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Amaya Valdemoro

“En el libro 'Nací luchando' está la Amaya detrás de la deportista”

El llibro ‘Nací luchando’, escrito por el periodista Julián Redondo y publicado por Espasa, es la historia en 13 capítulos (como su número) de Amaya Valdemoro. Todo un relato.

“En el libro 'Nací luchando' está la Amaya detrás de la deportista”

—Ya lo habrá leído. ¿Qué le ha parecido Nací luchando?

—No lo he leído del tirón, sólo por trozos. Me toca bastante… porque cuando lo leo me teletransporto a otra época.

—¿Se arrepiente de algo inconfesable que esté incluido?

—Me he abierto muchísimo en él. Creo que el libro soy yo, con mis cosas buenas y malas.

—Dice que a veces era insoportable. ¿La gente va a descubrir a la Amaya verdadera?

—Según cómo juegas te catalogan y yo tenía mucho carácter. He recibido pitos, ovaciones, insultos… Y era por mi forma de jugar. El deportista se transforma en la pista, pero hay una persona detrás. En el libro está esa Amaya.

—Perdió a su madre con 18 años y un psicólogo le recomendó escribirle una carta. ¿Este libro ayuda?

—Totalmente. Cuando te ocurre una tragedia así es traumático. En mi caso, lo negué y no tuve el valor de decirle lo mucho que la quería. Me despedí, pero no cómo me hubiera gustado. Volví de Rusia y esa carta fue un examen muy duro, pero este libro es un repaso y un cierre.

—Confiesa que ahora no hay día en el que no le duela nada, ¿ha merecido la pena?

—El baloncesto me lo ha dado todo y cuando juegas sabes a lo que te arriesgas. El único pero, aunque chiquitito, es que ya no puedo hacer deporte, ni correr. Desde noviembre no he hecho nada y, como me sentía mal, me estoy poniendo a tono desde hace un par de semanas.

—De pequeña soñaba con ser campeona de 1.500.

—Practiqué los dos deportes y la sensación que tenía al estar en la línea de salida no la he tenido en el salto inicial.

—Fue su tío el que le metió el gusanillo del baloncesto.

—Me machacó llamándome carrerista. Me decía que probase, lo hice y me quedé.

—Con 14 años lo dejó todo para irse a Salamanca.

—Ni lo pensé. Me tocó la etapa de Pepe Hidalgo. Por quedar subcampeonas nos invitó a un viaje a Londres.

—El capítulo morboso es el de la gran pelea con Blanca Ares.

—Son anécdotas. Yo no he conectado nunca con Blanca, pero ojalá hubiera muchas como ella porque era una fuera de serie. Lo que pasa es que a nivel personal chocamos. Al final, si hay alguien que te lo pone muy difícil y no te quedas en el camino, te hace mejor.

—¿Cómo es la relación con Scariolo?

—Su marido es educadísimo, un grandísimo entrenador y siempre nos saludamos.

—En Rusia le ofrecieron un cheque en blanco. ¿Se arrepiente?

—Bueno... (Risas). Es broma. Estuve tres años y ya no podía más. En el último ni vi el sol.

—Hace poco Taurasi confesó que ha bebido vodka para abastecer a una ciudad entera.

—Es cierto. Allí lo de un chupito para cerrar un trato es normal. ¡Se bebe por todo! Yo me los servía de agua sin que se dieran cuenta.

—En la WNBA, su técnico no le daba minutos, pero tampoco la quería sufrir en el rival.

—El éxito de un deportista está en saber cuál es su rol. Fui muy joven y las chicas que estaban en mi puesto eran mejores. Podría haberme creado un nombre allí, pero estoy muy feliz porque gané tres anillos.

—Ponerle punto y final a la WNBA le permitió estar más descansada con España.

—Tuve un montón de ofertas. Fueron cinco veranos sin vacaciones y yo veía que la Selección iba para arriba.

—Hasta el desastre de 2011.

—Fue un horror. Teníamos un equipazo, pero hubo problemas, lesiones…

—Ese campeonato, además, chafó su idea de despedirse en los Juegos.

—Pero no lo cambió. Prefiero haber acabado con el oro europeo colgado al cuello.

—Aparcó el baloncesto, pero ahora está pluriempleada: con el Mundial de 2018 y Canal+.

—Ambos son ilusionantes. Va a ser un campeonato para disfrutar. De comentarista estoy viviendo el baloncesto de otra manera, aprendiendo. El baloncesto me ha dado muchas cosas y lo último, dos trabajos.

—¿Se ve de entrenadora?

—Con el Plus me doy cuenta de que veo más baloncesto del que creía, pero todavía es pronto. Una exjugadora con mi carácter no puede ser entrenadora tan pronto.

—En el cierre del libro, la última gran confesión: su deseo de ser madre.

—Ojalá. La mujer deportista no puede serlo, tiene que abandonar su carrera. Digo que me gustaría serlo a los 40, pero los 40 están a la vuelta de la esquina. No sé cuándo será. Veo como mi hermana mira a sus niñas y quiero mirar a alguien de esa manera.