mejor manera que decir adiós que en los Juegos de Río 2016. Pero para ello hay que sacar el billete. Lo que no va a ser fácil. Para este Eurobasket (dos plazas fijas a repartir y otras cuatro para el Preolímpico, un engorro) ya son baja segura Ricky y Calderón, mientras que la participación del resto del núcleo duro está en entredicho. Mucho dependerá de la decisión que tomen Pau y Marc. Compromiso no les falta, pero están en su derecho a renunciar (en el baloncesto de selecciones, por el momento, no hay un solo verano de descanso mientras que por ejemplo, en el fútbol cuentan con dos por cada ciclo olímpico). Más claro todavía, la edad no perdona y si queremos seguir disfrutando con el mayor en los Bulls toca minimizar esfuerzos y cuidar el cuerpo. Mientras, recién entrado en la treintena, el mediano se encuentra ante un momento clave: firmar el gran contrato de su vida deportiva. Pase lo que pase, habrá que respetar y entender su resolución. Aunque me temo que las pataletas de turno serán inevitables: la memoria es frágil, sobre todo en el deporte. Cierto, somos humanos y no máquinas.
Pero por encima de todo los Gasol recibirán a finales del próximo mes de septiembre (una fecha que a priori no les impediría poder acudir a la gala en Oviedo) un premio que hace justicia tanto a sus éxitos en el parqué como a su impagable labor social. Muy importante: antes que jugadores son personas. Entonces, sonreiremos y no podremos evitar pensar en cómo esta pareja de hermanos convirtió en algo cotidiano triunfar en la NBA, en lo mucho que nos han hecho (y harán) disfrutar en la mejor liga de basket del planeta, en sus anillos, en sus récords individuales y en el hecho de uno de ellos aparezca en el mejor quinteto de la temporada y el otro en el segundo. Momentos únicos que convergerán en el salto inicial del pasado All Star Game en el Madison Square Garden de Nueva York. Ya es el momento icónico por excelencia del baloncesto español. Nadie llegó tan lejos como ellos y difícil será que se repita algo así. Pero por el momento sigamos gozando de esta pareja de hermanos. Aún podemos hacerlo y esa, por encima de cualquier premio, es la mejor noticia.